«Cientos de cuervos recorrían por los rincones de su habitación, muchas plumas se pegaban a su piel que inútilmente intentaba quitar. Quiso salir de una manera frenética de su alcoba, pero la puerta que siempre permanecía junta, estaba bloqueada.
Los cuervos se abalanzaron sobre él haciendo que cayera de golpe sobre una silla de espaldas, rompiendo con ello su notebook y dando vuelta una taza de café que había preparado unos minutos antes. Comenzó a gritar pidiendo ayuda, movía sus brazos quemados por el agua hervida, sentía como golpeaba a esos cientos de aves que venían a su encuentro en un día poco común. Muchas chocaban con Benjamín, algunas caían muertas con los picos quebrados o alas rotas, otras revotaban con él para luego recomenzar la vuelta a la habitación e impactar nuevamente sobre su demacrado cuerpo.
Comenzó a gritar: -Basta, basta!!!!. Se abalanzo al suelo boca abajo, se puso los brazos en la cabeza y cerro fuertemente los ojos.
De un momento a otro dejo de escuchar el ruido ensordecedor que producía el aleteo de centenares de cuervos dentro de su habitación, se reincorporo y nada había, ni siquiera una pluma sobre el cobertor de su cama, la habitación estaba como si nada hubiese ocurrido. Todo estaba en su lugar, el notebook en su sitio con la pantalla encendida donde veía datos curiosos en Youtube, su taza de café estaba allí, con el vapor jugando aún a la luz del atardecer. Todo estaba igual, excepto su cuerpo.
Fuertes nauseas corrompían su estado de animo ya aniquilado, todo le daba vueltas hasta que un duro golpe se presento en su pecho, desde dentro sentía algo que lo punzaba como si su traquea estuviese a punto de romperse, se tumbo en el suelo nuevamente cuando unas ganas inmensas de vomitar le sobresalto.
Sintió una picadura dentro de su boca, quería gritar pero su queja fue ahogada por plumas negras, intento cerrar la boca, tampoco pudo, ya que un cuervo de pronto comenzó a salir entre sus dientes, sus alas jugueteaban, pasaron cuatro segundos cuando el ave ya estaba fuera de su cuerpo, pero no parecía loca como las demás, más bien este cuervo solo voló medio metro para posarse arriba de su notebook encendido, agito sus plumas para quitarse un liquido verde que lo bañaba, y miró a Benjamín cuando éste estaba aun estupefacto por lo que había ocurrido.
Benjamin sentía aún dolor en el pecho, froto su rostro cuando de pronto vio como los ojos del cuervo cambiaban de oscuro a un color rojo, un rojo tan intenso que hizo que toda la habitación se tornara burdeo. Manchas negras en los ojos del cuervo comenzaron a girar fuertemente, como un remolino, haciendo que Benjamín se entregara de golpe, de una manera silenciosa y seductora a una abismo ya conocido, perdiendo de a poco lo que restaba de su conciencia».
Borrador del diario de Benjamin Vega Fritz, el cuenta cuentos, encontrado en la cima del árbol de su jardín.
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