Era una niña diferente, le gustaba ir al colegio y estudiar. Hasta que con 10 años empezó a sufrir el acoso de sus compañeras. Niñas de su clase y más mayores que se metían con ella por su físico, por sus gustos, porque prefería un balón, unos tazos, unos cromos que jugar a la comba. Ella, a veces se escondía en el baño a llorar, incluso cuando descubrían que lloraba se inventaba motivos, a veces esos motivos lo eran también de risas, insultos y vejaciones, como que su abuelo había muerto y se sentía mal por ello. Otras veces seguía jugando al fútbol con sus amigos, ella llevaba pantalones, la falda no era útil para jugar al fútbol. Tenía solo una amiga, que un día fue aceptada por sus acosadoras y se esfumó. Ella protegida por algunos chicos repetidores en su clase dejó de ser acosada por algunas niñas. Ahora era amiga de los niños fuertes y populares del colegio. Entonces empezó a sufrir el acoso de los niños menos populares, los que no se atrevían a enfrentarse a los más fuertes, los que sentían envidia, los que se veían inferiores. Un día, en clase uno de esos niños que hoy en día llamarían Friki tiró de la costura de las bragas la niña, al girarse e insultarlo el profesor increpó a la niña, incluso culpándola de haber permitido que se le viera el hilo de su ropa interior.

En el cambio de clase y de profesor, los amigos de la niña agarraron por los brazos a ese niño repelente y cobarde, sin dudarlo ni un momento le dijeron “¡NIÑA! Pégale” Ella no quería pegarle, pero su rabia, su dolor, todo el acoso sufrido hasta su último año de primaria se le vino a la cabeza, la niña golpeó a aquel niño repelente y como era de esperar se chivó a la profesora de la siguiente clase. Al acabar la clase la niña habló con la profesora, ella iba a tener un castigo por defenderse, junto con los amigos que defendieron su honor. Juntos rieron en el recreo, mientras copiaban cientos de veces una frase absurda, que hoy no recuerdan. Tenía 12 años, 14 años después sigue creyendo que la violencia, en ocasiones soluciona los problemas que no soluciona la justicia, que los castigos no sirven para nada si castigan a quien se defiende y que hay personas malas, sin importar su sexo.

El Instituto se acerca. El acoso no termina, por suerte siempre ha sabido estar bien rodeada, bien protegida.

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