Ella era capaz de quedarse mirando fijamente la noche, no había nada que la abatiera, era misteriosa, nunca podrías deducir sus pensamientos, porque en esos momentos ni ella existía, yo la miraba por el rabillo del ojo mientras hacía que leía un libro bajo ese viejo farol, cualquiera podría tomar una foto y conseguir una gran escena, a nuestro alrededor habían solo grupos de todo tipo, cantantes, cuenteros, viciosos, metaleros, era un circo, pero ella y yo éramos los únicos solos, seguro ella no era consciente de eso, yo la contemplaba como un único ejemplar, siempre venía a la misma hora, los mismos días, con tal de observarla.
Ella siempre hacia lo mismo, caminaba por largas horas, porque lo sé, sus piernas temblaban, llegaba sudada, con sus hermosos cachetes rosados, sus labios rojos, su colita de caballo de un negro intenso, ondulado, dos mechoncitos que le daban la curvatura perfecta a su cara, pero sus ojos eran como un fiel vidrio, reflejaba todo lo que observara, pero no daba ni pista de como ella estaba. Cuando estaba acompañada los ignoraba, por más que le dieran los mil y un piropos, ella ni se inmutaba, solo daba una pequeña sonrisa preciosa de disculpa y rápidamente les decía algo de pronto tan frió o cruel que se alejaban.
En ese entonces me pregunte, quien fue el infame que la convirtió en ese triste ser, aquel hermoso desierto. Por alguna extraña razón ella amaba la lluvia, no se inmutaba cuando caía, simplemente suspiraba y se recostaba como si en aquel evento hallara tranquilidad. Alzaba sus pequeños brazos como si intentara abrazar cada gota, yo siempre llevaba paraguas, pero me quedaba en el café de al lado del parque, ella ni se inmutaba, nunca la vi enferma, ya debía ser inmune, una defensa total, como puede ser posible que semejante ternura pudiera estar sola, no lo entendía.
Pasaron cinco meses en la misma historia, nunca me preocupe si realmente me veía, era tan dispersa, tan fuera de la realidad, que al único ser que no observaría seria a mí, hasta ese día, me encontraba sentado con un nuevo libro, literal era muy bueno, así que esta vez sí estaba leyendo concentrado, cuando me percate que se acercaba una sombra, se arrodilló, me miro con sus grandes ojos delineados, radiantes perlas, no dijo nada, estaba en un perfecto mutismo, solo me observaba directamente a los ojos, no me pude contener, simplemente aquello que siempre quise tener estaba enfrente, un ensueño vuelto realidad, la verdad yo tenía novia, porque ella era precisamente un amor platónico, ella se levantó, como quien se cansa de esperar, mi corazón no dejaba de gritar, me sentía ahogado, la conmoción solo aumento, me levante, cogí su pequeña mano, busque su diminuta boca y la bese como si nunca volviera a besar, yo no la dejaba respirar, no quería parar, ni siquiera dejarla escapar, ni el más mínimo suspiro, en ese momento la sentí mía, aunque sabía que ella era solo una fantasía, ella me detuvo, eso me derrumbo, me miró fijamente, no podía sostener la mirada, pero no quería dejarla ir, lo se fui cobarde pero en ese momento solo pude amarrarla en mis brazos, sin embargo en ella nunca halle respuesta.
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