Regalo para un Castillo

Regalo para un Castillo

Ruben Ielmini

11/04/2019

Diez de la mañana, café bar de Cerrito y Funes; lugar concurrido por gente de alto nivel.

Entra don Bruno Castillo señor mayor de lentes diario en mano muy elegante luce un saco azul camisa al tono, corbata de seda bordó, pantalón gris perla. Una elegancia del buen vestir; se dirige a la mesa junto a una ventana con vista a Funes, llama al mozo.

— ¡Buenos días caballero, que le sirvo.

— ¡Buenos días, quisiera un cortado en taza con dos medias lunas dulces y una salada, tostadas bien crocantes, potes con mermeladas de durazno, frutilla, y manteca más un exprimido de naranja.

—Enseguida se lo traigo caballero— don Bruno responde con una inclinación de cabeza mientras abre el diario; minutos después llega el mozo.

—Permiso caballero, su pedido.

El café trae una espuma que escapa de la taza, tiene el diseño de un corazón que parece emitir latidos. Le agrega la mitad del edulcorante, mira como se pierde entre ese mar de espuma, y lo revuelve suavemente; toma una tostada la unta con manteca y una abundante capa de mermelada de durazno, luego de deleitarse con esa exquisitez, le toca el turno a la medialuna dulce, la corta al medio, y le agrega un mix de manteca y mermelada de frutilla.

Realiza un paneo del lugar, en la barra una pareja conversa con la compañía de un café, en una mesa dos hombres hablando de política, solucionando los problemas del país, y en otra un grupo mixto de incomunicados, cada uno mirando su celular.

Ante este panorama donde nadie pone atención en su mesa, toma la medialuna con mermelada y la moja en el café. Al dar el primer bocado, entre cierra los párpados y viaja por ese mundo del sabor conteniendo el gusto en su paladar. Es la mayor ceremonia que la vida le regala en ese día tan especial. Al finalizar y recuperado de todas esas exquisiteces, toma un sorbo de agua sin gas y llama al mozo.

—Si caballero usted dirá.

—Me trae un whisky con poco hielo, que sea el mejor importado de la casa —el mozo lo miró con sorpresa ante ese pedido.

—Ya se lo traigo, retiro esto y…

— ¡No no retire nada, todavía me queda la medialuna salada y un resto de esta exquisita mermelada de durazno, deje todo en la mesa.

Vuelve el mozo con el pedido, un importado de un color bordó transparente, apenas asoman las puntas de la mínima cantidad de hielo lo deja en un costado de la mesa junto a la taza vacía y antes de que el camarero se retire la voz de Bruno —¡Un momento por favor!— toma la copa de whisky, mira el color, huele su aroma, bebe una pequeña cantidad, mueve el liquido dentro de su boca inspira y exhala, mira al camarero —¡Esta perfecto se puede retirar, gracias!—Termina su whisky y le hace una seña al mozo.

— ¡Mozo, deseo felicitarlo muy bueno todo de primer nivel y muy buen servicio.

— ¡Muchas gracias, para eso estamos ¿ Desea algo más?

— ¡No gracias, esto es para usted, por su amable atención! — Le entrega un billete de cien pesos, el camarero sorprendido — ¡Pero muchas gracias caballero, no era para tanto, bueno gracias nuevamente…¿le traigo la cuenta?—

— ¡No, no es necesario, porque no pienso pagar, es decir, pagué por su buen servicio, porque usted es un empleado y nada tiene que ver.

—Que no tengo nada que ver con que…disculpe pero no entiendo, ¿Me da una propina y no va a pagar la consumición?

— ¡Exactamente, no voy pagar ni un centavo!

—Me va a disculpar pero voy a tener que llamar al dueño.

—Pero si hombre, haga lo que tenga que hacer, llámelo— Se acerca el dueño con saco de pana rojo, pantalón negro, y detrás el mozo.

—Buenas tardes señor, soy el dueño del bar, me dice el camarero que no piensa pagar lo que ha consumido.

— ¡Afirmativo!

— ¿Algún problema de dinero? si no le alcanza, puede hacerlo con tarjeta de crédito o débito.

