Blaze! Capítulo 53

Capítulo 53 – Verdaderas intenciones.

Albert se dispuso a volver a la zona poblada, recibiendo unas monedas de oro de parte de Hänä, yendo a comprar algunas cosas para cocinar, dejando a las mujeres solas en el improvisado campamento.

Entonces, supongo que el chico no sabe nada sobre eso –dijo Hänä a Blaze, apuntándole a su entrepierna, comiendo una pata de liebre que le guardaron desde el almuerzo, lanzando lejos el fémur descarnado, chupándose los dedos—. Sabe cocinar el chico.

Supo, pero me encargué de que lo olvidara –respondió Blaze, apesumbrada, recordando aquella noche.

Tienes miedo de que te vea raro después de conocer tu verdad. Yo no lo hice, tampoco lo haría ahora, si recién te estuviera conociendo –aseguró Hänä, sentada en el piso, mirando a los ojos de Blaze.

Pero tú me conoces desde pequeña, somos amigas y… –dijo Blaze, interrumpiéndose con el sonido de un fuerte aplauso que dio Hänä—. ¿Qué?

¡Dijiste que somos amigas! –gritó Hänä, levantando los brazos en señal de triunfo—. A pesar de todo lo que sucedió…

Sé que no te metiste con él por desearlo y, tienes razón, no tienes la culpa de que él decidiera suicidarse por no aguantar las bromas de los que él consideraba sus amigos, a pesar de que las bromas fueron a causa de lo que le hiciste para vengarme, una prueba de tu amistad, ahora lo entiendo… En realidad, ya lo entendía, pero no lo aceptaba, tenía que culpar a alguien, a alguien distinto de mí… –dijo Blaze, sincerándose con su amiga, sintiendo como su corazón se descomprimía y liberaba de la culpa.

No fue sólo por amistad… –respondió Hänä—. ¿De verdad nunca lo entendiste?

¿Qué cosa? –preguntó Blaze, desconcertada, viendo como Hänä pasaba de una postura de fortaleza a una vulnerable.

Bueno… Yo… –alcanzó a decir Hänä, callándose al ver entrar en escena a Albert, que llegaba de las compras encargadas—. Llegaste.

Albert quedó entremedio de las mujeres, sintiendo una extraña tensión proveniente de Hänä, recordando la visión que experimentó al tocarla rato atrás, sintiendo un escalofrío en el espinazo.

Vo… voy a cocinar –dijo Albert, huyendo del lugar, escondiéndose detrás del gran caldero de Blaze, evitando mirar a Hänä.

¿Siempre se comporta así? –preguntó Hänä a Blaze, quien aún no comprendía las palabras de su amiga y menos la reacción de Albert.

Debes intimidarlo… la verdad es que ya no entiendo nada hoy –dijo Blaze, recostándose en el piso, pensando en lo complicadas que son las relaciones personales, intentado vislumbrar lo que le esperaba de seguir los tres juntos, susurrando—. No quiero pensar más.

La noche transcurrió lentamente para Hänä, quien intentaba hacer que Blaze olvidara las palabras que dijo justo cuando Albert llegó de vuelta, contando anécdotas de la pareja de amigas al joven oráculo, que reía de buen gusto al poder conocer más sobre su señora, a pesar de la mirada reprobatoria de ella, que sólo intervenía en los relatos de la maga de cabello azul para hacer acotaciones y/o correcciones.

Bueno, me voy a dormir, tengo suficiente por hoy, si ustedes desean seguir –dijo Blaze, tapándose completamente con su capa, despidiéndose de su escudero y de su amiga con un breve movimiento de su mano, volviendo a esconder su extremidad dentro de su manto.

¡Yo quiero seguir! –gritó Albert, levantando una mano, emocionado y entretenido por toda la nueva información que tenía en su mente.

También me voy a dormir, buenas noches, Albert –comentó Hänä, tirándose en el piso, respirando profundamente un par de veces, durmiéndose en el acto, dejando al oráculo con las ganas de escuchar más.

Pero… no tengo sueño… –dijo Albert, mirando a los dos bultos soñolientos, aventando un madero a la fogata que los calentaba y con la cual cocinó para los tres—. ¡Será, me dormiré!

Albert se quedó viendo el cielo despejado, esperando a que el sueño llegara, pero tenía tantas cosas en la mente, que no podía sosegar sus pensamientos, desvelándose por largas horas, durmiéndose en la madrugada, un par de horas antes de que las magas despertaran.

Albert. ¡Albert, despierta! –gritó Blaze, sacudiendo al muchacho, después de varios llamados inadvertidos por el joven, despertando asustado, con prominentes ojeras en su rostro.

¿Ya vamos? –preguntó el muchacho, estirando los brazos y arqueando la espalda, bostezando.

