Siempre tuve una postura sobre el amor que con el tiempo y experiencias fue cambiando, pero seguía en la misma linea. Presencie un amor, lo mas cercano que tenia, donde creía que era lo ideal. Ese lazo entre esas dos personas se rompió, por desgaste e intervención de otra presencia. La decepción me invadió y lo imaginado se borro completamente. Madure, a la velocidad del viento, por las consecuencias que trajo el rompimiento. Cada día conllevaba cambios de bipolaridad ajenas, un manojo de emociones sobresaltadas. Tuve que ceder mi hombro como un apoyo, las lagrimas desprendidas en su rostro limpie y palabras de consuelo invente. Me quede a su lado, no me fui a ningún lugar. Observaba, y a la vez, mi oído fue protagonista. Escuche mucho; insultos, gritos, llantos, preguntas, etc. Elegí acompañar a la parte mas débil, la dejada. Sufrí interrogaciones que eran ocasionadas por la desesperación ante mentiras. Sabia que no eran intencionales solo eran de dolor. Cuatro años pasaron hasta que se estabilizaron las cosas. Después de ese tiempo, conté lo que ocurrió. Al hacerlo indagaron las causas de mi silencio a lo que solo respondí; «lo sentido en mi interior quedo callado por proteger y no preocupar a los demás.» Dicho suceso hizo surgir en mi vida, una desconfianza interna, no de perseguida, si no de inseguridad. Cuestionar ante cualquier intención de amorío ¿me quiere de verdad? ¿le importo? ¿sus palabras serán verdaderas? Pues, el amor es un terreno lleno de desafíos.
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