EL BUEY SOLO BIEN SE LAME

He visto a la doctora Piquin, no le agradó verme libre, le hablé mal, con groserías, hiper sobreexcitado, su forma de verme no me hubo gustado, y opté por provocarle, le dije que para lo único que servía uno de mis alumnos drogadictos, era para cogérmelo, ya venía viéndome de muy fea manera, pareció alarmarse y decirme, «te voy a denunciar», y yo le hablaba de un drogón de veinte años, pero se hacía la desentendida, entendía lo que quería entender, como si tratásemos acerca de un pequeño, esta mina no me banca, tampoco quiero verle, sirvió a los fines necesarios…, pero le pagué, y cobra caro. Los medicamentos, las porquerías que me recetó, las tomo muy poco, por ahora necesito de sus recetas, veremos qué acontece…Me he cansado de pagar abultadas sumas por tener delante quien me escuche, esta cerda luego se muestra en facebook recorriendo el mundo, que sean otros quienes financien sus viajes, sus chongos, sus perros, creo que la más grande sanación la obtuve aquí, escribiendo mis miserias…Finalmente tomé coraje y solté amarras, llamé y cancelé el último turno, chau gordita, no me vas a extrañar, yo tampoco…

Llego del gimnasio y oh sorpresa, el calefactor prendido y la puerta abierta de par en par, y esto así toda la mañana, casi es mediodía, por favor, lo que vamos a pagar de gas, mi madre vive con frío, vive con calor, no quiere vivir y así todo, y mientras todo acontece los calefactores vuelan quemando gas, la puta madre que lo recontra mil parió. Ahora voy a tirar un chorizo seco a los perros, lo abrieron y nadie lo come, es casero, otro estúpido antojo de mi madre, también se le ha dado por comprar diferentes tipos de quesos que nadie come, se están pudriendo en la heladera, potes de queso crema, no sé cuántos he tirado, y sigue comprando, saca una cucharada y allí quedan, al menos hoy voy a alimentar a los canes con toda esta comida desperdiciada, siempre fue así, la depresión le ha llevado a cualquier lado, ahora canta. ando re loco, le tiré el queso Mar del Plata sobre el mármol de la mesada, le revoleé el chorizo seco que nadie come, luego lloraba, estoy muy reventado, no perdono lo que me hicieron, no quiero llevar esta puta vida a la que me condenaron. Me duele la cabeza, me atoré con chocolate aireado, con bombones marroc, con masas finas de crema y cerezas y dulce de leche, con sandwichs de miga de jamón y queso y lechuga, con una latade atún en escabeche y papas fritas y grisines y maicenitas, no sé qué más «engullé», luego meta tomar té de limón con mate cocido, la ansiedad es tan grande que siento hambre constantemente, los nervios me devoran, así vivo, si esto es vida…La perrita ha subido a mi cama, escucho pájaros cantar en la internet, algún loco los grabó entre el ruido de truenos y relámpagos. Mi madre nos destruyó sin haberlo querido, así sigue todo, y tristemente hay que seguir. No puedo retomar el hábito de la lectura, el día se me hace largo y tedioso, si veo gente, la quiero atacar, no soporto que nadie sea feliz, deseo la desgracia en todo y en todos, ya nada quiero, ya nada espero, nada cambia y todo es inquietud y pesadumbre. Entre bueyes no hay cornadas, este dicho campero es reiterado con frecuencia por mamá, hoy lo aplica a políticos corruptos que se cubren unos a otros, pertenezcan al partido al que pertenezcan, da igual, la cuestión es robar, todos son la misma cosa, da lo mismo que militen en una u otra agrupación partidaria.

