Vagando en el desierto
Sumergido en las tinieblas
Con un destino incierto
Que no hacía mínimas señas.
Vi un apacible oasis verde
Algo que me gustaría que recuerde
Como aquello que pedía visita,
Yo siempre vería bonita
Esa agua llena de vida,
A aquellos frutos rebosantes de dulzura.
Yo siempre vería bendecida
Esa luz que la embellecía,
Esa suave brisa que me estremecía.
¿Iré o no iré?
Su deseo del momento no miré.
¿Para aquella flor viviré?
Con mi presencia, su risa yo tiré.
Esta duda carcome mi alma,
Es sicario aborrecible de mi calma.
Encontré el momento, pero no la forma.
Cuando encontré la forma, ya no estaba el momento.
En una pesadilla de infortunio se transforma
Mi respirar, que me tortura lento.
Mi existir es sinónimo de incertidumbre,
Que me pide que a la indiferencia me acostumbre.
¿Ser así la ayudaría más?
Me encierra una tormenta, como todas las demás.
Los llantos del cielo quebrantarían la tierra
Si una desgracia le ocurriera.
Que se marchite me aterra.
Su belleza me encierra,
Que en persona nefelibata por ella me hiciera
Me alegra, pues la tendría siempre en mi cabeza.
Pensar eternamente en ella yo quisiera.
Mis andares perpetuos con firmeza
La siguen discretamente con franqueza.
Tal como pinta mis montes con colores,
Me gustaría estar en las ramas, hojas y flores
Que en aquella asombrosa dama estén,
Que habiten en tan preciado Edén.
Recuerdo aún el instante
Donde murmuros me invitaban…
Donde susurros me incitaban…
Cuando pensaba constante:
«No sé qué pensará
Pero si me acerco, ¿qué pasará?».
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