El jardín inmóvil e inocuo
Gastaba un limpio aroma
Pero una vez me suscitó
Un delirio para nada bueno
Sus exóticas flores negras
Abriéronse malignas
Ante el fulgor de mis grutas
Maravilladas, asombradas
Dieron paso a la comarca
De praderas imaginarias
Despobladas y lúgubres
Yacentes bajo su memoria
Sombras movedizas
Detallaban curiosas e impávidas
mi tembloroso cuerpo
A la margen de las rezos fervientes
Columnas angulosas
Paredes tridimensionales
Fachadas enormes y raras
Eso era lo que detallaba
Y al nordeste retirado
Agitabánse las sombras
Cual vanidosos mosquitos
Alrededor de paraísos inéditos
Y al correr de los minutos
Parado delante del jardín
Apenas cesaba la lluvia
Del festín de delirios
Resultaba fenomenal
Asimilar tal suscitación
Tan horrible e increíble
Si es que acaso fue real
Paraderos secundarios
A la mente e infierno
El mundo poco a poco
Revela su verdadera faz
Por eso soy ateo
Y el jardín aromático
Constató esa verdad
Así que no cederé
Una dorada aura
Me envuelve a diario
Derivación de presenciar
Aquel delirante hallazgo
Y hoy por hoy
No he podido zafarme
Ni mucho menos olvidar
El horror de las corolas
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