Los matorrales le impedían la vista, lamian su piel con lenguas de espinas, con besos de gasolina. Una mezcla de barro, dolor y confusión. Sabía que era de noche, pero era una noche más madura y oscura que su último recuerdo, antes de que todo se perdiera entre niebla y asfalto.
Le dolía la espalda y no podía ver con facilidad, movió brazos y piernas para asegurarse que no había perdido movilidad, y se alegro al saber que aun podía haber una oportunidad de salvarse, de que lo encontraran. Pero ellos estaban lejos, o por lo menos sus ojos borrosos así lo engañaban, las luces se percibían distantes y las sirenas se oían más lejos de lo que a él le hubiera gustado, y por más de que forzara la garganta en pedir ayuda, sabía que no le escucharían.
Se tanteo el pantalón de cuero desgarrado, y noto como la gruesa sangre seducía su cuerpo, era una herida grande, pero no lo suficiente para derrotarlo >no me ganaras esta noche madre muerte< se dijo al tiempo que revisaba el casi destruido bolsillo y encontró su salvación, su celular. Le dolía el cuerpo entero, como si por lo menos quince pandilleros lo hubieran pateado seguidamente durante horas. Puso el aparato en modo linterna y lo agito con la esperanza que alguien lo viera.
Estaba por dormirse, por desmayarse, por morirse, sus ojos se cerrarían y la muerte lo tomaría tan miserablemente como la vida que había llevado.
-¿¡Se encuentra bien señor!?-Las palabras elevadas por un megáfono le llenaron el vientre y el alma de tranquilidad -¡Estaremos allí en un segundo!- Su esfuerzo por mover desesperadamente la linterna-celular había funcionado, lo habían visto -¡Todo va a estar bien! ¡Trate de no moverse!- Se salvaría de esta y viviría para contarlo.
Estaba tendido sobre un arbusto que apenas aguantaba sus poco más de setenta kilos, y lo único que podía hacer, era admirar la destreza con la que actuaban los rescatistas que, rápidamente, habían descendido a rapel desde la carretera. Eran dos y estaban maniobrando la camilla con la que subirían a Mike una vez que lo hubieran asegurado. Eran sombras que ataban cuerdas y abrían y cerraban los mosquetones rápidamente, bañados por la lámpara de emergencia que destilaba luz por encima de la vía, donde más rescatistas y bomberos se habían reunido alrededor del siniestro.
Mientras dilataban sus pupilas y aseguraban su cuello con un artefacto ortopédico, Mike se sentía a salvo, sabía que había estado a centímetros de la muerte, aunque no pudiera recordar nada, no podía hacer memoria de que había ocurrido para que se hallara tendido y medio muerto en el abismo, pero aquellos pensamientos los dejaría para más tarde, cuando pudiera por lo menos ponerse en pie.
–Ha tenido un accidente automovilístico, trate de no moverse, mi compañero lo va a asegurar a la camilla. Mi nombre es Thomas, soy paramédico, todo va a estar bien- >Gracias Tom< pensó Mike ya que no podía hablar, le dolía bastante el cuerpo entero >Te debo una cerveza, mas tarde, cuando me levante de entre los muertos< incluso mal herido se atrevía a bromear en sus pensamientos.
-Estamos listos para ascender Thomas- dijo el segundo rescatista habiendo asegurado al herido.
-Pues entonces subamos- dijo sonriendo, Mike lo notó, a pesar de que todo estuviera negro y ensombrecido. -¿Ves? Te dije que todo saldría bien, en un momento estaremos arriba.
Estaban subiendo la camilla sujetada por cuerdas que nacían de una grúa con el fin de que no se golpeara con la pendiente del abismo, Thomas iba con él, mientras que el otro rescatista subía a la carretera casi de la misma manera en que había descendido. Pronto estuvieron arriba, recibidos por manos amables y luces de varios colores, que debido a su intensidad, dejaron a Mike ciego temporalmente, incluso no llego a darse cuenta en qué momento lo habían subido a la ambulancia, sino hasta que contemplo el complejo vehículo y que más allá de sus pies se encontraba Thomas con un oficial de la Fuerza Especial Civil, o eso parecia, no podía asegurarlo.
-Lo llevaremos al Hospital Universitario Gregori Cooper, es el más cercano que hay a estas montañas, igualmente es allí donde se dirige la otra ambulancia con el otro herido- Le explicaba Thomas al oficial.
>¿Otro herido?< Mike se consterno debido a que no recordaba que iba con otra persona >¡Mierda! No recuerdo haber salido con alguien. < Se tocó la cabeza y notó la gran herida en su frente. >¡Mierda! ¡No recuerdo nada!< Seguro lo habían chocado, confiaba demasiado en su destreza y nunca se había accidentado por su culpa >Espero que sea el imbécil que me estrello < Era un hábil conductor, su moto y él eran un solo ser, al igual que el resto de sus colegas con sus propias bestias de acero.
-De igual manera le seguiremos, deseamos hacerle preguntas a este…- El oficial se interrumpió al percatar que Mike le estaba observando y muy probablemente escuchando –personaje- Termino por decir.
Thomas cerró las puertas de la ambulancia tras de sí y se ubicó al lado del herido. – ¡Arranca!- le grito al conductor y el automotor se puso en marcha rápidamente. Mike quería pensar en el estado de su moto o de quien sería el otro sujeto herido o que había sucedido, pero el ruido de la sirena, el dolor en su pierna, el sabor a sangre en su boca, todo le impedía concentrarse.
-Antes de llegar debo hacerle un par de preguntas- La voz del rescatista lo sacó del caos mental por el que estaba a punto de adentrarse. – ¿Me puede decir su nombre?
-Mike- Notó como su voz había cambiado, como si el accidente le hubiera sustraído parte de su vida, como si le hubiera succionado parte de alma – ¡Oh! No, espere, Mike es como me llaman, ni nombre real es…- No podía recordarlo, pero como no, no podía recordar ni lo que había pasado.
-No se preocupe, ¿Sabe en qué día de la semana estamos?
-Viernes- Apostó por ese día sin estar seguro, aunque probablemente lo fuera, entre semana el trabajo le impedía salir, su único tiempo libre era los fines de semana, y el sábado estaría con los demás, no en solitario como esa noche, y el domingo muy rara vez salía a pasear, y mas tan tarde, sabiendo que debía levantarse temprano al siguiente día. >Ya estoy razonando mejor, espero me dure< pensó.
-Bien, ¿Puede recordar en donde se encontraba antes del accidente? ¿O puede decirme en que ruta nos encontramos?
-Claro- Eso bajo su autoestima que había subido por el razonamiento anterior. –Por la ruta 84 hacia el este- La imagen mental de la señal de transito indicando la ruta se le vino rápidamente a la mente.
-Bien, por ultimo ¿Sabe en qué vamos? ¿Sabe quien soy yo?
-Claro- Mike sonrió – Eres Tom el rescatista y vamos en una ambulancia hacia el Hospital Universitario Gregori Cooper – Su sonrisa se apagó, sabía que donde se encontraba el hospital no era en una zona amiga. Recordó su celular. –Tom, ¿Puedes llamar a una persona para que me encuentre en el hospital?
-Seguro- Dijo el rescatista con una sonrisa en los labios mientras terminaba de realizar unas anotaciones. – ¿A quién deseas que llame?
-A Seth, su número está en mi celular.
-¿Familiar o amigo?
-Ambos- Mike empezaba a sentirse mareado.
La ruta por la que descendía la ambulancia debía rodear la montaña, y las curvas que debía tomar eran muy pronunciadas, no era nada raro que se produjeran muchos accidentes allí casi a diario, de hecho, la montaña tenía mala fama, y había adquirido el apodo de Monte Final, debido a que la gran mayoría de estadísticas de accidentes automovilísticos habían ocurrido allí.
Mike sentía como la ambulancia giraba, la herida en su frente intensificaba la sensación de mareo, eso y sumando los dolores que sentía en su cuerpo, especialmente en su pierna, hicieron que se desmayara, dejándolo sin saber si el rescatista había hecho la llamada prometida.
Estar desmayado era casi tan parecido a estar dormido, y entre imágenes y recuerdos creyó estar soñando. Soñó que su padre le preguntaba por la hierba verde amarillenta que tenía en su cajón, y la ilusión se asemejaba más a un recuerdo que a un sueño, y sintió que las piernas le temblaban y las manos le sudaban, siempre se sentía así cuando se encontraba bajo presión, y cuando su padre encontró por primera vez marihuana en su cuarto, la sensación casi química de miedo y desesperación le había obligado a correr tan rápido como sus piernas le permitían, como su corazón latía, como sus lágrimas caían. Fue la primera de muchas veces que huyo de casa, tan solo para regresar vergonzosamente a los pocos días, con el orgullo muerto en manos vacías.
Recordó, soñó o se inventó, no estaba seguro, que había tenido la misma sensación en muchas ocasiones parecidas, siempre que era puesto bajo presión, siempre que unos ojos le juzgaran y le interrogaran bruscamente. Así había sido durante su entrevista para entrar a la facultad, episodio en que se había sentido vendido, como un animal salvaje en un mercado en Malasia. O su primera entrevista de trabajo, donde el sujeto de traje y corbata vacíos le reflejaba la sombra de su tío, y de cómo sus palabras afiladas le habían hecho sentir mediocre, incapaz y absurdo. O la vez que su prometida encontró cartas y mentiras, y recordó que el silencio es más cruel y justo que nada vivo o muerto en este mundo.
Su vida había sido como cualquier otra, sus problemas eran tan grandes o pequeños como los de cualquier otro idiota, tenía anhelos y caprichos, y se esmeraba en sobrevivir el día a día, lleno de papeles, fatiga y decepción. Pero todo eso lo olvidaba cuando sentía el acero entre sus piernas, cuando el sonido del motor se sincronizaba con el latir metálico de su corazón, cuando el viento le besaba el rostro y le regalaba imágenes de carretera, cuando el estrepitar de las bestias de sus colegas a su lado llenaban de miedo el asfalto, cuando sentía que acelerando a ese lobo de petróleo, sus miedos y preocupaciones desaparecerían.
-Su estado es muy estable, lo dejaremos lo que queda de noche y si sigue así de bien le daré salida hacia el mediodía de mañana. Asegúrese que se cuide muy bien la herida, no queremos que se infecte.
Mike no lograba diferenciar las siluetas borrosas, había una blanca y una negra, como dos piezas de ajedrez enfrentadas con la mirada y armadas con la estrategia.
-Bien. Gracias doc- Esa voz gruesa cargada de pesimismo y agresividad la reconocía Mike.
-¿Vortex? ¿Eres tú?- Su voz era diferente aún, pero sentía que estaba recuperando fuerzas. –Mi fiel can, acércate- Mike levanto la mano. –Estas son mis últimas palabras, toma nota…
-Déjate de estupideces Mike- Las fuertes palabras del sujeto de más de dos metros de altura hicieron que el doctor abandonara la habitación. –Estas hecho una mierda- dijo sonriendo al tiempo que se sentaba incomodo en la silla de plástico que estaba al lado de la cama.
-Gracias, tus palabras me reconfortan- Respondió al tiempo que se incorporaba en la cama de manera que pudiera ver a su compañero mejor. –Siempre tan cariñoso.
-Si claro, menudo lio que casi has armado, tuvimos que sobornar al camillero que te traía en la ambulancia y a un portero y amenazar a la enfermera. El tipo de la FEC[1] se ha ido porque estabas desmayado y pues- Vortex se interrumpió y sus ojos se volvieron del negro más abismal que se pudiera encontrar en la tierra.
-¿De qué rayos hablas? ¿Por qué? ¿Qué hice? ¿Qué pasa?
-Hasta un niño hubiera sabido que el vodka no se utiliza como colonia, afortunadamente el olor a sangre disimulaba el aroma a alcohol, por todos los dioses, ¿En qué mierda estabas pensando?- Vortex se levantó bruscamente de la silla y su majestuosidad casi monstruosa pareció oscurecer la habitación. –Rose esta abajo con Larousse y con el mismo Seth en persona, Cuervomojado se encuentra afuera con otros hombres vigilando la zona, debemos largarnos antes del amanecer, y claro- Su voz pareció perder fuerza- Tenemos que llevárnoslo.
Mike estaba más consternado y confundido de lo que hubiera podido haber estado en toda su vida, la cantidad de información que le soltaba su colega era tan difícil de digerir como la sangre en su boca horas antes.
-Por si no te has dado cuenta tuve un accidente, y mi proceso cognoscitivo y mi raciocinio no están en su cien por ciento. ¿Me puedes explicar qué pasa?
-Te lo explicare en el camino.- Vortex tomó las muletas que habían en el rincón de la habitación. – ¿Puedes levantarte y medio caminar, o tendré que cargarte como un bebe?
-Otra vez, acabo de tener un accidente y…
-Tenemos que irnos inmediatamente.-
-Pero el doctor dijo que…
-Me importa una mierda lo que el doctor diga o no, tenemos que abandonar la zona, ordenes de Seth, es peligroso estar acá, si los Media Luna no nos encuentran y nos destripan, el mismo Cuervomojado lo hará si no nos largamos antes del alba. Somos muy pocos. Todo ha sido tan repentino.- Su voz de nuevo pareció lúgubre.
Era difícil decirle “no” a Vortex, un sujeto tan alto como ancho, de cabello ondulado hasta los hombros con el tono de un ámbar oscuro, color que tenía también en su espesa barba plagada de anillos. Bárbaro o nórdico, era un buen amigo, calmado como lo puede ser un elefante en solitario, no era alguien al que había que molestar.
Salieron de la habitación como presos queriendo escapar, Vortex se aseguró que no hubiera nadie a la vista para que los detuviera, tenía un afán inmenso por salir de allí lo más rápido posible. Tomaron el ascensor y una vez dentro, Mike se colocó la chaqueta de cuero que estaba dentro de la bolsa de sus pertenencias.
-No recuerdo nada, me está empezando asustar. Oye, ¿Qué hace Rose aquí?
-Más te vale acordarte de las cosas, Seth quiere respuestas y las quiere rápido, y Rose está aquí…- De nuevo ese tono bajo que terminaba en silencio. –No seas cínico. Vamos.
Las puertas se abrieron en el primer piso, se encontraba ridículamente vacío para ser un hospital, pero era entendible, aún estaba oscuro. Cruzaron el lobby principal y pasaron por enfrente de la capilla. Mike ya se empezaba a acostumbrar a las muletas, era incomodo pero no algo difícil de lograr. Doblaron por la esquina donde finalizaba el templo y se dirigieron por un corredor largo y estrecho, doblaron una vez más a la derecha y salieron a lo que parecía el estacionamiento de las ambulancias del hospital. El amanecer no nato quería despertar llorando lluvia, y las tres sombras que los recibieron, estaban envueltas con el mismo pesimismo de un alba moribunda.
-Que gusto verte bien Mike- El chico rapado le dio un abrazo. –Temíamos que tampoco sobrevivieras.
El único entusiasta era el joven calvo, pero sus palabras lograron pararle el corazón a Mike.
-¿A qué te refieres Larousse?- Dijo sujetando al muchacho al tiempo que sentía una mirada clavada en él, tan inquisitiva, tan punzante. Sus manos le empezaron a sudar, y aun así, saco fuerzas y le devolvió la mirada –Rose- Su voz se llenó de algo más que simples palabras. -¿Qué haces aquí?
El tono rojizo que adquieren los ojos cuando lloran, combinaba perfecto con el color de su cabello. Rose no tendría más de veinticinco años, y cuando se acercó a Mike con movimientos delicados y armónicos, su rostro pareció cambiar al de una mujer de más de cuarenta. Sus miradas se encontraron tan cerca, que Mike no se dio cuenta del bofetón hasta sentir el sabor a sangre en sus labios.
-Entra al auto y deja de ser un estúpido- Dijo Seth con una voz fría y calculadora. Se encontraba detrás de ellos de pie al lado del vehículo. Le abrió la puerta negra carbón del Impala SS427 modelo 1969, y le invito a subirse, mientras daba la vuelta para quedar al volante.
Rose se dio la vuelta y se subió en la moto de Larousse al tiempo que se ponía el casco. Vortex hizo exactamente lo mismo, encendiendo la monstruosa motocicleta.
-Mejor haz lo que dice.- Se tomó un momento. -Por cierto, siento lo de King.- Dijo Larousse dando media vuelta y subiéndose a su moto.
Mike no tenía otra opción. Le harían preguntas que tal vez no podría contestar, y sus miedos y dudas estaban por tomar cuerpo y nombre.
[1] Fuerza Especial Civil, se asemeja a lo que fue la Policía, pero tiene más poder armamentista y no obedece directamente al Estado, aunque reciba dinero de este.
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