UN SOLDADO Y UNA FLOR

UN SOLDADO Y UNA FLOR

Camilo Flórez

21/07/2019

UN SOLDADO Y UNA FLOR

«De alguna manera el escritor está relacionado con las palabras que plasma en sus relatos, tal vez sea el momento de usar la tinta una vez más y continuar con la historia, aunque por el momento tomare un pincel, quizá hoy consiga pintar los trazos finales».

Eso pensaba Joshua mientras esperaba ver de nuevo sonreír a aquella flor que acostumbraba a acariciar sus pensamientos con su belleza y personalidad para inspirarlo a intentarlo una vez más. Ella era la fuente que provocaba en lo profundo de su corazón rebosantes sentimientos expresados por medio de palabras cuyo significado eran sinceridad, admiración y amor.

La mujer mientras tanto en silencio arropaba fuertemente sus pensamientos, ocultándolos de los ojos de aquel que la anhelaba y esperaba una respuesta. Él no se atrevía a intentar forzar el secreto, no quería presionarla a expresar su verdad, no pretendía por ningún motivo hacer que ella desarropara sus más sinceros y escondidos sentimientos, por eso él decidió aquietar el deseo de su corazón con suma tristeza para disponerse a esperar.

Joshua gustaba del arte de pintar con óleo pues era su mayor distracción para no pensar en su trabajo y las cicatrices que este le había dejado. Sus conocimientos en el tema le decían que se requería de un tiempo determinado para terminar una hermosa obra, por otro lado si lo hacía con gran velocidad o al contrario le tomaba mucho tiempo, la inspiración que alimentaba el dibujo podría llegar a estropearse o incluso desviarse de su rumbo lo que lo hacía cuestionarse detenidamente.

«¿Qué sentido tiene acelerar el proceso de una obra o por el contrario prolongarlo? ¿Es correcto dejar a los sentimiento aleteando por el viento por tanto tiempo?»

Su deseo era que su historia terminara como los cuentos de príncipes y princesas, con escenas frenéticas en la que los protagonistas enamorados se encuentran al final de la historia en la mayor de las escenas románticas que se pueda observar al ver una pantalla y cuya toma definitiva despide al espectador con un beso apasionado que marca un final feliz.

—Es una locura pensar que el amor puede ser como en los cuentos de hadas —expreso inquieto mientras contemplaba con notable timidez los ojos color ámbar perteneciente a la figura femenina dibujada con un delgado pincel de aquella mujer hermosa que se encontraba frente a él.

No tenían sentido sus palabras en un mundo distorsionado por las redes sociales, arrastrado y esclavizado por la tecnología y el entretenimiento y ausente de sinceridad, admiración y amor. No se hallaba espacio para tales sentimientos en un mundo donde actuar con romanticismo ya no era un deseable comportamiento por parte de un caballero ni mucho menos una costumbre sana como en los tiempos de antaño.

—Supongo que no —respondió ella mientras terminaba de tratar las flores de aquel lugar.

El joven se había dirigido a ese paraje con la expectativa de verla de nuevo y que su historia terminara como él lo había visualizado en los trazos de su lienzo, pero ella, ella ya se había marchado de allí y como siempre sin dejar rastro alguno de sus sentimientos por él.

«Podría comenzar otra obra, pintar algo nuevo; desde el principio».

Estas eran las palabras que acosaban la mente de Joshua, pero en lo profundo de su corazón no se permitía desistir de su tan anhelado cometido. Tenía la esperanza de haber encontrado a la flor indicada en medio del gigantesco jardín, aunque en lo que respecta a todas las posibilidades parecía que la pintura en el lienzo ya tenía sus trazos finales decantados. Aún así él no se quitaría sus botas, siquiera las desataría un poco para descansar pues continuaría luchando mientras que ella no se marchitara frente a sus ojos.

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