“Frente al televisor se encuentra una sombra,
aparece inmóvil la silueta en mis pupilas reflejadas
y un hálito suspiro llena la historia del que un día fue.
Mi anciano, Saturno y su paciente observación…”
Había sido una decisión personal, a partir de ese , serían 15 días. Dejé mis cosas tendiéndome sobre la cama en una habitación compartida. Decidí salir a conocer más de esa hora, sus costumbres y sus ambientes dando un recorrido por las instalaciones que me recordaron la infancia escolar, cuando nos llevaban a compartir con la gente, a los asilos y albergues de ancianos, niños y discapacitados menos favorecidos.
De pronto me detuve en la puerta de la sala de TV.
Era pues este señor frente al televisor, al que me acerqué empezando mi servicio generoso en aquella casa de albergue para gente de la tercera edad. Era una aventura a la que me sumía por propia voluntad, más que un sacrificio, una ofrenda para la tercera edad desde esta edad que pudiera ser ya la segunda de mi existencia; así conocí a Saturno, en el silencioso espectador que a silueta pura llenaba la sala del televisor.
Era tarde, yo dormiría conviviente en aquel albergue que resguardaba las almas de antaño, la casa de los recuerdos y de los inmemorables.
Cuando me acerqué a este enigmático personaje, pareció no notar mi presencia, me senté a su lado, él volteó lentamente la cara y mirando desde sus ojos despiertos y cansados, indagó mis pupilas sin preguntar. Una vez reflejado en ellas; como si fuese yo la que tuviera que decidir su existencia, volvió su vista al televisor y continuó con su programa; cauta yo, solo saludé esbozando una sonrisa de compasión y respeto pero tampoco dije nada. Detrás de ese generoso contacto quedó solo el silencio atónito, disfrazado con el saludo cordial, enmarcado del sonido de una historia de cowboys, entre las balas y los caballos de aquel western despertando los recuerdos de mi abuelo, con el que desde pequeña compartía aquellos programas del Gran Chaparral. Me senté a su lado.
Aquella noche no dijimos nada.
Y así despertó la mañana y pasó un día de servicio y amor sin preguntas, era como si el silencio de aquel antiguo ermitaño me hubiera invadido el corazón, enterneciendo mis oídos en la más profunda disposición.
Aquel día ayudé a una anciana a pasear por el jardín; ella tenia una afición por buscar hormigueros, una vez que encontramos alguno, ella me comenzó a contar de la organización de las hormigas y desde éstas, anécdotas de sociedad, cuentos cortesanos de hormigas, reinas y zánganos; tenía frente a mí a una revolucionaria, Adela, que había protagonizado historias marxistas que ya nadie escuchaba. – Al menos -dijo doña Adela -la muerte nos espera a todos por igual.-
El día transcurrió y dio la hora del almuerzo, un gran comedor unía, a muchos ancianos con algunos jóvenes voluntarios. De estos solo cuatro residíamos entre la experiencia con los ancianos ajenos que haríamos propios.
Vi a Saturno en la primera mesa al fondo, junto a la ventana. Tenía ya su plato al frente y miraba solitario el espectáculo que los demás compartían. Desde lejos me miró y tras la mirada fría me guiño el ojo; yo sonreí.
Besé a Adela en la frente y la deje comiendo con dos ancianas más y Soledad, mi compañera voluntaria de unos 25 años de edad. Soledad había sido criada en una familia arequipeña muy religiosa, su ilusión era ser monja, pero sus padres tenían la ilusión de ser abuelos, así que allí estaba ella sirviendo abuelos antes de ser madre y con un instinto maternal que la hacia brillar entre sus hijos ancianos.
Recogiendo mi bandeja me mudé junto a Saturno, le pregunté luego de una venia casi saludo, de donde era, él me dijo – Soy de las estrellas; vengo desde lejos y casi he caminado cualquier lugar que puedas tu conocer…-
Su naturalidad me conmovió, no me atreví a volver a preguntar, acepté a las estrellas como un lugar de procedencia y no dudé por ningún momento que haya podido caminar lo que yo a mis 32 ya había caminado. Me quedé en silencio. Como él comía lento, yo hice igual.
-¿Familia?- pregunté – Mi familia es el mundo, mi familia son ellos aunque no me puedan ver, mi familia es el recuerdo que siempre amaré.-
No me había respondido al respecto de nadie, al menos nadie en especial, ¿estaría solo?, ¿habrían muerto sus parientes dejándolo a él en esta vida sin nada más que sí mismo?, respiró profundo, miró por la ventana a su derecha; mirando las flores me dijo -…crecen con la Luna… así crecí yo, con la Luna, me hice lunático, cuestioné sin cuestionar, acepté, creí y hoy estoy, lo sé. Conozco tanto la tristeza que no me siento triste, mi expectativa es grande como aun el agradecimiento del final de la vida. Te confiaré un secreto; viene Plutón a buscarme por las noches, el viejo Hades, el de siempre, el inmortal; anoche me visitó…-
¿Qué? ¿Me habló de Plutón? – ¿No es ese un planeta?- Pregunté – No – me dijo- es una fuerza, todo un personaje, me ha consagrado en la espera y me ha comentado algunos cambios que habrán de ser.-
De alguna forma la sabiduría que yo suponía expectante, se convertía en delirio senil? Recién era mi segundo día y mi primera vez en un servicio voluntario y enriquecedor como ese y tratándose de los ancianos habría de aprender, y como tal era mi propósito entonces empecé como dando por cierto cualquier disparatada idea que sería parte de mi locura también creer, suponiendo que creí, entonces pregunté a Saturno; – recuerdo haber leído de Hades, el olímpico, dios del mundo subterráneo, no sabía que estaba relacionado con…¿la fuerza de Plutón?-
-Oh sí, es más, Plutón significa opulencia, pues su reino estaba lleno de riqueza oculta, te diré jovencita que en mis años de antaño aprendí a mirar al cielo, a leerlo y a comprenderlo, lo primero que debo decirte es que Plutón es invisible, pero yo que estoy tan cerca del fin de los tiempos lo puedo ver cuando me visita.-
Dentro de sus palabras deducía un extraño conocimiento que llamaba mi atención, quizá la misma historia la contaba repetitiva, pero aun así sonaba interesante.
Esa noche al terminar el día ya en mi habitación compartida prendí mi Laptop y me dediqué a buscar información de Plutón o Hades el mitológico.
Encontré lo siguiente: Hijo de Cronos, el tiempo; también llamado Saturno y de Gea la tierra, (me imaginé ésta en su forma más ecológica) hermano de Zeus o como lo llamaban los romanos el Júpiter celéstico, Cronos se comía a sus hijos y Hades fue rescatado por Zeus desde el vómito de Cronos, ug!
Luego Zeus repartió los reinos y el mundo subterráneo fue de dominio plutoniano. En su historia Hades se enamora de Perséfone hija de Demeter, la fertilidad, la secuestra y la hace su esposa, pero la diosa de la fertilidad la busca y la reclama.Hades les concede a madre e hija tres meses en el año para compartir la alegría de estar juntas y así, nace con su alegría, la primavera.
Esa noche desperté de pronto, la puerta de la habitación estaba abierta, me levanté a cerrarla y de pronto decidí salir al pasillo, un ruido en la ventana del fondo, me llevó a asomar, a través del vidrio podía ver a media luz un floripondio grande en el jardín, frondoso con sus flores blancas colgando nunca antes tan blancas, desde el movimiento de las ramas vi un búho blanco, me miró con atención moviendo su cuello gordo y emplumado, como preguntándose si era a mí a quien esperaba, voló y desapareció en la noche alunada.
Caminé por el pasillo de regreso, que se me hizo más largo, a mi izquierda una habitación con la puerta semi abierta, con luz de velas cuyo reflejo llego a mis pies.
Escuché las voces de dos hombres, la curiosidad como instinto me acercó, haciendo conocida la voz del anciano Saturno, asomé, ambos me miraron y él me invitó a entrar, un hombre vestido de negro con elegantes zapatos que hacían juego con su correa y su corbata del mismo cuero, que más parecía la piel de alguna serpiente negra.
Saturno desde su cama, me presentó con un- ella es de quien te hablé.- Me adelanté con la mano extendida, él, impecable me saludó con la caballerosidad de todos los tiempos, sus ojos seguros me dieron tranquilidad y confianza, olvidando mi pijama gris de estrellitas blancas, de noche e informalidad.-Justo has llegado a la hora – y volviéndose hacia Saturno dijo – Éste es un regalo de este amigo que te considera un buen padre, sacó, no me percaté de donde, un libro de pasta negra y letras cobre se lo dio al anciano quien lo recibió emocionado y alargando su mano hacia mí y con ojos inundados de lágrimas, me dijo; – el conocimiento viene del legado ancestral de la vida que siempre tuvo un cielo y una tierra, un inicio y un fin. Las historias se repiten para redimir.-
Despertó la mañana soleada, me estiré como siempre antes de empezar, recordé la noche y salí por el pasillo, que parecía corto, mi habitación compartida estaba en el segundo piso y la habitación del anciano Saturno era en el primero, ¿cómo? si anoche yo…Fui al comedor para encontrarlo, aun no llegaba, decidí ser paciente y esperar mientras recibía con cariño a los ancianos que llegaban por su primera comida, no llegó, decidí ir a preguntar, encontré a Rosa,
enfermera, cincuentona y morena, ella siempre amable y vital trabajaba ahí ya hace 8 años, me miró con extrañeza, Saturno había partido ya desde el año pasado, un día de fin de primavera como hoy, murió una noche, dejando el legado para quien recordase su fecha de partida en este año siguiente – dijo mirándome fijamente – Siempre me impresionó con sus misterios y todo su conocimiento que parecía más alucinación.- Rosa, apoyándose en el mostrador como confiándome un secreto continuó – pensé hasta hoy en ese loco sabio, el viejo Saturno y su proyecto de vida e investigación, creía en los milagros sabes? Mira, fue un gran amigo, muy paternal aunque callado, escribió sus interpretaciones hasta el ultimo día. Esa noche antes de irse me dijo, Rosa verás, los milagros, suceden recordándote la vida y la muerte. Si viene la esperanza un día como hoy, dale este regalo y me dio su gran libro, su bitácora, que contenía las experiencias más increíbles de su investigación. Es un encargo para la esperanza un día como hoy, en el mañana. Y aquí estas tu, preguntando por él….impresionante muchacha, una vez mas Saturno Lizama haciendo de las suyas;
Y después de una sonora carcajada y un movimiento de cabeza que me recordó el búho blanco, saco del cajón de su escritorio una caja y de la caja un libro, de pasta negra y letras cobre. Mis ojos estaban redondos de la sorpresa y casi pude escuchar mi respiración, tome el libro sin decir palabra y observando leí la inscripción cobre;
Biografía bitacórica del sueño nocturno
inédito legado de Saturno Lizama Hadéis
Antropólogo y Astrónomo.
Abriendo el libro encontré:
A la esperanza…
Trascendiendo la muerte a través de los sueños de la vida,
que son siempre los de alguien más…
Un suspiro crédulo, llenó mi cuerpo y abrió mi corazón. Una lágrima resbaló de mi mejilla un día de fin de primavera, hoy, en el Asilo Saturnino, llena de esperanza; entonces… todo comenzó….
Sara Ballón Alvarez , Sara Sara.
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