El circuito continúa siendo el mismo, la calle Garay, la peatonal de los cines, pero el único cine frecuentado, el condicionado y sus profundas escaleras descendiendo a la perdición, o al disfrute… El supuesto boxeador, luego de tres meses envió un mensaje, dudé acerca de quién se trataba, tardé en recordar su rostro, en la foto que había subido al whats-app se veía demasiado lindo, algo que en modo alguno era. Quedé en encontrarle un viernes, él me esperaría en el cine pornográfico de la calle Hpólito Yrigoyen en donde le había conocido, me sorprendió ver que luego de tanto tiempo enviara un mensaje, algo se traía entre manos, le seguí el juego. No le erré, venía teniendo problemas en el laburo, buscaba una solución, un boludo que le ayudase, me reí solo…Antes de encontrarle me dí una vuelta por avenida Garay y mamé de una hermosa poronga de un grandote tatuado, quien se fumaba un porro mientras se la chupaba. Un morochito feo, veinteañero, escasamente dotado, sirvió a mi sed de leche masculina, un barrendero transpirado fue el postre, sus pantalones con bandas fluorescentes le delataban, el boxeador me llamaba mientras yo seguía entretenido mamando del barrendero, opté por ir a cumplir con aquel encuentro…En la 9 de Julio, junto al monumento del Quijote, me pidió doscientos pesos para la nafta de su moto, lo saqué cagando, no tuve miedo, le dije que si quería cogíamos pero por nada a cambio, lo llevé al departamento y le pegué una flor de cogida, al chuparle el culo noté que lo tenía abierto, se notaba que le gustaba que se lo rompieran, con un forro texturado lo garché sin asco, se bañó y se fue. Le convidé unas albondigas que Elsita me había hecho la noche anterior, no me habían gustado, les faltaba condimento, eso que le advertí que no escatimase en pimienta y otras yerbas, pero como siempre no me hizo caso. Opté por bloquearle en el whats-app, no valía nada, su voz quebrada me hablaba de adicción. Por más de que le acabase como un caballo sobre sus labios y rabioso por no haberle visto tragar nada, ya de noche, decidí partir al Multicine, un hermoso pijudo me aguardaba con una poronga super gruesa, el lindo flaco, borracho y adicto acabó para mí, no me animé a tomar de su leche, parecía buen pibe, aunque limado por la falopa, le invité dos latitas de cerveza, se marchó detrás de un faso dejándome caliente, había acabado a la par del muchacho, era la segunda vez que lo hacía luego de la cogida perpetrada en el culo del boxeador, aunque la leche había preferido volcársela en los labios lamentablemente viendo cómo le dejaba correr sin beber…Luego de tanto ajetreo tenía hambre y un trozo de pizza y una pepsi en Banchero a eso de la una de la mañana de un sábado caluroso, dieron por cerrado el telón de otra noche de lujuria.

Un flaquito de gorrita y largo flequillo rizado realiza la tarea de Historia en el primer banco del salón, es chico, tiene voz de machito, va a ser un buen cogedor, calienta el escucharle hablar. El borracho del cine hacía changas y le encantaban los travas, tanto así que me invitó a pajearme con él en la sala que exhibía películas de travestis, decía haber participado de una orgía donde sólo reinaban los trans, se jactaba de haber sido el único macho en aquella partuza, fascinado recordaba como se cogían o se chupaban la pija unos a otros y el hombre de la noche, él… Era muy lindo, tristemente la adicción le había ganado la partida, de igual forma eso no debía preocuparme, con tal de que me sirviese de compañero de «juegos», todo piola. me dijo que casi a diario concurría al cine, allí dormía, seguramente era más barato que un hotel, cuando no había conseguido una changa que le diese el dinero necesario para pagar la entrada al cine, dormía en la estación de Retiro, su vida era eso, de día solía limpiar un restaurante cercano al cine, o hacer lo que le pidiesen, seguramente cualquier tarea, incluso sexual, cuando se le parase, las drogas y el alcohol, muchas veces habrían de patearle un gol en contra.

