Como un adolescente arrojado al indolente mundo del mañana, acudí al tañido de la neblinosa noche que con ojos extinguidos me invitaba a tu castillo de acero.
La rasgada embestidura de goma que te escondía , sello tu obstinada destreza en el arte del saludo, tal es así que estampaste mas allá de la callosidad de mi mano tu insoslayable nombre como si yo fuera el corcel y tu el herraje.
Atender a la quejumbrosa música de tus poleas, una y otra vez . Desde el comienzo entendí el lenguaje de tus engranajes, a veces me da la sensación de que reímos juntos; claro, cuando aquello que te aqueja no escapa a mi cuadrado intelecto , puedo darme maña y remendar la metálica luxación con un poco de aceite.Recuerdo colocarme debajo del ventilador y desaparecer en aquella oreja enrejada de inquietos haces cubiertos de polvo.
El apremiante corazón con agujas que cuelga mas allá de tu desgastada espalda de cemento me empuja a cavilaciones materiales que ponen en jaque el vaivén de mi calado existencial, el tendal de imágenes que proyecta el vidrio de tus entrañas se complace en la ironía de una brújula sin dueño, de un campo yermo acechado por espejos.
Universo tapizado de cristal, los años pasan y tengo la sensación de que eres más pequeño;son mis estropeados ojos los culpables? Aun no lo sé, me siento sofocado entre tus dedos de granito . Al principio las puntiagudas torres de mi anhelo rozaban la osa mayor; hoy se precipitan por los ignotos abismos de mi identidad.
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