Hoy en día hay múltiples cosas para hacer, muchas personas por conocer, un sinnúmero de ideas que rebotan constantemente en mentes que se han ido descarriando con el transcurrir de los años, discordia e irreverencia entre la ilusión y la realidad; entre lo lascivo y lo romántico, entre la lógica, la satisfacción y la ironía.
En un día aleatorio del calendario, cuenta la historia que nací en uno de los lugares más abandonados del planeta, por orden natural de la vida mientras crecía iba aprendiendo cosas nuevas, intentaba inútilmente descubrir o atribuirle un sentido a mi existencia y sin saber si pertenecería algún día al clan encargado de producir el bien o a la caterva de personas con intereses bélicos y procederes cruentos; eso lo descubriría pronto, siete años y tres meses después de mi nacimiento, fecha en la cual me encontraba en una cancha de microfútbol en completa soledad, pateando la caprichosa esfera de trapo desde diferentes posiciones e intentando que se introdujera en uno de los dos arcos; todo iba muy bien hasta que ubiqué el balón en la mitad de la cancha, me disponía a impactarlo cuando de repente ¡Boom! Un sonido aterrador plagó todo el lugar y una densa nube de humo empezó a ascender en un punto con dirección al noroeste, al momento de la explosión, admito estaba algo distante. Sin embargo, el estruendo afectó a mi oído interno produciéndome problemas momentáneos de audición; la desesperación empezó a sentirse en derredor, gritos, quejidos, llantos y dolencias eran proferidos a diestra y siniestra sin mucho rigor y prudencia; tomé rapidamente el balón y corrí en dirección hacia mi casa, viré en la esquina más próxima y de repente ¡Boom! una explosión más, ahora el humo ascendía desde la estación de policía la cual evidentemente podía divisar desde el lugar en donde quedé frío y paralizado a causa del estruendo. Afortunadamente, la parálisis no duró mucho o no sé si poco, en realidad no sé cuanto duró, los efectos del miedo hacen que uno olvide hasta la manera de contar, pero mi reacción fue arrojarme al piso e ir arrastrándome entre el asfalto hasta quedar debajo de un carro, ahí, noté el sonido de las ráfagas de balas las cuales viajaban por el aire, miraba como las personas caían a lo mejor impactadas por esas balas, y de repente, esta vez no sentí un ¡Boom! sino un intenso dolor en la pierna diestra, un impacto que me haría perder la conciencia.
Desperté en una clínica, la enfermera me dijo que había sido muy afortunado, aunque sentí que algo me faltaba y no, no era el balón de fútbol, era la pierna diestra que no volvería a impactarlo nunca más en esta vida.
He ahí el precio de la guerra.
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