Este negro, el boxeador, pretendía irla de machito, y no lo era, por ello insistí en romperle el culo, y con un forro texturado, para que le doliese más, aunque ese culo ya estaba muy trabajado y no demostró sentir dolor alguno al ser penetrado, lo único que me pidió fue que lo cogiese boca abajo, y eso me encanta, es como mejor la pongo. Comprendo que no debí traerle conmigo a mi departamento, nunca me inspiró confianza, nada pasó, pero eso no quiere decir que algo oscuro no habría podido haber ocurrido…

Belinún, así me decía cuando no veía plasmados sus anhelos en el hijo «fracasado», no era lo que soñó, no era lo que esperaron, mucho ansiaban, creo que demasiado, pero no supieron «construírle», al revés, ayudaron a «destruírle», cimentaron las bases de un edificio con pies de barro, como ese estúpido ídolo bíblico que terminó por estallar en pedazos contra el suelo. He vuelto a ir al mugroso sauna de la calle Viamonte, no he estado con gente agradable, uno solo me gustó y resultó ser una porquería de persona, un puto asqueroso con ojos delineados y rimel en las pestañas, me ayudó a acabar, luego me bañé y para no pedir otra toalla y dejar propina fui a secarme a la sauna seca. Apareció un gordito con el cuerpo casi completamente tatuado, hablaba disparates y le costaba hilar un diálogo, procuraba bajarle la caña a un flaco, no logró lo esperado y se fue. el flaquito dijo tener más de treinta, era de La Plata, yo ya no tenía ganas de nada, él tampoco conmigo, no profundicé en el tema, ya había acabado y sólo quería secarme y marchar. Cuando le comenté en qué trabajaba, le pregunté qué era lo que hacía, me respondió que filmaba, por favor, estos putos o no laburan o subsisten haciendo changas, filmaciones a los treinta y tantos años, la re mierda, qué futuro tan prometedor que le aguarda…Al salir de esta «porquería» fui a aguardar a mi hermano al Starbucks de Corrientes y Rodríguez Peña, había bastante gente, no venden más el jugo Tazo, me gustaba el de arándanos o frambuesas, fue el primero que dejaron de traer, luego estaban los de maracuyá y durazno, tampoco los importaron más, hube de conformarme con uno nuevo, de frutilla y no sé qué cosa, bastante feo, y agregué a mi dieta un scons de queso, me senté en la mesa grande que mira a la calle Corrientes, dos tucumanas horribles se habían apoltronado en aquel sitial. No me quedó otra que quedarme allí, una le presumía a la más india y cabezona de sus viajes por Norteamérica y Europa buscando ideas para su nueva cocina, le mostraba fotos en su celular de una supuesta casa francesa en la montaña tucumana, la gorda la miraba con ganas de carnearle, vino Ariel y me gritó que había lugar sobre las vidrieras de Rodríguez Peña, me alegré de haber dejado a esos dos «cascajos» continuar con su amena charla, tal vez la gorda le haya apuñalado al salir del local, esa tucumana agrandada no hubiese merecido otro fin. Qué horror la gente que veo, por twitter me he contactado con un oso, qué le voy a decir, la culpa la asumo, fui yo quien pidió formar parte de la página que creó. Es tan feo, parece el Paz Martínez gay y con veinte o treinta kilos de sobrepeso. Tiene un color macilento, al menos es lo que percibo, aunque esos colores no existan, bueno acabo de crear el color macilento, qué se yo, un color verdoso pálido, algo así, algo raro, algo dudoso, de miedo y retiro, de pasmo, de susto. Ese idiota sigue en mi mente, siempre en mi mente, fueron muchos años, fueron demasiados años, escondía su envidia, se sentía bien al recordarme que para vivir precisaba de mi trabajo, los ricos no trabajan, solía decirme, tenía razón, y yo le aguantaba, toleraba estos desaires, tan feos como su imposible modo de fingir felicidad ante un logro de mi parte, o sus inocultables ganas de que me fuese mal en el trabajo, en la vida, su rostro mutaba y le era imposible evitar mostrar lo que realmente sentía, yo miraba para otro lado, le perdonaba, no quería estar solo, se había convertido en indispensable, eso me aniquiló, no fui capaz de conjurar el hechizo, la maldición que traía escrita en su corazón cuajó en mi ruina. Es medianoche y no logro conciliar el sueño. Querido diario, como me dice mi hermano al verme escribir. «Tirá eso a la mierda», me reitera, lo único que falta es que el día de mañana álguien lo encuentre y lea las miserias que supiste escribir, tiene razón, estoy con gases y no dejo de comer, es ansiedad, lo sé, y sé que nada puedo hacer.

Un flaco de barba y muy lindo cuerpo, con veintiocho años, callado, ayudó a descargar las tensiones acumuladas, dijo no querer saber nada con nadie, permaneció toda la tarde a mi lado, al ponerse de un sol de otoño, en una esquina de Corrientes y el Abasto, marchó a buscar un amigo que le dejaba audios en whats-app, tomé el subte en estación Pueyrredón, un brasilero miraba con ganas, yo ya no las tenía, había acabado dos veces para mi flaquito de aquella tarde de sauna, pasé por la panadería junto al Gaumont, compré un merengue de crema y dos porciones de selva negra y caminé hasta el departamento de la calle Santiago, la portera aguardaba que le dejásemos un juego de llaves, vendrían a cambiar el medidor del gas y nadie estaría aguardándoles, no subí, Ariel bajó y fuimos a comer al chino de avenida de Mayo, el filet de merluza estaba frío pero me lo comí lo mismo, lo acompañé con el merengue de crema y una coca cola, al salir pasamos por la verdulería de la esquina, era tarde pero la peruana no había cerrado, la tarde se había hecho noche, mi madre sigue tosiendo…

«Querido diario», no me quiero levantar, he escuchado a William estornudar, ya estoy como ese economista gay que está todos los días en la pantalla del televisor, que habla de abrazar a su perro y pretende una masculinidad por completo trucha, Milei, decí la verdad, te la comés. El oso asqueroso, pobre tipo, vuelve a enviar un nuevo mensaje vía twitter, creo que para despedirse, miente, dice querer amistad, desafortunadamente no le creo y no quiero hacer mal a nadie, mejor lo dejamos ahí, como solía decir Bernardo Neustadt, últimamente miro mucho twitter, estoy como los pendejos, no sé qué me está ocurriendo. Un putito se filma desfilando cual si fuese Mariana Arias por los pasillos, por una de las galerías de nicheras de la Chacarita, me cagué de risa, lo que hacen por llamar la atención, con el olor a podrido que se respira en aquellos lugares. Y el oso se calentó, la puta que lo parió, ahora me pide fotos, no le he respondido. Por whats-app reaparece ese avivado que viese en la estación de Ezeiza, y que como le viese, al toque le despaché, gente de Badoo, un tipo con facha de prostituto, ya ni me acordaba de su existencia, simula estar interesado en tratarme, interesado debe de estar, interesado de conocer un boludo que lo ayude, con educación y diplomacia le he marcado el camino a seguir, lejos del mío, no le bloquee, si sigue cargoseando lo haré, la gente no quiere dar puntada sin hilo, qué fenómeno, como dice Ariel remembrando a Pepe Biondi. La Murciélaga duerme a los pies de la cama, la jodo, la aplasto con mi cuerpo, con su trompita pretende hacer una cueva contra mí, la envuelvo con mis brazos, y excava, y empuja con la trompa, como fabricando un escondite, la sigo jodiendo y le digo, «vamos a hablar como los pingüinos» y como un boludo grandote me hago el pingüino, le digo «wi, wi, wi, wi, wi», no me banca más, enloquece y salta de la cama, y como loca vuelve a subir, le dejo tranquila, rendida se acuesta a los pies, me mira con sus tristes ojos, qué pensará…, cada día estoy más loco, los perros no piensan. Vuelta a barrer la calle, bajar lo comido, transpirar, borrar recuerdos, ocupar el día, ahora cansado como un perro, dormir la siesta no es bueno, el día permanece nublado y la lluvia se percibe cercana, William y Pupo discuten por quién ha de permanecer en el colchoncito más cómodo, siempre triunfa el gordo, Pupo está en las últimas, aunque no claudica, le cuidamos, el gordo lo odia, y si puede matarle no dudará en hacerlo, ya lo ha intentado varias veces, es muy celoso, es él, no admite competencia, no sé a quién se parece, me sonrío…Fui a la panadería, me levanté de la siesta lloviendo, lloviendo en la compu, pues sigo durmiendo con sonido de lluvia grabado, y lloviendo afuera. Ariel insistía con que le trajese una torta de chocolate, que se la compre Magoya, ya le dije que son viejas, que si quiere comer torta debe encargarla. Traje masas finas de dulce de leche, pues de crema las hacen frescas el viernes, y como sólo masas de crema del día, las chicas de la panadería ya lo saben. A mi hermano le compré scons y a mamá dos sandwiches de miga de lechuga, queso y jamón, que no comió y que para no dárselos a los perros los comí yo, aunque le di un pedazo a William mientras merendábamos casi de noche, los dos canes nos acompañaban mirando y aguardando les diésemos algo, son así, están terriblemente mal acostumbrados.

Se ha añadido de tus contactos, así me notifica messenger, ha usado tu número de teléfono, me digo, quién carajo es, y era el tarado de mi hermano, estaba laburando, lo re cagué a pedo y le amonesto por haber abierto otro facebook con un nombre de fantasía, «vana a notificar a todos tus contactos del laburo», le digo, «tené cuidado», me dice que hacía tiempo que había abierto aquel face y que ya no le usaba, se notaba que le daba uso para coger, por Dios, se alarmó, me hizo caso y lo cerró. Estas putas redes y aplicaciones te mandan al frente al toque, hay que tener un cuidado…, la re mierda. Sigo cambiando de tiempo y cagándome en la semántica, la sintaxis, la morfología del idioma castellano, me impota muy poco, he creado un estilo propio, me río solito… He cerrado twitter, hay gente tan asquerosa como en Badoo, lo mismo, me frustró aquel sitio, solamente tonterías con las que llenar el aburrimiento de la gente, una sarta de pavadas, pornografía, chistes, fotos, nada que realmente despierte pasión, interés por consultar…

Hallan un sarcófago en Egipto, especulan con la posibilidad de que sea de Alejandro magno, una locura, por lo que tengo entendido Alejandro fue sepultado dentro de un ataúd de cristal, probablemente no sea verdad, haya consistido en un invento para agregar lujo y fantasía a la muerte de tan gran conquistador, que era puto no hay dudas y que borracho mató a uno de sus compañeros y amante, tampoco, no ha de haber sido muy buen tipo…El oro, primero, robado y fundido por un Ptolomeo, el cristal más luego, verdades, mentiras, fantasías, es lindo creer en estos relatos, la imaginación se expande y creemos formar parte de todo aquello, eso tiene de atrapante el relato histórico…

Ayer tomé en acto público las últimas tres horas cátedra que he de tomar en mi vida, de Histo-geografía, ví a esa mujer-asco, allí no quiero pisar jamás, tal vez deba hacerlo al momento de meter los papeles de la jubilación, estoy resfriado, no hay nada que me moleste más, eliminar recuerdos, eliminar una vida de condicionamientos, el dinero es fundamental, cuántas consideraciones hubiesen sido descartadas…

He vuelto a escribirle a Christian, le llamo ratero, no le perdono haber robado el pantalón de mi hermano. Él me había contado haberse sentido muy mal siendo un niño y siéndolo acusado en la escuela de robar una lupa, me decía que la había encontrado, que no la había robado, que la señorita Pili, una catequista, le señalaba con el dedo. Hoy le he recordado que la señorita Pili tenía razón, me dolió hacerlo, de igual forma luego le escribí pidiéndole perdón y despidiéndome. No debiste haberte acercado fue lo que le dije, realmente no debió insistir en quedarse a mi lado, él estaba muy solo y muy pateado, yo a punto de reventar aguantando a un hermano hecho pelota y unos padres demandantes. Entonces me aferré a aquel clavo candente, no debí hacerlo, él se aprovechó de mi soledad, de mis dramas, yo miré para otro lado y toleré sus mentiras, su haraganería, creé un negocio para que viviese, le utilicé como petiso de los mandados. debió decirme la verdad, debió gritarme «no quiero laburar», no hubo de permitir me metiese hasta las bolas armando un negocio que terminaría en la basura, cuando se abrió ya era demasiado tarde, todo estaba hecho, me largó solo y me destrozó, no lo podía creer, años de esfuerzo abandonados en un día, cerrarme la puerta en la cara y que me arreglase, caí en una depresión inmensa. Todo se fue a la mierda, Ariel había acabado con mis nervios ya para el momento en que a Christian le conocí. Se había casado para satisfacer a la sociedad, a mis padres, al entorno. Naturalmente eso culminó en tragedia, intentó lastimar psíquica y físicamente a esa mujer, cagó a palos a la hermana, lo quisieron matar, pasé noches en la comisaría, dormí junto a él vigilando no se acercase nadie a hacerle daño. Luego nació ese chico que no conoció, que no conocimos. Luego el divorcio. Luego su locura, sus gritos diarios, sus escándalos, todo peor que antes del matrimonio, aunque estas situaciones comenzaron cuando él cumplió dieciséis años aproximadamente., de ahí en más los líos que armó no cesaron, las peleas con mi padre fueron horribles, conmigo también discutía a diario, me insultaba, se descargaba haciéndome mierda, tres o cuatro veces le pegué y lloré como loco, nunca entró en razones. Después de separarse comenzó a pelear también con mi madre, quien terminó enfermando del corazón, era lógico, con papá las guerras fueron hasta que murió, mi padre estaba loco, nunca fue un buen padre, hizo cualquier cosa, sin pensar, se desentendía de sus hijos, lo hacía todo sin quererlo, era así, no sabía cómo actuaba, estoy convencido de que estaba loco, nunca debió ser padre, nadie se lo dijo.

