Carmela caminaba decidida por el largo pasillo golpeando con sus tacones el lujoso mármol. Al final le esperaba su cita, habían quedado a las cuatro, y ella nunca llegaba tarde. Enfundada en un elegante traje de chaqueta negro, recordaba a las divas italianas de los años sesenta. Ella, tampoco dejaba indiferente a nadie. Abrió la puerta sin llamar, y dejando en la mesa su bolso, tomó asiento. Sin quitarse sus oscuras gafas de sol preguntó:
-¿Por qué me ha llamado?, no tengo mucho tiempo, sea breve por favor.
Al doctor Méndez aquella mujer le estremecía. Era la tercera vez que la veía en un año. Era la mujer más atractiva que había conocido nunca, respiraba sensualidad por cada poro de su piel. También le asustaba, nunca le había visto los ojos. Llevaba aplazando esa cita un mes, y ahora, había llegado el momento de enfrentarse con ella.
-Siento haberla molestado, pero ha empeorado.
Dijo el doctor, midiendo sus palabras.
-Me molesta. Además ¿Dónde está la novedad del caso?
-Permítame que me explique mejor; desde que nos vimos la última vez hemos intensificado los tratamientos con él, creíamos que estábamos en el buen camino; pero, sin saber a que es debido, su neurosis obsesiva, no responde a ningún fármaco ni terapia
-¿Y me puede explicar qué pinto yo en todo esto, si es tan amable?, preguntó Carmela
-La llama constantemente, y si me lo permite, he considerado que como usted es el motivo de que haya terminado aquí…
Carmela, se quitó sus gafas y clavó su mirada en la de aquel doctor.
-Tengo que felicitarle. Parece ser que desde la última vez que nos vimos tiene una nueva ocupación, se dedica usted a juzgar. Por otro lado tengo que lamentar que sea tan mal psiquiatra. Veo que quiere formar parte del selecto club de mis detractores, del que como puede imaginar no es el único miembro, le voy a facilitar todos los datos, para que juzgué conociendo todos los detalles
El doctor Méndez, no daba crédito a lo que estaba escuchando, pero no podía dejar de mirar aquella maravillosa mujer, pensó en hacerla callar, pero sabía que sería la última vez que la escucharía…
-Él ha sido, y probablemente será el mejor amigo que he tenido, nos conocíamos desde que éramos pequeños. Pasamos momentos muy duros juntos, también los mejores momentos de nuestra vida; pero cometimos un error. Cuando llevamos nuestra amistad a la cama, todo empezó a cambiar.Al principio empezó como un juego, para mí siempre lo fue. Yo no quise parar, y él no supo entender, y el juego se convirtió en su obsesión. Él pensó que nuestra amistad se había convertido en amor, y aunque se lo explique mil veces, ni supo ni quiso comprender. Intentó comprar mi amor con miles de regalos, le puedo asegurar que lo tasó muy caro. Me acosaba, me amenazaba, me perseguía… Y yo, sólo tenía dos opciones: entre su locura irreversible y mi relativa felicidad me quedé con esta última… Le parezco egoísta ¿verdad?, pues me es indiferente su opinión.
He abierto una cuenta bancaria a su nombre; el centro, y usted como director puede disponer de dinero para que no le falte de nada, hay están todos sus regalos, tendrá suficiente durante mucho tiempo, se lo aseguro.
Carmela, se puso sus gafas y recogiendo su bolso, se levantó ysin decir ni buenas tardes salió del despacho del doctor Méndez…
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…El doctor Méndez, vio salir por la puerta de su despacho a Carmela, nunca había conocido a nadie como ella. Envuelto en el aroma a jazmín y vainilla que había dejado en aquella habitación, y resonando todavía cada una de las palabras de aquella mujer en su cabeza, por una vez en su vida odió su maldita profesión.
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