No, tú te quedas, volveremos a almorzar, ojalá con el trozo de DSH en nuestras manos, si no es así, tendremos que volver en la tarde, allí nos podrás acompañar –explicó Blaze a Albert, sacando un papel rectangular desde el interior de su capa, pegándola en una roca redonda cercana al escudero—. A la hora de almuerzo verás mi nuevo truco.

¿Y qué es eso?, ¿tiene que ver con lo que hiciste en la montaña? –preguntó Albert, mirando el papel, notando que tenía trazos mágicos escritos en él, jalándolo desde el extremo suelto.

¡No se te ocurra romperlo, cuidado! –gritó Blaze, golpeando la mano de Albert—. Ya verás de que se trata. Vamos, Hänä.

Häna y Blaze salieron en dirección a la mágicamente protegida formación rocosa, dejando solo a Albert, quien se recostó nuevamente para continuar durmiendo un rato, retomando su descanso rápidamente, comenzando a soñar con la visión sobre la amiga de su señora, sintiendo como el cuerpo de esta se descomponía bajo tierra, mientras centenares de gusanos serpenteaban sobre sus músculos descubiertos, alimentándose de estos, liberándose fluidos internos de distintas viscosidades y colores, entretanto gases putrefactos se elevaban al cielo, los que fétidamente sedujeron a diversos insectos voladores, invitándolos a un banquete de podredumbre… Albert despertó sobresaltado, con taquicardia y náuseas, con la sensación de que había estado preso de la pesadilla por horas, levantándose para preparar el almuerzo y así no volver a soñar con tan escalofriantes percepciones.

La luz del sol no entrará allí hasta la tarde –dijo Hänä, mirando al oscuro interior de las rocas apiladas y luego al cielo, buscando al astro rey.

Tiremos fuego al interior para poder ver –comentó Blaze, frotando un par de ramas, encendiendo unas pequeñas y secas virutas de madera, logrando encender unos maderos, lanzándolos al interior de la formación, iluminando levemente el lugar.

¿Es esa? –preguntó Hänä, viendo el supuesto trozo de DSH al fondo de la cueva artificial.

Sí, pero aún no se me ocurre como puedo sacarla –respondió Blaze, apoyando con fuerza la palma de su mano en la invisible barrera que le impedía avanzar, encendiendo una Fire Ball contra esta, saliendo flamas disparadas en todas direcciones, menos al interior de la construcción.

Creo que tengo una idea –dijo Hänä, moviendo sus manos, como si escribiera en el aire, mientras era mirada por su amiga en silencio—. Veamos si resulta.

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Días atrás.

Acá encontré otro fragmento –comunicó Bhasenomot, tirando la piedra con desdén sobre el montón que tenía apilado la sombra—. Ahora iré a quitarles el gigantesco que están a punto de encontrar.

No, es suficiente –respondió la sombra, tomando el minúsculo trozo de DSH que el ser no-demoníaco le trajo, poniéndolo en el tope de la pila.

¿Qué? Pero tú… –dijo Bhasenomot confundido, observando como dentro de la sombra revoloteaban las partes que alguna vez pertenecieron a él, moviéndose dinámicamente en su interior, como si estuvieran hechos de una neblina carmesí, una bruma sangrienta—. ¿No las querías todas?

No necesito más, no te moverás nuevamente de aquí –ordenó la sombra, con su rostro sin facciones apuntando en dirección a los fragmentos de DSH, luciendo vehementemente concentrada—. Ya no es necesario que la cuides tampoco.

Bhasenomot no estaba entendiendo el actuar de la sombra, algo que nunca hizo, pero aún así el cambio era evidente. Esta formó un receptáculo en el piso, elevándose la tierra para crearlo, en el que encendió una fulgurante pira, lanzando uno por uno los pedazos de corazón divino que él había recolectado, fundiéndose estos lentamente, formándose un fluido pétreo blanquecino.

¿Qué haré con esto? –se preguntó la sombra, moviendo las piedras derretidas con su mano, la que sonó igual que un fierro al rojo vivo introduciéndose en agua fresca, aunque sin causarle daño.

Bhasenomot observaba como las rocas colapsaban dentro del fuego, como si fuera cera derritiéndose, resignado a obedecer las órdenes de la sombra, sabiendo lo que podía sucederle en caso contrario, sentándose en el piso, mirando al interior del ser que lo tenía hace tanto tiempo cautivo.

Devuélveme esto –dijo la sombra, quitándole la cobertura que le puso tiempo atrás, dejándolo en su forma original, volviendo a sentirse descontrolado, libre.