He vuelto a ir a Homo Sapiens, estuve con varios tipos, el más bonito no daba pelota, le gustaba ser abordado por varios hombres al mismo tiempo, entré en el juego, su cuerpo era hermoso, le abracé, le besé sus musculosos hombros y brazos, le chupé la pija, recorrí sus piernas con mis manos. De un momento para otro se arrodilló delante de uno de los hombres que en la oscuridad participaban del santo sacrificio y empezó a chupar su miembro con desesperación, otro tipo se tiró en el suelo y se lo chupó a él. La cosa terminó, no quería acabar y me fui. Un flaco feo y demacrado me la chupó, hice silencio, me senté junto a él en el cine del sauna, continué sin hablar, afortunadamente se marchó, dijo tener que ir al baño,me apuré a desaparecer, temí que volviese. Un gordito musculoso le reemplazó, estuvimos en un reservado, luego el petiso norteño de la semana anterior, vuelta al reservado, ya bañado, dispuesto a partir, el petiso me invitó a tomar una cerveza, le dije que afuera, salimos juntos, nada me importaba, quería cortarse el pelo, me molestó, me hizo caminar hasta una peluquería que estaba cerrada, era jueves santo, seguimos caminando, yo tuve hambre, tomamos el subte en avenida Corrientes, no tenía intenciones de ir a un restaurante, el estúpido norteño, que decía ser de Salta y era jujeño, quería presumir, se negó a que comiésemos en la calle o en un chino, le hice la pata, sin voluntad, aburrido, desganado…; agrandado como ojal de camiseta, este enano de la altiplanicie ingresó de mi mano al restaurante de siempre, La Alameda de avenida de Mayo, no tenía idea de dónde se hallaba, no conocía las calles. La comida me cayó para el culo, fuimos hasta la plaza de mayo, tampoco la conocía, tampoco la catedral, tampoco los edificios que le circundaban, pasé por la Merced, le arrastré hasta allí, nada parecía conmoverle, volvimos, creí haber olvidado los lentes en el sauna, me estremecí, no recordaba el número del locker que me habían asignado, me sugirió que tomásemos un taxi, «pero antes pasaré por el departamento», le respondí, «tal vez dejé los anteojos sobre la mesa del comedor», tomamos el subte en avenida de Mayo y bajamos en estación Sáenz Peña, los anteojos estaban sobre la mesa. Se quedó a dormir conmigo, continuamos cogiendo, al otro día me levanté temprano, era viernes santo, me afeité y le invité a ir a cortarnos el pelo a lo de los putos de avenida Rivadavia, hacia allí nos dirigimos caminando, antes pasamos por una tienda de ropa deportiva llamada Dexter, donde supo estar el Bingo Congreso, el negro se compró unas zapatillas y medias, yo una remera y, también, un par de medias. Llegamos a la peluquería de los putos, sólo estaba el puto viejo, alto y sidoso, le acompañaba la venezolana, el puto gordo, con cara de batracio se había tomado vacaciones. Acaricié al caniche y armó quilombo, al viejo no le gustó, es un reventado, siempre está de mal humor, seguro el sida le tiene mal. El enano del altiplano fue objeto de «corte» del viejo trolo, la venezolana acabó con una vieja a quien le costaba descender del sillón de peluquería y a quien había dejado peinada como una muñeca cubierta de spray, y similar a la difunta Estela Molly, me tocó el turno a mí, le pedí que terminase de afeitar sitios recónditos de mi cuello, le pagué y le dejé propina, nos fuimos mientras el puto gritaba «chau chicos, y gracias», en la peluquería no quedaban clientes, por ello la amabilidad al despedirnos, yo, en son de charada respondí, «gracias chicos», y dirigiéndome a la venezolana «chau corazón». Al tarado este se le había antojado conseguir un short de rugby, en el Once casi todos los negocios estaban cerrados, le mostraron uno en doscientos mangos, pero se hizo el divo y no lo compró, no era de marca, volvimos y una cola inmensa aguardaba a ingresar a venerar la truchada de san Expedito, pasamos por la panadería Delgado, frente a la plaza del Congreso, llevamos torta, él de frutillas, yo selva negra, nos detuvimos en el chino del Barolo, compramos comida, la cuenta de la noche anterior enfrió las ganas del jujeño de seguir comiendo afuera, pasamos por el super de la vuelta a buscar coca y mayonesa. ya en el departamento, comimos, me sentía reventar, otro puto entró en escena, venía a buscar la muñeca que le había vendido, desconocía a quién representaba, «es Kennedy, de my scene», me respondió muy afeminadamente, los dos partieron, yo también. Al llegar a Cañuelas comí torta y jamón crudo, me acosté, a media noche me desperté muy descompuesto, me senté en el suelo de la cocina, me cagué y vomité como un chancho, limpié las inmundicias y me fui a bañar, la tragedia había terminado o comenzado, o continuaba discurriendo hacia quién sabe dónde…Todo esto por haber comido carne un viernes santo…

