Desperté y estaba en la casita de nuevo. Miraba el techo blanco y las formas que se creaban con la sombra de la persiana. No reconozco si la música que entraba de la calle era cubana o dominicana. Sentía que mi cabeza ardía en fiebre y tenía que salir a trabajar. Comencé a levantarme lentamente, sentada en la cama miraba el cuarto de Paisi, cuadros en las paredes, dibujos bastante curiosos, lápices y colores, acuarelas y témperas. Era una artista de nacimiento. Estaba en esos días de procrastinar y hacer a un lado todo lo que me tocaba hacer en el día, pero tenía que encarar el día, tenía que seguir la rutina. Me levanté para entrar a la ducha y tener unops minitos más para quedar en ese momento de aturdimiento.
Salí del cuarto y ahí estaba Terza calentado los bizcochos de la panadería de la esquina y preparándome un té con jengibre y miel para sentarnos a desayunar. Nos sentamos en el sofá y comenzamos a conversar con la música de Eduardo Mateo que puso de fondo y el desayuno intentaba recordad cuando fue la última vez que me había sentado a desayunar con alguien sin estar apresurada con esa rutina pesada y no recordaba un día así.
Las rutinas con Terza eran de todo menos rutinas, desde el pensar en nuestro almuerzo, salir por la noche a recorrer las calles de aquella ciudad tan nostálgica, hasta el caerle en casa para armar un tabaco y fumarlo, tomar unos mates en el balconcito y ver a los vecinos bailar con la música en alto.
Nuestra relación se formaba a partir de esas rutinas, habíamos generado un vínculo muy fuerte que nos acompañábamos en bailes, almuerzos, desayunos y en nuestros silencios que sólo nosotras sabíamos entenderlo. Mirarnos con picardía y reír en frente del resto por bromas que sólo nosotras conocíamos fue producto de nuestra rutina.
Habíamos generado un significado distinto. El pensar en esa palabra hasta ese momento me generaba pesadez. M cuerpo ya se sentía cansado al momento de pensar en la palabra y me imaginaba el escenario aburrido, monótono y gris. La rutina con Terza era ditinta porque era una que se disfrutaba y al final del día terminaba con un abrazo y ella diciendome que la despierte por la mañana para que abra la puerta de casa. Así el ciclo se repetía, así vivíamos felices.
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