El café estaba caliente y cargado, de un negro intenso y profundamente amargo, lo acompaño con un cigarro sin filtro, y una melancolía a medias, Miguel estaba sentado en la cafetería universitaria, afuera goteaba el cielo de manera constante y uniforme, empapando los ladrillos destruidos que tapizaban el suelo, arrinconando a la gente en cualquier pedazo de techo, haciendo florecer las sombrillas y la nostalgia de los sensibles. lateral a la mesa de aquel desdichado se encontraban en plena tertulia un grupo de bohemios, académicos, de pintas peculiares, vestimentas oscuras y sobrecargadas, cabelleras largas en los hombres y cortas en las mujeres, con sus cigarrillos al unísono, al igual que sus risas resignadas, entre ellos había un hombre que tocaba la flauta, lo hacía con vehemencia pasional, mientras los otros casi no prestaban atención a lo que la flauta les decía, pero Miguel si, sintió la abstracción venir sobre él como un acto divino, como el telón de lo trágico y secreto, se imaginó una escena frente al fuego donde un Sátiro hacia resonar sus cascos conforme las brasas chispeaban y el danzaba solo para ellas, con su cabellera castaña y su barba horquillada, con una divinidad que solo lo sobrehumano la puede poseer, el artilugio duro hasta que el joven termino, y en sus ojos se desvaneció esa fina capa de sueños, de paz, y a la par se desplegaba la realidad inmutable, escasa de satisfacción , tan enfrascada en leyes y doctrinas, tan forzada como para ser feliz.
Cuando volvió en sí, se percató de que su cigarro estaba a punto de quemarle la mano , se había consumido todo mientras duro su abstracción, además el café esta frio, y con algunas cenizas flotando por encima; nuevamente recordó el porque estaba en ese estado depresivo, las cosas marchaban mal como siempre, acababa de recibir su calificación en el parcial de cálculo, como lo esperaba, la nota era pésima , pero aunque el derrumbe de esperanzas era de algún modo previsto, las cosas eran más difíciles cuando se asimilan de manera radical; se levantó de su asiento, en la mesa dejo su café ceniciento además del periódico que había leído en la mañana, la misma mierda de siempre pensó , las cosas no cambian.
Camino sin abrir el paraguas, alejándose de manera lente casi que cansada, era como ver caminar a un hombre que le cuesta despegar los pies de la tierra, que le cuesta respirar, que le cuesta vivir, esa tarde vago por las calles mojadas sin tener un objetivo preciso, solo deseaba disipar un poco el pensamiento, tratar de menguar un rato con el día, esperar a que el mundo que lo asecha se quede esperándolo por un par de horas más; pronto oscureció y al tomar el transporte a casa sintió repulsión con la gente en general, el bus estaba a testado del vaho insoportable de muchos resignados que se aplastaban en sus asientos esperando cruzar esa ciudad inclemente para llegar a su hogar, el regreso se volvió eterno, desde entonces ya empezaba a presentir lo mismo de siempre, sin un cambio por lo menos apreciable. Apenas llego abrió la puerta con resignación y entro tratando de no desfogar sus sentimientos con las personas que no tenían la culpa, porque pese a la radicalidad de su pensamiento, jamás culpo a sus padres de manera directa por el desorden mental que lo asechaba, es cierto que ellos lo trajeron al mundo, pero al fin de cuentas es lo más normal dentro una sociedad que no para de reproducirse, además, desde de su perspectiva, sentía aprecio, en especial por mamá, la quería a su manera, sin demostrárselo ni decírselo, ella también lo sentía, y por supuesto ella lo adoraba, su único hijo, su vida verdadera; lo que no podía era amarse a sí mismo, reconocerse como parte de la integridad y valorarse como ello, no pudo con eso , ni tampoco con el amor al prójimo desconocido y por mas burdo que suene, es lo más natural en este mundo. Como era de esperarse, su mamá lo recibió con cariño, le pregunto como de costumbre que había marchado el día, el respondió que todo estaba bien, que no aconteció algo que fuese lo suficientemente relevante para contárselo, ella lo acepto, sabía que su hijo hablaba poco, pero también sabía que algo pasaba, que su hijo mostraba cierto desdén y desgano en la mayoría de cosas que le acontecían, aunque nunca lo decía, pero