EL DIOS DEL DOLOR

Cupido, el dios del amor tal vez se convirtió en el dios del dolor. Cambio su carcaj de lino y sus flechas de fragancia dulce bañadas en miel, por un carcaj de carne podrida flechas de fuego, hielo y veneno.

Se convirtió en el verdugo del mundo, su amor se transformó en odio, envenena lentamente con sus flechas a la humanidad, volviéndonos tóxicos, sus flechas de fuego mantienen encendida la ira, el odio y la envidia, las de hielo obstruyen la entrada y salida de buenos sentimiento volviéndonos insensibles.

En algún momento deseaba tener algo serio con una mujer, pero no por la presión social o para sexo, ni para dejar de sentirme tan golpeado por la abrumadora soledad que sentía. Aquella mujer me hizo sentir lo que ninguna otra mujer podía despertar en mí, en ese momento cupido me flecho con sus flechas dulces, pero no sabía que mientras pasaba el tiempo ese amor se convertiría en odio.

Noches largas y frías desvelándome pensando en ella, en encontrar una manera de ganar su amor, de que ella sintiera lo que yo sentía por ella. En un punto de mi vida decidí confesar mis sentimientos hacia ella, pero eran sentimientos no correspondidos, ella una adolescente, yo un pequeño preadolescente. El tiempo pasó y yo decía que ella era parte del pasado, pero cupido lanzo sus flechas de veneno para que el odio empezara a surgir, sus flechas de fuego para que el odio no muriera, Fuego y veneno destruyendo mi ser.

Las noches me parecían interminables mientras veía sus fotos, pedazos de papel que me acercaban más a un gran abismo de tristeza, día tras día sobreviviendo de manera agonizante. Cupido seguía atacando, aquellos sentimientos que no sabía cómo canalizar él los usaba para intoxicar a los que me rodeaban.

Mientras lentamente me acercaba a mi ejecución yo seguía pensando en ella, mientras sabía que ahogaba sus penas con otros hombres, me dolía más el hecho de que ella sufriera que por mi propio dolor. Sabía que lo que ella hacia la acercaba más a la muerte.

Yo realmente era diferente, mi verdadero yo fue corrompido por el paso del tiempo.

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