Abro mis ventanas cuando todos duermen para fumar y respirar, un acto de autodestrucción y supervivencia a la vez.
Me gusta sentir cómo entra a mi cuerpo el aire helado mientras arde mi nariz. Observar. Convivir en este espacio silencioso con amantes que van de un lado a otro, con figuras de las que no me percato si no es de noche, con mis sentidos agudizados.
Soy una extranjera en este lugar y en este tiempo. Me miran haciéndome sentir una amenaza para este ecosistema que les pertenece. Pues yo no soy amante ni amada. No voy a ningún otro lugar. Soy sólo estos sentidos potenciados y una figura amorfa, que no sabe definirse.
No quiero pertenecer, quiero saber. Siempre quiero saber sobre los mundos que no me pertenecen ni a mi ni a nadie. Quiero entender a las otras figuras. Quizás quiera definirme a través del entendimiento. O adoptar sus formas, hacerlas mías para sentir la certeza que jamás sentí.
No sé qué es lo que quiero, ni sé muy bien quién soy… pero la única certeza que tengo es que ya no quiero proyectarme en otras figuras.
Quiero encontrarme. Sí, eso quiero.
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