Abro la puerta y las noticias de Venezuela siguen ahí, a la espera de nuestras reacciones. Nadie sabe el precio de la desolación de quien vive afuera y es, a causa de esa lejanía, ciudadano sin voz ni voto ante los desmanes de ineptos y corruptos. Hay quienes no soportan tantas injusticias y mandan todo a la mierda, y con ello igual salpican a los delincuentes Maduro, Pedro Carreño y Diosdado; pero también a Chuo o a Julio Borges.

Ahí nuestra indignación se vuelve impotencia. Poco puede hacer quien reside en Miami, París o Madrid. Tras leer las noticias podemos decir que estamos bien. Pero sufrimos en silencio. Allá quedaron familiares y amigos. No es fácil borrarnos el país.

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