Aquel sujeto que se pajeaba en el baño de la estación Lacroze, el petiso que laburaba en una fábrica de baterías, tan distante que apenas recordaba su cara, dos años habían transcurrido desde el último encuentro, un nuevo mensaje suyo coloniza la pantalla del celular, me costó identificarle, seguía con sus dramas familiares, con sus ajustes monetarios, habrá especulado con encontrar en mí un benefactor que se apiadase de sus miserias, le erró, esta vez meó afuera del tarro, le hubiese vuelto a encontrar, para conversar, no para dar una mano a nadie. No quiero más problemas, si conozco o llego a interactuar con álguien, que sea con un igual, con un tipo que tenga resuelta su situación económica, familiar, sentimental, basta de embrollos, «a la final», mejor solo que mal acompañado…

Me he resfriado, esas perras mezclas de resfríos y secreción nasal, alergias podridas que no dejo de padecer, en el labio superior, hacia la izquierda, un afta no ha dejado de joderme toda la semana. He vuelto al sauna Madison, el afta me impidió hacer nada, sólo le lamí el culo a un oso, en el jacuzzi, a otros dos tipos…, acabé, me bañé y me fui.Por segunda vez ví a Peputo en el San Martín, la dama de las rosas, lindo musical aunque un plagio de Cabaret, Pepe se nota muy enfermo, se vé que se apestó de sida, la que hace de su madre se confunde y dice que su esposo era «preciosa» y un poco tuberculoso, en el escenario son todos trolos, la tipa debe de haber, inconscientemente, creído que su ficticio marido también fue puto, por ello lo recuerda «preciosa», entre tanto puto, que más dá. Pepito confunde a Clemence con Solange, y son sus creaciones, él creó en su trola cabecita a esas dos mujeres, luego las confunde, el sida le ha quemado la «capocha». El resfrío no me quitó el apetito, pasé por la Continental y me comí una porción de pizza, de allí, a la cucha, la noche se durmió, nada recordé, todo lo odié…

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