La sombra unió a su cuerpo el apéndice que se había arrancado, engulléndolo, dejando nuevamente ver su interior, pero lo que Bhasenomot vio esta vez fue algo más tangible, vio las intenciones de la sombra, quedando desconcertado, entendiendo todo lo que había pasado hasta ahora, sabiendo lo que le pasaría a Blaze, lo que le pasaría a él, como todo estaba confabulando para que los planes de la sombra se concretaran. Intentó huir, pensando en ir directamente con Blaze y Albert para advertirles, pero unos cristales metálicos emergieron desde su interior, atravesando su cuerpo desde distintos lugares, clavándolo al piso e inmovilizándolo.

¿Crees que has entendido algo? –preguntó la sombra, sin dejar de agitar las rocas fundidas ni apartar su mirada de la hoguera.

Pero, si Blaze… –dijo Bhasenomot, emergiendo nuevos cristales desde sus entrañas, atravesando su boca, enmudeciéndolo, gritando ferozmente, aunque incapacitado para emitir más palabras.

Lo sé, llevo esperando esto hace millones de años, aunque recién lo he comprendido –aclaró la sombra, haciendo que Bhasenomot se hundiera en el piso junto con las miles de espinas metálicas que atravesaban y desgarraban su cuerpo, dejándolo en una especie de celda subterránea, herido mortalmente.

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No va a funcionar –dijo Blaze, observando como lentamente una masa de agua se formaba por sobre Hänä, creciendo poco a poco.

Ya verás –dijo la maga acuática—. ¿Hay un río cerca, cierto?

Sí, hay uno, pero no funcionará, la cosas hechas con magia no pueden entrar –respondió Blaze, volviendo a explicar que la barrera no permitía el paso de magia a través de ella.

No estoy creando agua, estoy recolectándola, y tampoco lo estoy haciendo con magia –negó Hänä, sonriendo, generando dudas en su amiga.

Los árboles cercanos a Hänä comenzaron a secarse, cayéndoseles las hojas, aportando sus fluidos a la masa de agua flotante que la maga estaba acumulando, creciendo considerablemente después de varios minutos, secándose diversos vegetales del perímetro. Blaze escuchó un pequeño rumor en el aire, mirando en todas direcciones, sin entender que lo producía.

Aquí viene… –dijo Hänä, recibiendo un volumen gigantesco de agua que venía revoloteando en el aire, como si fueran olas golpeando en la orilla de una playa, uniéndose al volumen ya recolectado, formando una gigantesca bola de agua—. ¿Alcanzará con esto?

Yo creo que sí, pero ¿cómo dices que has reunido esto sin usar magia? –consultó Blaze, tocando la superficie de la inmensa esfera, sintiendo una presencia mágica en ella—. Siento magia, pero no que el agua esté cargada mágicamente, sino…

Lo mismo que con la flecha de hielo, Ondinas, ellas la cargaron hasta acá, ahora la mantienen elevada y la soltarán para inundar esta cueva, puede que incluso destruyamos el lugar, así sacaremos tu preciada piedrita –explicó Hänä, mientras las Ondinas elevaban más y más la esfera de agua, empujando con todas sus fuerzas hacia el cielo—. Será mejor que nos alejemos o el agua arrasará con nosotras también.

La esfera se elevó tanto que la luz del sol se distorsionó al pasar a través de esta, produciendo un arcoíris en el piso. Hänä y Blaze se alejaron, dejando caer la tempestad sobre la formación rocosa, destruyendo algunos de los pilares pétreos, inundando completamente el lugar sin llegar a derribarlo, apagando las antorchas que lanzaran momentos atrás, moviendo el DSH de la columna en la que descansaba, dejándolo en el fondo del agua, cercano al centro de la formación.

¡Maldición! –gritó Blaze, buscando la roca dentro del agua, la cual tenía la superficie llena de hojas secas, no permitiendo ver el fondo del pequeño lago que se formó.

Al menos la movimos de su sitio –dijo Hänä, conforme con el trabajo de las Ondinas, que estaban flotando aún por sobre ellas, disgregándose después de una mirada de quien las llamó.

¿Y cómo la vamos a sacar? –preguntó Blaze, apoyando sus manos y rostro en la barrera invisible, deformándose sus facciones, encontrando al fin la piedra sumergida—. ¡Allí está!

¿Recuerdas cuando íbamos a pescar? –preguntó Hänä, moviendo los brazos como si utilizase una caña para pescar.

¿Estás hablando en serio? –preguntó Blaze, con incertidumbre, haciendo una mueca, mostrando los dientes de su costado derecho.

¡La sombra y Bhasenomot han vuelto! ¿qué es lo que Bhassi descubrió acerca de la sombra?, ¿qué planea hacer la sombra con los trozos de DSH fundidos?, ¿por qué Albert tuvo esa visión al tocar a Hänä?, ¿lograrán sacar el gran trozo de DSH hundido en el agua? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

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