La recordó. Entonces la sangre le hirvió y a borbotones convulsos inundó su cabeza para reprocharse, no el haberla deseado, y cómo no sabiendo quién fue, sino el haberla tenido a la distancia fantasmal donde se rompe la vigilia de la sensualidad y empieza el amanecer de los sentidos, ávidos de deseo, desprotegidos ante el placer y el dolor, con la guardia distraída sin culminar una conquista inminente. Y ella trajo a su memoria como si fuera ayer, aquel día que aun postrada a sus antojos huyó dejándolo anhelante de placer y deseoso de dolor en la orfandad del delirio. La recordó, pero ya su recuerdo no era claro. Difuminada entre las imágenes de la realidad, enredada en el delator presente, dispuesta a la distancia cruel donde termina el crepúsculo raído de la fatalidad y empieza la velada dolorosa del desamor, la extravió. Y ella lo rescató del pasado; aún era él, tan viejo, pero él, melancólicamente tierno sin su mirada fogosa, sin su fuerza bruta, las que le produjeron pasiones; ahora apagado por el trasegar del tiempo lo recordó y se condenaba por no haberlo atrapado entonces. Otrora no siempre fue mejor. Aún estaban ahí, la veía y ella a él, y como extraños repasaron instantes lejanos, pero no sonrieron al cruzar las miradas inmersos en el infinito tiempo que fue.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS