Encontré mi razón.

Encontré mi razón.

Edu

08/02/2019

Alfredo nunca había tenido suerte con las chicas. De pequeño tenía una enorme nariz, gafas de culo de botella, botas que te ponían antiguamente para los pies planos y servía de risas para las chicas de su edad. En su adolescencia en el instituto se enamoró perdidamente de Laura.

Cada día en la intimidad pensaba en decírselo pero cuando la olía o la veía se le cortaba el habla y no le decía absolutamente nada. Un día compró un ramo de flores y la espero a la salida del instituto.

“Hola Laura ¿Te gustaría salir conmigo?”_ Le preguntó atropelladamente nada más verla _

“No, ¿Contigo? ¿Estás loco?_Le respondió ella riéndose de él.

Tiró las flores al cubo de la basura y tuvo que soportar el resto del curso las risas de sus compañeros por su atrevimiento con Laura.

A día de hoy era informático trabajaba en casa.

Salió a por el correo y enfrente como siempre sentadas en el banco, María, Ada y Rocío con sus pantaloncitos cortos, chicas jóvenes y guapas.

“Buenos días chicas”_Les dijo _

“Buenos días Señor Ramírez”_ Le respondieron”.

Me llaman hasta señor, ya había perdido toda esperanza de estar con una mujer cada vez era más mayor y su cara no mejoraba.

Se metió acarició a su perro y se sentó a trabajar.

María, Rocío y Ada estaban como cada día sentadas en el banco bastante aburridas, hablando de cosas normales y sin mucho sentido. Ada se levantó y dijo que iba al baño un momento a su casa.

Las otras dos se quedaron solas y a María se le ocurrió un plan.

“Tía y si le mandamos cartas a Alfredo como si fueran de Ada y nos reímos este verano” _ Dijo la chica _

“Siiii”_ Respondió Rocío.

Alfredo abrió su cajita donde guardaba unas cartas.

Con diecisiete años conoció a una chica en el pueblo y ese verano salieron juntos, la única mujer con la que estuvo en su vida. Paseaban e incluso se dieron algún beso.

El verano se acabó y estuvieron ese invierno mandándose cartas, todavía olían a ella.

Era domingo y un día soleado, Alfredo se despertó perezosamente y se fue a la cocina a prepararse el desayuno. Cacao con magdalenas, unas magdalenas que las vendían de toda la vida en una panadería del barrio. Cogió una la mojó en el cacao le dio un bocado y cerró los ojos, en ese momento le pareció como si estuviera muchos años atrás, cuando iba a desayunar a casa de su tía Luisa y le ponía esas magdalenas, con ese cacao mientras veía la bola de cristal.

Terminó el desayuno y salió a coger el correo, al salir de la puerta respiró los aromas que traían la futura primavera, volvió a cerrar los ojos y recordar tiempos pasados.

Abrió el buzón y lo de siempre facturas, propaganda de tiendas de muebles, pero había una carta diferente a las de todas los días.

“Buenos días Señor Ramírez”_ Le dijeron las chicas al unísono¨_

“Buenos días chicas, se viene la primavera”_ Respondió, tenía prisa por entrar en casa y mirar aquella carta inusual.

Entró y abrió la carta rápido, tanto que la rompió un poco “que torpe soy” pensó.

“Buenos días Alfredo soy Ada una de las chicas del banco y quería decirle que llevo un tiempo fijándome en usted, evidentemente no puedo decirle nada a la cara ya que como usted sabe no nos conviene a ninguno. Ya recibirá más noticias mias.

BESOS.”

Alfredo no se lo podía creer cogió la carta, la rompió y la tiró a la basura. Empezó a entrarle ansiedad y decidió salir a dar un paseo.

Salió de casa y allí estaban las tres chicas en el banco de siempre, se avergonzó y agachó la cabeza.

“¿A dar un paseo señor Ramírez?_ Era Ada_

“Sssssi” _ Respondió Alfredo con la cara roja y salió andando calle abajo.

Las otras dos chicas comenzaron a reírse.

Alfredo bajó por el camino, avanzó por una calle llena de tiendas y llegó hasta la “Cafetería Moderna”. Recordó que le pusieron el nombre hace más de veinte años, ya no era tan moderna.

“Lo de siempre señor Ramírez’” _ Le preguntó la camarera _

“Si, por favor “_ Respondió con la educación que siempre tenía.

Se sentó en la misma mesa de siempre con su batido de fresa y plátano, mientras bebía de una pajita se pusó a pensar y su pensamiento fue directo a Ada. Tenía que tratarse de una broma se decía pero y si ¿no? Porqué le iba a gastar una broma si se veían todos los días no tenía sentido. Pero como le iba a gustar a una chica joven y guapa. Iba a ser un domingo tranquilo, feliz y se había transformado en un día para darle vueltas al asunto. Pensar en mujeres le provocaba ansiedad.

Pasaron los días y no volvió a saber más de ninguna carta de Ada, él seguía mirándola con vergüenza y ella no le bajaba la mirada.

Un día volvió a recibir una carta como la anterior, esta vez aparte de decirle lo mucho que la gustaba llevaba incorporada una foto de Ada en ropa sugerente. Volvió a entrarle ansiedad, y ese día tuvo que ir al hospital de urgencias a que le pincharan un ansiolítico.

Cada día comprendía menos como iba a gustarle a Ada.

Una noche fue a la hamburguesería del pueblo de toda la vida, que para él y muchos otros ciudadanos era cien mil veces mejor que las franquicias de comida rápida. Pidió una especial, una de patatas y un zumo. Al darle el primer bocado a la hamburguesa, volvió a cerrar los ojos y a dejarse llevar a tiempos pretéritos cuando iba con su padre a tal restaurante los viernes. Eran días felices aquellos viernes.

Al día siguiente volvió a abrir el buzón y allí había otra carta.

“Hola Alfredo no puedo más necesito verte, mañana a las nueve de la noche en el camino al bardal”. (Era un camino a las afueras del pueblo que llevaba a un estanque natural). Te espero allí”

Besos Ada.

No lo podía creer, evidentemente que no iría.

Allí se encontraba a las ocho de la noche, caminando hacía la carretera con un ramo de flores, y unas pintas que cuando se miró se dio pena a si mismo pero no tenía otra cosa. Pantalón de pinzas negro , camisa de cuadros pequeños blanca, un chaleco de pana encima de ella y sus gafas más bonitas, las cuales les quitaba bastante visión.

Andaba medio ciego por aquel camino, llegó a las ocho y cuarto al camino y allí se quedó esperando. Al fin dieron las nueve y no aparecía nadie, “bueno a las mujeres les gustaba hacerse esperar” pensó mirando su reloj que era una réplica de la nave de Star Wars.

Allí estuvo esperando hasta las once, se marchó tirando las flores. María y Rocío estuvieron observando, riéndose de él hasta que se cansaron. Según iba andando le empezó de nuevo el calor intenso y el temblor de piernas hasta que se cayó desmayado.

María una mujer que le gustaba pasear por allí lo recogió, llevó a Alfredo al médico de urgencias y allí se quedó esperando, hasta que vio que estaba bien y se marchó.

Al día siguiente otra carta.

“Lamento no haber podido acudir ayer a la cita pero me surgió un problema ya volveremos a quedar si así lo deseas”.

Aquello lo torturaba demasiado cada carta que recibía de Ada era como una puñalada en el estómago.

Volvió a recibir otra carta para volver a quedar en el mismo sitio.

Alfredo tonto de él volvió a acudir, allí estuvo otro par de horas esperando en vano.

María la mujer que le llevó al médico le seguía, llevaba mucho tiempo detrás de él porque le gustaba realmente, su sencillez, bondad. Se llevó un buen chasco cuando vio que el iba con flores, claro síntoma de que había quedado con alguien. Siempre que ella le iba a decir algo y le veía se quedaba sin habla.

Esa noche le siguió hasta casa.

Alfredo estaba harto y decidió ir a casa de Ada a dejarlo todo claro de una vez. Llamó a la puerta y salió el padre de Ada.

“Hola Alfredo ¿Qué deseas?” _ Preguntó el hombre, sinceramente contento de verle.

“Quería hablar un momento con su hija, por favor”_ Respondió Alfredo con los ojos inyectados en sangre apunto de desmayarse de nuevo.

María desde la otra calle observaba sin ser vista.

Salió Ada ¿Qué deseas Alfredo?_ Le preguntó.

_Por Dios que guapa era, pensó _ Como que qué deseo, me has hecho ir dos veces al camino del bardal, te he estado esperando durante dos horas y no has aparecido _ Le dijo con algo de furia _

“¿Yo? Jamás quedaría con un hombre como usted ¿Qué está diciendo?”_ Respondió ella sorprendida _

A Alfredo en ese momento la apetecía estrujarle el cuello, comenzó a temblar y se marchó de allí.

María no entendía nada y empezaba a dolerle el brazo derecho.

Alfredo fue a su casa entró sin darse cuenta de que había dejado la puerta abierta.

María vio su oportunidad se lo tenía que decir esa misma noche, pero estaba agotada y le dolía mucho el brazo.

Alfredo cogió la caja de pastillas se abrió una botella de Whisky. Empezó tomándose una pastilla, dos , tres , una copa de whisky.

María entró a duras penas en la casa, vio a Alfredo tirado en el sofá

“Te quiero Alfredo” _Le dijo y María perdió el conocimiento.

Alfredo también lo perdió oyendo esas palabras.

Una semana después estaban María y Alfredo agarrados de la mano por los pasillos del hospital recuperándose.

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