I.LIGUR
El teléfono la sobresaltó boca abajo, soñando, intentando encontrar su lugar en el mundo. Era materialmente imposible. A tientas, consiguió que sus dedos contactaran con aquel horrible aparato. No era el despertador sino al primer golpe se hubiera callado. Incorporó media cabeza y abrió el ojo izquierdo. ¡Dios¡ ¿De qué valía en aquella maldita profesión acostarse temprano? En cuánto sus ojos se acostumbraron a la claridad vio que el que molestaba no era otro que su comisario jefe. ¡Mierda¡ – pensó.
- Señor comisario, qué grata sorpresa.- Su voz no dejaba lugar a dudas de la ironía.
- Paola, buenas noches, ya sé que no son horas, tendrá que disculparme pero el deber apremia.
- Le escucho comisario.- Ya se había levantado y puesto la bata por encima de aquel desfasado camisón de franela.
- Esta noche, exactamente hace una hora y treinta y siete minutos ha aparecido un cadáver en la Iglesia de Iria Flavia.- Miró el reloj, era la una y treinta y siete minutos de la mañana.
- ¿En dónde?- Sabía que aquel lugar le sonaba vagamente, pero por un momento no recordaba de qué.
- A ver Paola, centrémonos, Iria Flavia, Padrón, Galicia. ¿Así sí?
- Comisario así no tengo dudas, ¿y qué pinto yo con un cadáver en una iglesia de dónde sea?
- No sólo es eso, ha desaparecido una chica, el cadáver es el de su padre y necesito que revise la escena del crimen. Le envío una foto y va usted pensando y despertando. Tienen un avión a las siete qué sale de la T4. Los billetes debería tenerlos usted en la bandeja de entrada. Los suyos y los de Costoya.
- ¿Costoya? ¿En serio? ¿Otra vez?
- Paola, usted es lista pero joven, él es viejo pero experto. No me fallen, el domingo es el Xacobeo y esto no puede salpicarlo ni lo más mínimo, ¿me ha comprendido?
- Alto y claro comisario.- Ahora lo entendía mejor. Un cadáver, una desaparición, hechos graves sin duda, pero unidos a la política se convertían en algo totalmente prioritario. Imprimió los pasajes, esperó que esta vez Costoya no se olvidara el carné en casa o algo peor. Le llegó otro correo, eran unas fotos. Las observó detenidamente. El cadáver estaba boca arriba, con la mano derecha extendida en ángulo de casi cuarenta y cinco grados con el cuerpo. La mano izquierda estaba extrañamente enroscada como si hiciera el saludo de la guardia civil. Fue lo primero qué le llamó la atención. Alrededor del cuerpo contó un total de trece flores qué creía que eran camelias. También pudo ver dos hojas, qué parecían de un libro sobre sus orejas. Tendría que verlo in situ para sacar el resto de conclusiones. Se preparó un café, esa iba a ser una noche especial, volvía a Galicia, la tierra de Luis, de cuyo nombre no pudo sino acordarse.
II.LA CUENTA ATRÁS
Aún no eran las nueve y ya estaban en aquella Colegiata de Iria Flavia. Costoya encendió un pitillo justo antes de entrar y Paola lo miró con cara de asesina.
- Entra Paola, yo prefiero echar un ojo por aquí, enseguida te veo.- Costoya era un ser especial, parecía salido de otro mundo, de otra época, siempre con aquella chaqueta deshilachada, su barba de cientos de días y la cara de no haber dormido en siglos. Pero hacía muy bien su trabajo, era un animal de campo. Le dio una vuelta a toda la colegiata y se acercó hasta el cementerio Adina atraído por todo lo que se contaba de aquel mágico lugar. La soledad y la tranquilidad era la clave para dar con los pequeños detalles.
- Soy la inspectora Gómez, Paola Gómez.- Uno de los chicos se dio la vuelta rápido y se presentó.
- Buenos días inspectora, la estábamos esperando, mi nombre es Modesto y este es mi compañero Portela.- Dijo señalando a otro hombre más maduro situado a su derecha.
- ¿Ha venido sola?
- No, el inspector Costoya…en fin…está fuera, ahora lo conocerán.
- Acérquese por aquí, no hemos tocado nada, el juez está a la espera de las valoraciones para proceder al levantamiento del cadáver.- Entraron en lo que parecía la estancia en la que párroco y monaguillos se cambiaban.
Tal y como había visto en las fotos el cadáver de aquel hombre seguía allí, pero esta vez pudo fijarse en varios detalles qué le parecieron muy importantes.
- ¿Quién encontró el cadáver?
- El señor párroco. Alertado por los vecinos que escucharon ruidos, vieron luces y lo llamaron. Cuándo llegó se encontró el pastel.- La inspectora lo miro subiendo mucho una ceja.- Quiero decir el muerto.
- Modesto, necesito que saquen fotos de todo otra vez, qué graben un video desde todos los puntos de vista. Una pregunta, el reloj, el del cadáver ¿estaba así cuando lo encontraron?
- Sí, nosotros no hemos tocado nada señora Gómez.- Volvió a mirarlo, estaba en cuenta atrás y marcaba 38:47:54 segundos. Si sus matemáticas no le fallaban el final de aquel recorrido temporal coincidía con las doce de la noche del sábado para el domingo, es decir cuándo se abría la puerta santa. Desde luego, no parecía casualidad. Tenía que hablar todo aquello con Costoya. Urgentemente.
III.FLAVIA
Se lo encontró hablando consigo mismo en una de las paredes exteriores del templo. Se quedó mirándolo unos segundos pensando si lo quería por cómo era o porque se hacía querer. De repente, se dio cuenta de su presencia.
- Estaba usted ahí, verá, es muy curioso, ¿ve esta inscripción en la pared?- Vio una especie de cruz qué le pareció de los templarios.
- Parecen cruces pero seguro qué me sorprende.- Costoya tomó aire se irguió sobre los zapatos cómo hacía en sus épocas docentes y comenzó su explicación. Nada le gustaba más qué un posible descubrimiento.
- Son cruces celtas o templarias, efectivamente, pero no es qué sino cuántas. Me dijo que eran trece las flores que había junto al cadáver…- Lo interrumpió.
- …Camelias, trece camelias.
- Bien, pues en todo el templo, interior y exterior hay un total de trece cruces. Las he contado pero aparte le he preguntado a aquel mozo- dijo señalando a un chico espigado de no más de catorce años- que dice ser el monaguillo y me lo ha confirmado. Y bien, dicho esto, usted qué ha descubierto.
- Pues aparte de las camelias y el reloj con una extraña cuenta atrás que conduce a las cero horas del domingo…
- …El comienzo del Xacobeo.
- Sí, exactamente, aparte de eso y la extraña postura del cadáver están las dos hojas qué tenía en las orejas. No fue difícil identificarlas, se trata de la primera y la última páginas de una de las obras cumbre de un ciudadano ilustre, Camilo José Cela y La Colmena.- Aquello dejó tocado a Costoya qué no le encontraba sentido.
- Enorme galimatías, ¿Y nada más? ¿Ninguna pista de la niña?
- Realmente no hay constancia ni del secuestro. Ahora hay que dejar trabajar a los de la científica y a ver si sacamos algo en claro.
De repente vieron como una chica de unos cuarenta y pocos años se les acercaba junto a Modesto y Portela. Se la presentaron, era Flavia, la mujer del muerto y madre de la desaparecida.
- Su marido y su hija, ¿a qué hora dice qué salieron de casa y por qué está tan segura de qué estaban juntos?
- Ellos siempre estaban juntos y él la recogía todos los días en la joyería. Después venían siempre a casa, menos ayer.
- ¿Cuántos años tiene su hija?
- La niña tiene diecinueve, a los dieciocho se empeñó en trabajar y su padre se lo pasaba todo y al final mire…- Se echó a llorar.
- Disculpe Flavia- El inspector Costoya intentó decir aquello con el mayor respeto posible aunque se imaginaba la respuesta- ¿Cómo se llamaba su hija?
- Miña filla chamábase Iria.- No era capaz de dejar de sollozar.
- No me diga que su marido se llama Padrón que entonces…- Paola le dio una patada en la pierna qué aún conservaba buena e hizo recular a Costoya.
- Santiago…Santiago Martín Rivera.- Paola la abrazó, sabía lo que perder a alguien que quieres. Aquello se complicaba por momentos.
- No se preocupe, si le parece bien en cuánto esté un poco más tranquila iremos a verla e intentaremos entender que es lo que ha pasado con su marido y lo más importante, dónde está su hija Iria.
IV.IRIA
Tendría que compartir habitación con Costoya. No le hacía mucha gracia pero lo del Xacobeo hacía que la cosa estuviese difícil. Con la mediación de Modesto y Portela, que eran pack para todo, consiguieron plaza en la pensión restuarante O grilo, al menos ya era un dos en uno y estaba cerca de todo, al ladito del río Sar.
Comieron pronto para pasar a ver a Flavia a media tarde, había muchos cabos sueltos en todo aquello.
- Yo creo que la cuenta atrás es una advertencia.- Costoya estaba dando buena cuenta de una enorme chuleta de cerdo y no parecía darle demasiada importancia a nada que no estuviera relacionado con aquel manjar.- Con la boca llena contestó a la inspectora.
- ¿Advertencia de qué?
- Pues hombre, imagínese, una chica ha desaparecido, curiosamente la hija del muerto, que se llama Iria, aquí hay algo raro pero me temo que lo mejor sería encontrarla antes de que termine la cuenta atrás.
- No es la primera persona que me dice eso, el comisario también me lo advirtió.- Por un momento Paola se quedó pensando en aquello.
- Intentan manchar el Xacobeo. Arruinar su puesta de largo…
- Bueno, ya han matado a una persona…
- Costoya estamos ante un jugador, si ganamos la salvamos, si perdemos ella muere y posiblemente mucho más.
- Pues si qué me estás dando la comida, y todo eso lo sacas de un reloj.
- Es uno de los mensajes que nos dejó el asesino. Ese, las hojas del libro de Cela y las trece camelias.
- No es poco para empezar, si supiéramos qué relación tienen unas con las otras.- La inspectora siguió dándole vueltas sin ser capaz de atar más cabos. Esperaba tener más éxito con la visita a la viuda.
Vivían muy cerca de la iglesia, era una casa de clase media, sin lujos. Los invitó al café y se sentaron. Flavia estaba un poco más tranquila pero muy afectada por todo.
- Tengo que preguntárselo, ¿su marido tenía algún negocio extraño?
- Nada que yo supiera, trabajaba en el concello de Padrón, un sueldo digno, un gran padre, demasiado bueno, tenía un corazón noble.
- Y su hija, le comentó alguna cosa rara, ¿alguna persona qué le molestara?
- Lo normal en una chica de dieciocho años, pero nada grave.- Costoya tomó la palabra.
- ¿De quién fue la idea de llamar a su hija Iria?- Otra patada voló a la pierna sana del inspector qué esta vez casi lo deja fuera de combate.
- No pasa nada, lo entiendo, es raro, fue mi marido, le pareció bonito, somos de aquí, supongo que sabe la historia del Apóstol, de la primera vez que predico aquí y todo eso…
- No estoy muy puesto en religión. No sé, resulta llamativo, no quiero decir qué eso tenga algo que ver con la muerte de su marido, pero hay que sopesarlo todo.
- ¿Podría dejarnos ver la habitación de la chica?- Paola los interrumpió.
- Sí, vengan por aquí.
- Joder Paola, vaya leña me diste. Aprende a controlar esa fuerza, madre mía.
- Esta es su habitación, no he tocado nada, si me disculpan prefiero dejarlos solos.
- Por supuesto Flavia.- La inspectora hizo un repaso visual. Todo muy ordenado. Tenía un portátil sobre la mesa. Lo cogió. Del resto lo único que le llamó la atención eran aquellas figuras de cerámica. Le recordaron a Luis. Volvieron al salón.- ¿Nos permitiría llevarnos el ordenador de Iria para ver si encontramos algo?
- Sí, no hay problema, si puede ayudarnos.
- No lo sé, pero lo averiguaremos. Muchas gracias y disculpe las molestias.
- Le acompaño en el sentimiento.- Costoya aun quejándose del golpe salió detrás de la inspectora.
- Yo sé que me quieres, pero cómo sigas así vas a acabar con mi salud.
- Costoya, es qué no tienes tacto ninguno.
- Mira, son muchos años, muchos parece pero no es o no es pero parecía. Y aquí pasa algo raro, no digo qué la señora nos mienta. Pero esta familia no me parece normal.
- Yo no pienso lo mismo inspector, aquí hay un loco suelto que quiere que lo pillemos, pero se cree muy listo. Así que vamos a tener que exprimir bien estos cerebros. Y antes de nada recabar noticias de Modesto y Portela que nos tienen en ascuas.
V.DON CAMILO
La tarde había sido infructuosa, como suponía no había ni una sola huella en las hojas del libro, ni en las camelias, ni en la escena del crimen. No había móvil ni mucho menos arma homicida. Algo se le escapaba. La clave tenía que estar allí aunque ella no la viera.
Decidió apuntar en un papel las palabras clave de aquellas dos páginas de La Colmena. Era muy tarde, pero tenía música de fondo, los ronquidos de Costoya, difícil para concentrarse. Empezó a apuntar. La primera frase era una declaración de intenciones: ¨No perdamos la perspectiva¨, ¨ojén¨, ¨Expreso de Andalucía¨, ¨Primo de Rivera¨. Eso de la primera página. De la última: ¨Martin¨, ¨Bisutería¨, ¨Pendientes¨, ¨¡Aquí puede haber una pista¡¨, ¨Los pueblos del cinturón¨.
Los puso en dos columnas, creyó qué si había dejado dos páginas sería por algo. Pero lo primero que le llamó la atención eran dos palabras de distintas columnas. Rivera y Martín. Eran los apellidos de Santiago, el difunto. Podía ser una coincidencia. Negó con la cabeza. Nada era al azar.
Las trece camelias, empezó a buscar en internet y encontró referencias a la ruta de las camelias muy cerca de allí, no estaba de más investigarlo. Pensó en qué podía tener qué ver eso con el resto de palabras. Descartó Primo de Rivera, al conectarlo ya con Martín. No había muchas opciones. Pero nada le cuadraba. Eran las doce de la noche. Quedaban sólo veinticuatro horas para la hora límite. Pensó que lo mejor era dormir un rato y compartir aquello por la mañana con sus compañeros. La vida de aquella chica estaba en juego.
VI- ARMADA
Sentados a la mesa estaban Costoya, Modesto, Portela y Paola, cuatro cafes humeantes, bollos, un folio dividido en dos y una foto de la escena del crimen. No sabía si era la mejor forma de inspirarse pero no les sobraba tiempo. Necesitaba ayuda.
- A ver chicos, esto es lo que tenemos, en la escena del crimen encontramos las dos páginas del libro La Colmena, he intentado destacar las palabras o frases más importantes y las he dividido en dos. He tachado ya las que corresponden a los apellidos de Santiago. Necesitamos una conexión entre todo esto, algo qué nos diga dónde está esa niña. Lo primero será rastrear esa ruta de las camelias…
- ¿Y por qué dos columnas, y no una?- Modesto no quitaba ojo del bollo qué se estaba zampando.
- Porque eran dos páginas, así que entiendo que nos dejó dos pistas.
- ¿Dos? ¿Pero si no somos capaces de descifrar ni una?- Portela, que estaba a régimen era el único qué estaba física y mentalmente allí con la inspectora. De repente Paola dio un golpe en la mesa. Los otros comensales del Grilo la miraron extrañada, era la autoridad, qué carácter.
- Vamos a ver señores, dentro de quince horas una chica va a morir, intento explicaros lo poco que hemos conseguido avanzar y vosotros estáis más pendientes de llenar la barriga qué de otra cosa.- Estaba como una fiera.
- Disculpa Paola, el desayuno es la comida más importante del día y yo me levanto con un hambre de perros.- Modesto estuvo a punto de echarse a reír pero una mirada asesina de la inspectora le hizo atragantarse y dejar la comida a un lado. De pronto Portela empezó a hablar.
- Creo que tengo algo, las trece camelias podemos asociarlas a la ruta de la Camelia, ahora mire usted al difunto, ¿qué saludo está haciendo?- Todos afirmaron con la cabeza.
- El de la Guardia Civil.- Confirmó Paola.
- Exacto, ¿y cuál es el Guardia Civil más famoso que podemos encontrar en la ruta de las camelias y más concretamente en Vedra?
- Coño, Armada.- A Modesto le salió del alma.- Eres un genio Portela, joder, claro.
- ¿Y dónde podemos encontrar a ese Armada?- Paola estaba a punto de levantarse ya de la mesa.
- Lo va a flipar inspectora. Lo va a flipar.
Salieron a toda velocidad camino de Santa Cruz de Rivadulla. Al llegar a la puerta del pazo la cara de la inspectora pasó de emoción a abatimiento. Si había que buscar algo allí les llevaría días. Era inmenso. Aun así intentó mantener la calma con sus compañeros.
- ¿Estará el Señor Armada en casa?- le preguntó a Modesto.
- No sabe quién es, ¿verdad? Bueno, recuérdeme qué luego le demos un repaso al tema del 23-F. El coronel Armada no atiende visitas, está en un estado de salud bastante delicado pero su capataz Pepe estoy seguro qué no tendrá problema en ayudarnos.
Tuvieron que recorrer casi medio quilómetro hasta dar con la despensa y encontrar allí, organizando el cuidado de aquel paraíso natural, a Pepe. Lo pusieron al tanto y se encogió de hombros. Eran treinta hectáreas entre jardines, bosque, cultivos y un vivero de plantas ornamentales amén del Pazo. Paola sopesó pedir una orden de registro pero creyó que era perder el tiempo.
- ¿Tiene algún plano del Pazo, incluidos los jardines?- Paola necesita ver en papel aquel monstruo que tenía delante.
- Sí, por supuesto, si me da un momento se lo pediré Don Alfonso qué estará encantado de colaborar con la policía.- Desapareció mientras Paola sacaba aquellas dos páginas junto a la fotografía y las colocaba sobre una mesa de piedra.
- Vale, hemos llegado aquí por las pistas del cadáver, el siguiente paso tiene que estar relacionado sí o sí con estas palabras del libro. Nos quedan Andalucía, Ojén, y esa frase, no perdamos la perspectiva. Señores necesito que se centren otra vez, la vida de esa chica se nos va. Quedan trece horas para el año Santo.
Pepe volvió con aquel mapa antiguo en el que podían observar el trazado y la extensión del Pazo. Era muy minucioso así que Paola intentó encontrar algo qué la conectara con aquellas palabras sueltas. De repente cayó en un detalle importante.
- Estos árboles, ¿qué son?- Se refería a una extensión inmensa y uniforme de árboles a los lados de todos los caminos de la finca.
- Olivares señora, olivares.- Saltó como un resorte. Era eso.
- ¡Olivares, claro¡ ¿cómo no se me había ocurrido antes? Andalucía, olivares.
- Eso está muy bien Paola, pero hay millares de olivares, ¿qué buscamos?- Ella no dejaba de mirar el mapa. Costoya sabía qué aquel era su punto fuerte.
- A ver chicos, esa frase, no perdamos la perspectiva, está claro qué está referida a la perspectiva del trazado. El trazado está hecho a base de olivares. Sólo nos falta algo para dar con la clave. Pepe, diríjanos al camino central, desde dónde parte todo el entramado, ¿me entiende?
- Por supuesto, síganme.
Modesto, Portela y Costoya seguían a Paola aunque no sabían muy bien qué era lo que buscaba. Estaba cómo poseída. El inspector sabía que aquello era una buena señal.
- Pepe, discúlpeme, ¿hay algo en esta lista o en esta fotografía qué le llame la atención, qué lo relacione con algo que podamos encontrar aquí?- Acababan de entrar en el camino principal de la finca y los olivares se apostaban a ambos lados, métricamente perfectos e infinitos, cubriéndoles del molesto Sol. El capataz hecho un vistazo y mantuvo sus ojos firmes en la foto.
- Las camelias, tenemos un vivero…- Costoya se dio cuenta de algo qué no había vuelto a recordar.
- Trece, inspectora, es el número, no sólo nos trae a la ruta de las camelias, nos da una indicación, trece camelias, trece cruces celtas en la iglesia, ¿me sigue?- Ahora era Costoya el que estaba muy excitado.
- Le sigo inspector pero que medimos trece metros, trece pasos, no se…- Entonces el capataz se paró.
- Puede ser, igual es una tontería, pero los caminos al igual que los olivares están hechos en base a una métrica exacta. Los principales miden ocho metros y los secundarios cinco.- Costoya y Paola se miraron asombrados, trece metros, eran trece metros.
- No perdamos la perspectiva, ¿recuerdan? Pepe, estamos en un camino principal, de ocho metros, ¿verdad?- Afirmó con la cabeza. ¿Cuál es el primer camino secundario que se cruza con este?- Echó la vista a unas decenas de metros y señaló un camino a la izquierda. La inspectora seguida de sus tres compañeros empezó a correr. Allí no podía estar la chica, pero tenía que haber algo, estaba segura. Se paró en la confluencia de los dos caminos. Pensó. Ocho y cinco, tenía que ser al otro lado del secundario. Lo cruzó. Ante ella un olivar le saludaba, o al menos ella eso creyó, con una sonrisa grabada y sus brazos abiertos para ella. Aún podía verse la tierra removida en la base del árbol. La inspectora empezó a excavar. No tardó mucho en dar con aquella pequeña caja. La sacó, todos estaban en silencio, esperando el momento. Podía ser cualquier cosa. Era una caja de anís el Mono. La levantó, Modesto se acercó para ayudarle a abrirla. Los corazones latían a cien por hora. Millones de motas de polvo salpicaron el momento. Modesto, con la tapa en la mano, miraba el interior sin entender muy bien lo qué estaba viendo. Pero Paola qué ya estaba entrando en la mente de aquel jugador de cartas sabía qué habían encontrado el camino. Eran unos pendientes de cerámica con una especie de barcas en la base. Una sonrisa alumbró por fin la mañana. Abrazó a Pepe, si conseguían salvarla mucho hubiera sido gracias a él. Empezó a correr rápido seguido de Modesto, Portela, y mucho más lejos, cojeando, Costoya. No había tiempo que perder.
VII.LA JOYERIA
Mientras Portela conducía el coche qué les llevaba a la joyería dónde trabajaba la Iria Modesto estaba intentado liberar tensiones contándole a la inspectora el papel del Coronel Armada en el fallido golpe de Estado del 23-F. No es qué le interesara demasiado pero tenía que reconocer que aquel chico le caía bien, y conseguía entretenerlos pese a la tensión del momento. Aparcaron delante y salieron como centellas. Era la una, quedaban once horas para lo que nadie deseaba. El dueño los observó, curioso, y les contó la historia de aquellos pendientes de cerámica.
- Efectivamente, son nuestros, eran los que se llevó Iria, a veces hacía estas cosas, y a mí la verdad me parecía bien, el dejaba llevarse algunas cosas para venderlas, decía que era para amigas, regalos. Curiosamente esos pendientes nos llegaran esa mañana. No sé, la verdad, ¿y dice que la chica no ha aparecido?
- Yo no he dicho nada.- A la inspectora no le gustaba nada aquel hombre.- Aquí las preguntas mejor las hacemos nosotros. ¿Recuerda a qué hora vino Santiago a buscarla?
- Sí, como siempre, sobre las nueve menos cinco, nueve. Cerramos a las ocho y media, recogemos, limpiamos…
- No notó nada raro en ella ese día.
- Absolutamente nada, fue un día como cualquier otro. Se fue con su padre, tampoco le di mayor importancia.
Muchas gracias por su tiempo. Si necesitamos alguna cosa más es posible qué le llamemos para que haga una declaración en la comisaría.- Los cuatro fantásticos salieron del local sin nada nuevo que llevarse a la boca
Modesto propuso ir a comer y darle una vuelta a todo lo que tenía, a las cuatro era el entierro y tendrían que hacer acto de presencia. Paola llevaba un buen rato callada, dándole vueltas a todo. Al llegar al Grilo sacó de nuevo su folio, tachó lo que ya no les hacía falta y empezaron de cero.
- Inspectora, tiene que tachar Ojén también.- Era Portela el que hablaba.
- ¿Por qué? Sé que es un aguardiente muy fuerte, y que yo sepa no encontramos nada de eso.
- La caja, la caja de anís, el ojén se hacía con ramas de anís.
Joder Portela, es usted una caja de sorpresas, nunca mejor dicho.- Tachó aquella palabra y la primera lista quedó vacía. Ahora tenían que hacer frente a la segunda. ¨Bisutería¨, ¨Pendientes¨, ¨¡Aquí puede haber una pista¡¨, ¨Los pueblos del cinturón¨. Los pendientes ya los tenían, la bisutería no parecía decirles nada interesante. Intentó darle vueltas a aquella afirmación de los pueblos del cinturón. Estaban espesos y cansados. Prefirieron descansar un rato después de la comida y antes del entierro.
VIII. SANTIAGO
Fumando, en el exterior de aquel templo, considerado el primero Mariano del Mundo, valoró todo lo que habían encontrado. Aquellos pendientes con esas barcas, buscó el teléfono de cerámicas o castro y llamó, estaba seguro de qué no sería difícil de seguirle la pista a aquellos pendientes. Una voz de chica joven, amable, pero con mucho trabajo le respondió al otro lado.
- Disculpe señorita, soy el inspector Costoya, de criminalística. Estamos investigando un homicidio y hemos encontrado una pieza de su catálogo en la investigación. ¿Podría comprobar cuándo salió de la fábrica y cuántas copias salieron?- La voz de la chica cambió al darse cuenta de que estaba hablando con un inspector de policía.- Le dio la descripción de los pendientes y ella le pidió un momento de espera.
- Sí, inspector, fue un pedido específico de ese producto.
- ¿Quiere decirme qué es una pieza única? ¿Qué la encargaron para la ocasión?
- Sí, desde la joyería nos hicieron este encargo y el pasado jueves hicimos entrega del pedido junto con el resto. Recuerdo que el cliente insistió mucho en la importancia de la entrega aquel día.
- Pues muchísimas gracias, ha sido usted de gran ayuda.- En su camino, Costoya había llegado junto a la tumba del Camilo José Cela. Pensó que todo estaba conectado y qué nada era al azar. Lo que no entendía es qué escondía aquel joyero para no decirles toda la verdad. Le hizo un gesto a Portela y enviaron una patrulla a vigilar la joyería hasta al menos las doce de la noche, no quería sorpresas. Siguió observando a todos los que habían acudido al sepelio, uno por uno, para él todos eran posibles asesinos. Al terminar le contó las novedades a Paola y Modesto. Se hizo un silencio tenso. Seguían sin saber hacia dónde tirar y lo peor es qué sólo les quedaban algo más de seis horas para la apertura de la puerta santa.
Eran casi las nueve de la noche, en el centro de operaciones de O Grilo la tensión cortaba la respiración. Paola había desplegado un mapa con los pueblos del cinturón de Santiago por si aquello tenía algo que ver. Era buscar una aguja en un pajar. Pero las casualidades existen y en uno de los incontables viajes del camarero a su mesa se fijó en los pendientes y les dijo.
- Eses pendientes son de O castro, yo le regalé unos a mi mujer en las bodas de plata.- De repente Costoya abrió mucho los ojos. Lo había tenido delante de sus narices todo ese tiempo. Era una puta metáfora. Todo. Se levantó, nervioso y empezó a hablar.
- Claro, joder, cerámicas de O castro, a ver, Portela, tú lo sabes todo, ¿hay castros en este pueblo?
- ¿Qué si hay castros? Inspector, esta zona está plagada de Castros.- Paola abrió mucho los ojos y empezó a preguntar en voz muy alta. ¿Cuántos? Vamos Portela, ¿Cuántos?- Se le estaba saliendo el corazón del pecho.
- Y yo qué sé inspectora, no me paré a mirarlos.
- ¿Quiere usted mirarlo por favor, antes de qué me dé algo?
- Ah, sí, claro, no le entendía, espere un momento. Hubo un instante en qué la cara de Portela se puso blanca. Luego los miró y movió la pantalla del portátil para qué todos pudieran verlo. Trece. Trece castros. Todos en el cinturón que rodeaba a la Iglesia de Iria Flavia y alrededores. Trece camelias, trece cruces, trece castros.
IX. TRECE
Quedaban algo más de dos horas para la apertura de la puerta santa e inicio del Xacobeo. Iban camino otra vez de la iglesia, intentando, gracias a la enciclopedia Portela, encontrar cuál era aquel dónde encontrarían el premio. Habían seguido las pistas, los pasos, ahora esperaba que aquel jugador homicida cumpliese su palabra.
- Los pendientes inspectora, los pendientes.- Portela tenía una sonrisa en la cara qué no le cabía. Paola abrió mucho los ojos y esperó que continuara hablando.
- Pendientes de barco. El castro de O Barco. Tiene que ser ese.- Paola le dio un fuerte abrazo que azoró a Portela y provocó los celos de Modesto al que le había tocado hacer las veces de chófer.
- ¿Sabe dónde es?- contestó afirmativamente- Pues vamos porque nos queda poco tiempo.
- Está muy cerca del Ulla y también de la autopista. Es bastante grande la verdad.
Al llegar al acceso se dio cuenta de que aquello no iba a ser nada fácil. La luz empezaba a escasear. Propuso ir en parejas, ella iría con Modesto y Portela con Costoya. Cada uno revisaría una zona. El resto de patrullas estaban de camino pero no podían esperar. Empezaron a andar. Las obras de la autopista habían dejado aquello bastante desastroso. Pensó en lo poco qué le gusta al ser humano cuidar las cosas qué nos dejaron en patrimonio y la facilidad con la que destruye todo. Llevaban varios minutos andando. Modesto le había dicho que eran un par de hectáreas, pero los caminos estaban demasiado difuminados. Dio gracias de ir con Modesto que sabía lo que se hacía. De repente, a lo lejos, escucharon un disparo. Se asustaron. La inspectora sacó el arma y se tensó. No escucharon nada más. De repente a unos metros de ellos en la parte superior de la ladera notaron como algo o alguien pasaba a gran velocidad. Modesto la agarró del brazo, la tranquilizó. Cogió la radio.
- Portela, estáis bien. Corto.
- Sí, nada, el inspector vio algo moverse rápido en el monte, podía ser un jabalí, un ciervo, cualquier cosa y disparó, nos asustamos.
- Nosotros también lo vimos, ladera arriba. Sería un animal, por aquí abundan. Corto y cierro.
Siguieron avanzando más despacio, los minutos corrían, eran casi las diez y media. La noche estaba a punto de adueñarse del mundo y el tiempo se agotaba. De repente vio como una masa negra se abalanzaba sobre ellos, tuvo el tiempo justo a reaccionar y echarse a un lado, no así Portela al que cogió de lleno y tenía tumbado en el suelo. Era él. El jugador quería jugar su última baza y allí estaban frente a frente.
- Suelte el arma, no se lo repetiré, le juro que dispararé. No saldrá de aquí.- Intuyó como una sonrisa se dibujaba bajo aquel pasamontañas.
- Mi querida inspectora, una última pregunta, ¿sabe usted cuál es el árbol más adecuado para una colmena?
Casi sin darse cuenta desapareció. Se quedó helada. Fue hacia Modesto.
- No es nada inspectora, no se preocupe, continúe usted sin mí, tiene qué encontrar a esa chica…
- No puedo dejarte aquí así.- Tenía un fuerte golpe en el cuello y no podía moverse.
- Me quedo con la radio inspectora, en seguida vendrán los compañeros, corra por favor, corra tras ese loco y encuéntrela. Los castaños, la respuesta son los castaños. Siga todo recto hacia el río, allí está el Souto…- Lo abrazó.
- Gracias Modesto, no hubiera hecho nada sin vosotros.- Salió como alma que lleva el diablo, una mano en su linterna, otra mano en su arma, dispuesta a encontrar a aquella chica aunque fuera lo último que hiciera en su vida. Era imposible identificar nada pero bajó, sabía que si llegaba al río tendría que dar marcha atrás. No hizo falta, a pesar de la oscuridad, la frondosidad de aquellos árboles, el olor, todo lo hacía especial. Intentó ir más despacio. Podía estar escondido en cualquier lugar. De repente se dio cuenta que había como una especie de baúles en el medio de aquel bosque, tardó en caer qué no era otra cosa que colmenares. Empezó a correr. Al fondo empezó a escuchar un rumor, una queja, no podía ver nada con precisión. Apuntó con la luz al punto exacto.
Entonces la vio. Atada al último colmenar. Llorando de miedo. Temblando de frío. La miró sin verla, le habló despacio.
- Ya estoy aquí, tranquila bonita, ya acabó todo.- La abrazó fuerte, muy fuerte. Le secó las lágrimas con la mano.- Soy la inspectora Paola Gómez, llevamos buscándote dos días, no sabes la alegría que me da encontrarte.- Volvió a abrazarle.
- El hombre, el hombre…- Notó como Iria miraba a un punto indeterminado del infinito. De repente notó como el aire pasaba a su lado más deprisa, como una brisa salvaje de verano, y apuntó con su arma. Todo fue rápido, demasiado. Detrás de ella vio dos luces acercarse, eran Costoya y Portela.
- ¿Estáis bien?- Paola seguía mirando hacia algún punto del infinito, hacia el lugar por la que aquella brisa se había disipado.
- Sí, estamos bien. Ella está bien.- Miró para Iris y empezó a llorar. Eran casi las once de la noche. Habían llegado a tiempo.
- Y ese hombre, ¿conseguiste verlo?
- Sí, hablé con él.- Costoya la miraba con los ojos muy abiertos.
- ¿Y qué coño te dijo?
- Me dio la última pista. No estaba en las páginas del libro. Eran el libro.- Le señaló los colmenares.- Costoya empezó a contar.
- ¿Sabe cuántos hay inspectora?
- No me lo diga, trece, este es el número trece.- Sonrieron.
- Portela, llama a la caballería, que lo registren todo y una ambulancia para llevar a esta chica por favor.- Se levantó, estaba exhausta.
- No lo vamos a encontrar, lo sabes verdad.
- Lo sé Costoya, creo que esa será otra historia.- Costoya encendió un pitillo y maldijo el día en qué había escogido aquella maldita profesión. Así jamás dejaría de fumar.
FIN
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