El depósito del mundo, el mundo

El depósito del mundo, el mundo

Dosilazo

11/02/2019

En el hospital psiquiátrico Las Nubes, donde son enviados todos aquellos que enloquecen por haber atrofiado sus mentes al ocupar éstas en asuntos de filosofía, había, una noche, dos locos que, sentados ambos el uno frente al otro, con las piernas cruzadas sobre uno de los catres, jugaban a las cartas, concentradísimos, sin hablarse, llevando puestos los pijamas reglamentarios de los internos. Miraba cada cual sus cartas con gran recelo, calculando fríamente su próxima jugada. Uno de los dos, sin embargo, interrumpió sus planificaciones para mirar de pronto al otro y preguntarle:

—¿Has leído tú las Confesiones de San Agustín?

—Por supuesto, entre muchas otras cosas. Por eso estamos aquí, ¿o no?

—¿Recuerdas que, en alguno de los libros finales, él se puso a pensar acerca de la memoria?

—Lo recuerdo. ¿Qué con eso?

—¿Recuerdas que él decía que, tras haber conocido con sus sentidos cada elemento de la naturaleza, en su memoria se depositaban imágenes de estos seres, pero no los seres mismos, pues él no absorbía a las creaturas cuando las aprendía por medio de sus percepciones?

—Lo recuerdo.

—¿Y si era mentira?

—¿Mentira?

—Sí, ¿si era mentira?

—Pues entonces hay que suponer que sí absorbía las cosas que conocía, y que no eran imágenes lo que se depositaba en su memoria, sino las cosas mismas.

—Eso quiere decir que, si conoció el sol, el sol está ahora en su memoria, y no ya en el cielo.

—Exacto, lo mismo que los astros y los bosques, los ríos o las montañas.

—Lo mismo que las personas…

—Lo mismo que todo lo que percibiera… ¿En qué piensas?

—Pienso en que nosotros conocemos el sol, pues lo vemos todos los días en lo alto.

—Es cierto, lo vemos.

—Sería, sin embargo, muy difícil asumir que Agustín no hubiese conocido el sol antes que nosotros, pues, así como para nosotros es tan irremediablemente evidente, así debió serlo también para él.

—Es verdad.

—Entonces lo absorbió, sin duda.

—Lo hizo, claro…

—Pero, si nosotros lo vemos, es forzoso que estemos en donde él también está, en la memoria de Agustín.

—¡Caray, tienes razón! ¿Crees que Agustín nos absorbió a nosotros también?

—Es preciso concluir que sí, pero no de manera directa. Lo que hizo fue absorber la totalidad de la naturaleza, la cual, dentro de su memoria, siguió desarrollándose como un conjunto de fenómenos, los cuales desembocaron en nuestra existencia actual. Lo ha absorbido todo, pues, si no lo hubiera hecho, no podríamos ser filósofos, pues nosotros estudiamos el todo

—Sí, claro, y, como él también estudiaba el todo, absorbió todo

—Mente glotona, ¿no crees?

—Absolutamente… De modo que ahí mismo es donde estamos, en la memoria de San Agustín, el depósito del mundo.

—Pero, si ese depósito absorbió el mundo, pasó a ser el mundo.

—Y San Agustín, Dios…

—Y San Agustín, Dios…

La charla se apagó, y, como si nada, siguieron jugando.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS