«La increíble hazaña de una persona trastornada«, es un pequeño relato que narra la vida de Will de 24 años, un joven muy peculiar que lleva una vida rutinaria. Un día, casi accidentalmente, conoce a Kevin, un niño de 11 años, callado y tímido, que padece una gran depresión tras la muerte de su padre. Juntos aprenderán una importante lección de la vida de cada uno.
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Ring, ring, ring, ring, ring. Suena la alarma nuevamente, que indica el comienzo de otro día rutinario. Mi nombre es Will, tengo 24 años, vivo solo y trabajo para una agencia de seguros como el encargado de resolver problemas de los clientes de la aseguradora. Siempre hago la misma rutina, me baño, me visto y luego me miro al espejo. Al verme a mí mismo reflejado, siempre me avergüenzo de lo que veo en mi cara, pero siempre lo ignoro y sigo adelante. Luego me dirijo a la cocina y tomo mi medicamento diario. «Unas pastillas para el mareo que tomo hace años». Siempre me pongo una gorra antes de salir a la calle. Cubrir mi cabeza me hace sentir más seguro.
Siempre espero el mismo colectivo, que me deja en frente del edificio de mi trabajo. En cuanto llega, me siento al fondo a la izquierda; quizá porque le tome un cierto cariño a ese lugar. Durante la media hora de viaje que le lleva al colectivo llegar hasta mi trabajo, siempre me encargo de revolver mi pasado. Sin embargo en este caso reflexiono sobre un mail que recibí ayer. Se trata de Elena, una vieja pero muy importante amiga de mi madre. Tengo solo buenos recuerdos sobre ella, tal vez porque era tan amable como lo era mi madre y por eso cada vez que tengo noticias de ella, siento que estoy tratando con mi madre.
Mi madre ya no está conmigo, ella murió cuando yo tenía 10 años, pero sus recuerdos solo están llenos de buenos momentos. Si hoy soy la persona que soy ahora es gracias a ella. Todo lo que me enseñaba, era siempre a ser respetuoso y ser bueno con la gente. El cariño que me dio, forma parte de los recuerdos más buenos. Desgraciadamente no puedo decir lo mismo de mi padre, que hace que cualquier mínima cosa que recuerde de él me haga cometer locuras. No quiero detenerme pensando en él, lo único que pasaba por mi mente en ese momento, era recordar cada oración que decía el mail de Elena:
«Querido Will, recurro a ti, porque creo que eres la persona indicada para ayudarme con el problema que tengo ahora. El año pasado, mi marido y padre de mi hijo kevin falleció al terminar el verano. Trato de ser fuerte por mi hijo, pero desde ese acontecimiento él rara vez habla, siempre llega de la escuela decaído y se encierra en su cuarto. En la escuela creen que está destrozado psicológicamente, ya que nunca participa en clase y ni siquiera sale al recreo. Es por eso que quería pedirte, si puedes venir cada tanto a hablar con él. Creo que nadie mejor que tu va a saber cómo acercarte.»
No dude ni por un segundo en acceder. Haría lo que sea por una buena amiga de mi madre, y más si se trata de un asunto tan delicado como el que está pasando. Me baje del colectivo en cuanto llegué a la parada que me deja en mi trabajo y me dirigí a la oficina, en cuanto vuelva a mi casa, pensaría el día apropiado para ir a la casa de Elena y hablar con su hijo, ya que en mi trabajo no es un lugar muy cómodo para pensar esas cosas.
Luego de un día duro de trabajo, el cansancio me supera. Por lo que me lleva a comer algo de rápida preparación para luego dirigirme a mi cuarto a dormir. Sin embargo decidí llamar antes a Elena para confirmarle que mañana mismo, iré a ver a su hijo. Cuando le conté por teléfono que estaría encantado de ayudarla, no supo la forma de darme las gracias. Le dije que no tenía nada que agradecer, que por ella lo haría con gusto. Quede en que mañana mismo pasaría por su casa después del trabajo. En cuanto ya había arreglado todo, solo pensaba en poder ir a dormir. Por desgracia siempre me atrapan los malos recuerdos. Me obligan hacer cualquier cosa con tal de olvidarme de ellos. Escucho ruidos, ruidos fuertes, que resuenan en mi cabeza. Quizá me aturden y me dan dolor de cabeza, pero si no lo hago no me puedo dormir. Finalmente logro despejarme y reposar tranquilamente en mi cama, es ahí cuando puedo dormir bien.
Al día siguiente, repito la misma rutina de todos los días. Me levanto, voy al baño, evito mirarme al espejo, tomo mi medicamento diario y me pongo la misma gorra de siempre, antes de salir de mi casa. En cuanto subo nuevamente al colectivo, solo pienso en estar listo para causar una buena impresión en el hijo de Elena, no quiero decepcionarla. Muy probablemente, teniendo en cuenta lo frustrante que es para un niño de su edad, pasar por lo que está pasando, no le den muchas ganas de hablar con un desconocido, pero aun así intentaré hacer algo. Solo la llegada al trabajo hace que Kevin salga de mi cabeza. En cuanto llegue a su casa sabré lo que tenga que hacer.
Desgraciadamente tuve que trabajar una hora extra debido a un problema administrativo, por lo que decido tomar un taxi y de esa forma no retrasarme mucho para llegar a destino. En cuanto llego, me encuentro con la desgracia de olvidarme el piso del departamento, así que recurro a lo más estúpido que podría hacer: Tocar todos los pisos hasta dar con el de Elena. Luego de varios errores, el «5to b» me da la respuesta, ya que escucho la vos de Elena, lo cual es inconfundible para mí. En cuestión de segundos ella baja y me abre la puerta muy emocionada. No tardamos en darnos un fuerte abrazo. El tiempo reforzó más nuestro cariño mutuo. La primera palabra que sale de la boca de ella, es un «Gracias», pero no era un simple gracias, era de esos que te das cuenta enserio que necesitaba un apoyo en un momento de desesperación. Inmediatamente entramos a su departamento, en cuanto dejo mi mochila en la sala, ella me dice:
– Él está en su cuarto, al fondo a la derecha.
No tardo en dirigirme hacia su cuarto. Me doy cuenta que la puerta está cerrada, sin embargo Elena aparece detrás de mí y me abre la puerta lentamente. En cuanto entro, Elena exclama:
-Kevin, un buen amigo mío vino a conocerte.
Extrañamente no veo a nadie en el cuarto, pero en cuanto avanzo unos pasos hacia adelante, veo a un chico que está sentado con la cabeza baja en un pequeño rincón. Elena me mira y me dice que el es Kevin. Luego de un par de segundos, Elena se retira del cuarto y cierra la puerta para que tengamos privacidad. Sin dudarlo, me acerco, acomodo bien mi gorra y me siento junto a él en su rincón. Lo único que se me ocurre decir en cuanto me siento, es un simple pero alegre hola. Por desgracia y como era de esperarse en su situación, no me contesta. En ese momento recurro a un viejo truco infantil. Saco una enorme barra de chocolate con maní. Extrañamente mira la barra pero aun así no dice nada. Lo que me lleva a preguntarle:
-¿Qué ocurre?, ¡a todos les gusta el chocolate!
El continúa en silencio. Antes de que me desilusione de nuevo, increíblemente exclama una frase:
-No me gusta el maní.
Sonrió y le digo:
-¿Crees que no pienso en un plan B?
Saco otra barra de chocolate, pero esta no tiene maní. Es cuando noto que Kevin esposa una débil risa, pero aun así era una risa. Toma cuidadosamente el chocolate que le ofrezco y afortunadamente la acompaña con más palabras:
-Mi papa, siempre me traía una barra de chocolate cuando llegaba del trabajo.
Veía que Kevin había empezado a tener un poco de confianza conmigo, así que exclame:
-Tu papa, parece que fue una persona realmente buena.
-Lo era, era más que nada mi mejor amigo.
-No me extraña, por lo que me ha contado tu madre, tu padre era una persona única.
-Pero ya no está conmigo, no sé cómo poder estar feliz sin él.
En ese momento, empecé a recordar a mi padre. No me gusta recordarlo para nada, me trae malos recuerdos, me pone tenso y me mareo en cuanto pienso en eso. Por lo que me lleva a sacar mi medicamento y me tomo una pastilla para que se me vaya el mareo.
-¿Qué es eso?-. Preguntó Kevin
– Solo unas pastillas para el mareo.
-¿Vos también perdiste a tu padre?
-Sí, pero realmente estoy mejor sin él.
-¿Por qué estarías mejor sin un padre?
La tensión volvió, el cuerpo me tambaleaba de nuevo, así que tome otra pastilla. No me gustaba para nada hablar ese tema, pero debido a que yo le pregunte por su padre, me pareció justo que el pregunte por el mío, así que duramente le dije:
-Porque cualquiera estaría mejor sin recibir golpes e insultos.
-¿A qué te refieres?
El mareo aumentaba, pero aun así continué hablando
– Me refiero a que mi padre era un maldito miserable que arruino mi vida y también arruino mi comportamiento. Cuando mi madre falleció, se sumergió en una vida alcohólica, lo cual me convirtió a mí en su muñeco de tensión.
-¡No puedo creer lo que me estás diciendo!
-Créelo, él todos los días que se encontraba furioso, me usaba para golpearme y saciar su ira.
-¿Y qué quisiste decir cuando dijiste que arruino tu comportamiento?
No se me ocurrió mejor idea de explicarme, que inclinarme y quitarme la gorra que siempre llevo puesta fuera de mi casa. Kevin observó horrorizado mientras veía la gran cantidad de moretones que llevaba en la frente. Esos moretones son el resultado de todas las noches que vuelvo a casa y se me pasa el efecto de las pastillas que me recetó el psiquiatra. Las noches es cuando más se concentran mis recuerdos y vuelven a mí con toda la fuerza. Es por esa razón que los ruidos que escucho antes de irme a dormir son producidos por mi propia voluntad. Esos ruidos, son el sonido que produce el placar en cuanto mi cabeza se estrella con ella. Es irónico a decir verdad, que el dolor físico me quita el dolor sentimental.
Antes de que pueda explicarle las marcas, mi cuerpo empieza a tambalearse colosalmente, lo que provoca que me caiga desmayado. Antes de perder la conciencia dejo caer mi frasco de pastillas al suelo. Kevin se acerca a mí, pero se detiene para leer el frasco que se encontraba tirado, del cual decía: «Antidepresivos». Es ahí cuando le digo:
-Se supone que no debo tomar más de la dosis recomendada por mi psiquiatra, porque hace que pierda la conciencia. Pero a decir verdad soy un enfermo y mis trastornos son más fuertes que yo.
-¡Mama, mama, llama a una ambulancia!- gritó Kevin desesperadamente.
Abro los ojos y veo un cuarto blanco, con una ligera suciedad. No tarde en darme cuenta que estaba en el hospital. Junto a mi estaban Elena y Kevin.
-Nos diste un buen susto-. Dijo Elena
-Enserio lo siento-. Dije yo.
-¿Por qué no me dijiste esto? Yo no hubiese dudado en ayudarte Will.
-Porque pensé que no valía la pena.
-Will, te adoro tanto como yo adoraba a tu madre, eres como alguien de la familia para mí.
-Estaré de acuerdo a comenzar de nuevo y acepar tu ayuda con gusto.
Elena sonrió alegremente al escuchar eso. Inmediatamente después, dirigí mi mirada hacia Kevin. En ese instante me di cuenta que era la persona perfecta para explicarle lo duro que es pasar por el momento del cual estaba pasando Kevin, por esa razón le dije:
-Tienes que entender, que a pesar de que tu papa no este mas contigo, sus enseñanzas y buenos recuerdos siguen viviendo en tu mente. Por eso aprovecha todo lo bueno que te dejó y úsalo para seguir adelante. No cometas el mismo error que cometí yo, porque además tú tienes la ventaja de tener solo buenos recuerdos.
Kevin me sonrió y me abrazo. Unos minutos después, aun con su cuerpo sobre el mío por el abrazo dijo:
-Gracias por esto. Sin embargo ahora me toca a mí devolverte el favor. Nunca más volverás a estar solo, porque quiero que tu vivas con nosotros a partir de ahora.
Miré a Elena y asintió con la cabeza, ella estaba perfectamente de acuerdo. No supe que más decir, así que tan solo exprese mi alegría con mi mejor sonrisa.
Will y Kevin aprendieron mucho en su encuentro. Will le entrego a su amigo una buena enseñanza sobre tomar lo bueno que te dejan las personas a pesar de que ya no estén. Kevin le devolvió la posibilidad de nunca más estar solo.
Todos somos capaces de hacer el bien para quien lo necesita, sin importar quien seamos o que tan duro haya sido nuestro pasado o presente. Ya seamos ricos, pobres, negros, blancos, discapacitados o en este caso un trastornado.-
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