parecía que todo lo que le sucediese le causara desdicha, como que nada en este mundo le causara asombro o un poco de felicidad. Esperaron a que el hombre de la casa llegara para cenar en «familia», para guardar la tradición, cuando él llego la comida estaba fría y todos tenían hambre, don Armando era un coronel veterano, ascendido a un cargo modesto de oficina después de partirse el lomo en el monte, milito en el Urabá antioqueño, sopeso por más de dos años la inclemencia del clima del llano y espero por cinco años en la tierras del cesar combatiendo con grupos armados de distinta tendencia revolucionaria, como era de esperase, era un hombre de carácter, escaso de sentimentalidad, sin embargo sentía afecto sin lugar a dudas por su hijo, aunque lo mostrase de una manera distinta, y aunque su interacción parcialmente parecía vacía, con lo que respecta a su mujer, ya la relación era distante, como más de compromiso que deseo, ya todo se estaba convirtiendo en la formalidad que se requería para perdurar el hogar o mas bien la asociación que se adapta a las proclamas de la sociedad, se podría decir que ya estaban sintiendo la vejes y como sus caminos se recortaban, ya no miraban el mundo con sus ojos, más bien con los de su hijo, la única proyección de ellos hacia la vida.
Cenaron y el señor de la casa prendió la televisión, mientras que la señora se dispuso en la tarea de buscar el album y recordar la niñes de su hijo, deseo tanto en ese momento que él estuviese ahí, dispuesto a compartir un par de minutos con ella, se imaginó la escena donde estaban juntos y se disponían a recordar, en ese instante una lagrima fugitiva resbalo de su mejilla, sintió que se deslizaba con rapidez hasta perderse en su pecho; su hijo, su niño, lleno de logros, pero tan infeliz por dentro, a simple vista pensó que cualquier muchacho de su edad desearía poseer las oportunidades de su hijo, tan lleno de potencial, con logros académicos desde la infancia, con unos padres que lo apoyan y por lo menos una madre que lo ama como nadie se imagina, pensó el porqué de las cosas, como cuando no se tiene se es infeliz y cuando se tiene también, pensó en la extrañeza de la vida , en que nada es ideal aunque aparente lo contrario, sintió la soledad de su hijo, su timidez con el mundo, sintió compasión por él, y le entro el deseo de buscarlo, de tocar su puerta y hablarle, de tratar de escudriñar en sus entrañas, extraer tanto veneno innecesario aun , puesto que para ella él era muy joven para que se resignase, para que el palpito de sus pupilas se diezmara y dejaran de soñar por prestar atención a la realidad, sin embargo no se atrevió, tal vez ese era la cobardía trasmitida , algo hereditario , su hijo no había adquirido la templanza de su padre, lo contrario era tan sensible como ella aunque no lo demostrara, aunque siempre se refugiara tras la cara dura y egocentrismo del intelecto, finalmente guardo todo y se tendió en la cama impotente , infeliz, deseo que mañana fuese un mejor día , un día para esquivar los ojos ante la realidad .
A las cuatro de la mañana el Miguel ya estaba despierto, tenía clase de 7 , así que debía de estar a las 5 y 20 en la estación; cuando ya estaba casi listo el coronel se levantó al igual que su mujer para tener listo el café cuando él acabara de bañarse, todo marcho sin nada relevante, cuando eran las 5 y 15 su madre les sirvió el café, amargo para él y dulce para su padre, le empaco lo mejor que pudo algo de comida, estaba contenta porque su hijo solo tenía clase en la mañana y para el almuerzo ya estaría nuevamente con ella, pensó en lo mucho que le gustaría esperarle pasta en el almuerzo, de la que siempre le agradaba, espero a que el tiempo pase pronto y poder compartir un almuerzo tranquilo con su hijo, tal vez podían hablar un poco y el no estuviese tan renuente después de almorzar, finalmente lo despidió con cariño como siempre, tuvo una sensación distinta cuando lo vio partir, su andar estaba más apagado que nunca, finalmente lo perdió de vista y entro con ganas de llorar nuevamente, pero no podía, su marido aún no se marchaba y había demasiadas cosas como para darse a la tarea de llorar, así que no cedió a las tristezas para entregarse a la vocación que le correspondida, la tareas del «hogar».
Por su parte Miguel paso desapercibido en el trasmilenio , con su capucha aterciopelada, arrimado contra la ventanilla del móvil, el día estaba lluvioso y frio al igual que el anterior, en el vidrio se concentraban lentamente pequeñas gotitas que resbalaban dejando marcada su trayectoria, la ciudad afuera ya estaba despierta aun, soñolienta pero ya de sus fauces emanaba todo tipo de hombres, humanos agitados corriendo a sus puestos de trabajo, estudio, etc .
llego con más puntualidad de la prevista, se acercó a una caseta cercana de su facultad, donde una anciana buenachona le vendió un café cargado y un cigarrillo sin filtro, cuando ya estaba para terminar de exhalar la última bocanada de humo, paso su profesora, como siempre, serena , seria, lineal , era joven pero por su postura aparentaba más edad, paso muy cerca , dejando percibir su perfume neutral y ligero, él la miro alejarse y espero un momento más para entrar , cuando al fin se decidió la clase ya estaba empezada, llevaba medio tablero escrito, la mayoría de los puestos ya estaban ocupados, se sentó en el rincón del salón y miro a su alrededor, dos sillas más adelante se encontraba una chica del salón, una de las pocas que distinguía, la distinguía porque pensando en ella se había masturbado un par de veces, contemplándola en los sudores de las noches calurosas, donde se metía las manos en medio del pantalón y comenzaba a frotarse lentamente pensado en su cara picaresca con tintes de pervertida, tal vez era su perfil , las curvas de su rostro exageradamente precisas que no pasaban a lo absurdo pero si despertaban todo tipo de insinuación, insinuaciones que el aprovechaba para proyectarse en una escena juntos, los dos compartiendo la cama, ella con sus mediecitas negras y su cabello largo y salvaje tendido entre las sabanas, la pasión no se efectuaba en el acto si no en sus ojos que le brillaban se prendían de lo hechos para escudriñar por dentro y mientras pasa el momento olvidarse del mundo; la miro por última vez, la asecho por última vez , ella no se inmuto, como creo que ya estaba acostumbrada, al frente en la primera fila se encontraba su compañero con su marco grueso dejando atrás unos ojos achinados por la miopía, él único con el que compartió algunos recesos, todo igual pensó , el tablero ya estaba lleno de expresiones poco amigables para él , practicante todo se encontraba saturado de un aroma pesado de conocimiento puro y concentrado, una magia que para él no era envolvente si no saturada, solamente cuestión de gustos y de decisiones mal tomadas o sencillamente no predecibles desde una perspectiva temprana. La profesora cerró la puerta del salón, pasado media hora nadie entraba ni sala de clases hasta que todo acabara, eran sus políticas, su reglas si alguien quería ser partícipe de su clase magistral, eso era todo lo que faltaba, cuando la puerta estaba cerrada y ella se disponía a revisar el libro para seguir en la proclama del conocimiento matemático de la formas más compleja posible, Miguel se levantó del puesto, camino con un su andar desgarbado sin perder la lentitud, algunas personas lo mimaron con un tanto de extrañeza, cuando la profe se percató él ya estaba muy cerca de ella, justo al frente de todos, en el centro donde se interceptan todas las miradas, justo hay saco del bolsillo interno de su chaqueta, un revolver de calibre 38, el de su padre, que tan meticulosamente guardaba en su almario junto con el betún, el cepillo y la franela para brillar, solo tenía dos balas y el solo necesitaba una, cuando todos se dieron cuenta del acto se tiraron al suelo los que pudieron, el resto se inclinaron y trataron de proteger sus cabeza bajo el regazo de sus brazos, un par se dirigió a la puerta para tratar desesperadamente de abrirla, todo absolutamente todo aconteció en segundos, era precisamente lo que se imaginó , lo festejo con una gran sonrisa y un disparo sonó.
créditos de portada: Juan David Cabrera (@caja-de-ideas)
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