—No se trata de falta de dinero, solo que no pienso pagar.

—Señor me está obligando a tener que llamar a un patrullero.

— ¡Si como no, llámelo! ¿Quiere hacerlo desde mi celular? Se lo presto aquí tiene — Saca un celular de su bolsillo y lo entrega. El dueño del bar viendo que la situación se torna áspera, insiste.

— ¿Me puede explicar su comportamiento? usted es un señor mayor bien vestido educado, y me hace una escena infantil, por favor.

Don Bruno prende el celular, va a galería de fotos, abre un archivo y le muestra la foto de un joven de veinte años.

— ¿Lo conoce?— el dueño mira la foto— ¡No no se quien es —

—Se llama Agustín Castillo es mi nieto, hace un mes estuvo en este boliche…

—Caballero modere su lenguaje, esto no es un boliche es un lugar de categoría, donde la empresa se reserva el derecho de admisión.

— ¡Ah no me diga! entonces usted compórtese como el dueño de todo eso que dice porque la realidad es otra. Mi nieto estuvo aquí por un aviso que pedían un mozo para atención en las mesas, y usted lo tuvo desde las cuatro de la tarde hasta la media noche…ocho horas haciéndolo lavar copas, limpiando mesas y barriendo el local, y en ningún momento le dio la oportunidad de atender con la bandeja, después le dijo que lo iba a llamar para pagarle el día y contratarlo en caso de que quedara elegido.

—Usted lo acaba de decir, si no lo llamé es porque no fue elegido.

—Pero, además de no llamarlo, usted se hizo bien el pelotudo y nunca le pagó, vino tres veces a reclamar y nada… se cansó de venir, hasta sentía vergüenza ajena ¿Y me dice que esto es un lugar de categoría? ¡Usted es un caradura chanta y chamuyero!

—Señor le ruego por favor que baje la voz…

— ¡No bajo un carajo! y llame a la policía, así se entera que en este lugar de categoría está regenteado por un negrero como usted.

Pasaron diez minutos, don Bruno Castillo sale del bar, hace una llamada y espera en la esquina la llegada de un remis, sube y le dice al chofer.

—Como andas nene, llevame a casa.

— ¿Abuelo, que estás haciendo acá?

—Vine a disfrutar el servicio gratis de un exquisito desayuno empresarial y a cobrar una deuda che…me fue pluscuamperfecto, tomá esto es tuyo— le alcanza un par de billetes.

— ¿Pero que es esta plata? no entiendo.

—Es el pago por tu día de trabajo en ese boliche de mierda.

—Abuelo ¿Qué hiciste, estás loco? para que te habré contado eso que me pasó en el bar.

— ¡No señor, hiciste bien en decírmelo, un Castillo es un Castillo y a mí nieto de apellido Castillo ningún sorete lo negrea!

— ¿Vos estás del tomate abuelo? ¿y si te metían en cana? linda joda, justo hoy que es tu cumpleaños.

—Y…me traían la torta con las velitas al calabozo, como al ingeniero bombita de Relatos Salvajes ¡Je je! Tranquilo que no pasa nada, cuando el dueño se vio apretado, curiosamente se acordó de vos, me pidió muy amablemente que lo acompañe a la caja, saco plata, me pagó y me dijo que la consumición era una gentileza de la casa. Ese en su puta vida contrata gente en negro— Mira su reloj

—A la pelota, son más de las once, la vieja se va a preocupar y quiero ayudarla a preparar las cosas para esta noche, tus padres vienen temprano me dijeron ¿Venís con tu novia no?

—Sí, corto a las una,y despues de comer, voy a una clase en la facu y a la noche vamos, no me voy a perder las empanadas y los pollos al horno de la abuela.

—Ah venís solo por la comida, que hijo de puta.

—No abu por vos también, si sabes que te quiero, gracias por todo y feliz cumpleaños Castillo

—Gracias a vos…la verdad que este, fue el mejor regalo de cumpleaños para un Castillo.

Fin

Ruben Ielmini

ISBN 978-987-3657-22-1

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