Olvidar el suspiro

Subía el sol disipando la bruma nocturna. El hombre aflojó el cuello de su camisa. En el establo las vacas con pereza esperaban. Esperaban ellas la rutina diaria. Apenas el día de ayer así hubiese sido. Inclinándose en sentadilla las hubiese ordeñado, como todos los días. ¿Por qué este calor norteño que hasta ahora no había sido sino hogar, costumbre y familia, hoy le recordaba el doloroso pesar? Por un momento se inclinó apoyándose en la barda. Horas más tarde su comida seguía en la misma posición, ahora fría y sin haber sido probada. El viento traía aroma solano, uno soledad.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS