El color de la sopa

El color de la sopa

Jose Luis Linero

18/03/2019

Mañana, como siempre, te levantarás tarde e irás a comprar el pan, ya frío, porque el horno siempre estará muerto a esa hora. Enfriarás tus manos con la lata de tomates en conserva y saldrás de ahí.

Con lentitud, caminarás por las calles grises y el olor a fango y excremento serán tu compañía. Llegarás a tu casa, poniendo tus pies carcomidos y desnudos sobre el piso caliente; testigo de la actividad desbocada que acontece en las entrañas de la tierra.

Irás a la cocina de paredes atiborradas de grietas y cocinarás la sopa de siempre. Tu cabeza tendrá menos pelo que hoy y en tu morada habrá dos sillas y una mesa negra e insignificante.

Cuando la sopa esté lista, pondrás una vela en la mesa. Llegarán raudas las hormigas. Oirás el rugido de un camión que pasará con violencia y vibrarán las ventanas. Cuando todo esté en calma, la sopa humeando y la vela esté encendida, escucharás sus zapatos acercándose y después el timbre que llenará tu alma.

Abrirás la puerta y su chirrido será el preludio de su cara, la cara de niña que llena ese espacio húmedo. La harás seguir y se sentará en la silla de tablas viejas. Después de contemplarla un rato, te excusarás e irás a la cocina. Servirás en dos platos percudidos la sopa roja y cálida y la llevarás a la mesa junto con el pan. Ella sonreirá al ver el vapor y al oler el tomate fresco.

Ella siempre te traerá una canasta de mimbre y de ésta, sacará unos caramelos para comer después de la sopa. Comerán despacio, contemplándose el uno al otro. El frío y taciturno espacio, en ese momento, se volverá cálido y brillante. El brillo de sus ojos no dejará nunca de conmoverte y hacerte suspirar.

Cuando se acabe la sopa, cuando el color rojo desaparezca y descubras el fondo de color blanco percudido; siempre y sin falta te sorprenderás, tus manos se enfriarán y todo se volverá gris. La respiración se te cortará y finalmente un grito ahogado. Cuando pase ese malestar, quedarás siempre con la misma duda sofocante: Nunca entenderás por qué siempre que terminas de comer debes recoger dos platos, sabiendo que siempre comes solo.

Jose Luis Linero
2006, Estambul Turquía.

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