000.
Lucy tan sólo quería morir, no había otra cosa que no saliera de sus pensamientos o pudiera entender su endeble cabeza y cuerpo.
Había días en los que estaba feliz, pero era algo superficial en su vida, una capa que el rocío podría desaparecer si así lo quisiera.
Ella era tan vivaz que muchos la veían como alguien a quien seguir, alguien que siempre sonreía sin importarle su interior; aún no logro entender porqué quería marcharse para siempre.
A todos aquellos que saben
lo que es perder a su media naranja.
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001.
Querida Lucy:
Hace tiempo que ya no te veo, creo que he empezado a olvidar tus matices. Hay veces que te extraño; a veces extraño tu risa, a veces extraño tu forma de ver el mundo: tan locamente y a ciegas, como tú. Intento tantas veces verlo como lo hacías, pero los golpes de realidad me dejan las heridas abiertas, porque este lugar no es un juego como querrías. Las cosas han cambiado mucho por aquí.
Había días en los que creía que eras un pedacito de mar: chocabas contra todas las inseguridades y derrotabas a todos los prejuicios. Porque eras mucho que todo eso, y no lo sabías.
Teníamos un secreto que solo nosotras conocíamos, creyéndonos invencibles, fuertes e indestructibles, cuando la verdad es que nos caíamos por precipicios y reíamos de ver a cada uno de nuestros cristales aún más rotos. ¿Por eso nos creíamos mejores que los demás? ¿Rompiéndonos a nosotras mismas sin ver las consecuencias? ¿Qué idea tan enfermiza teníamos de fortaleza? Estábamos más rotas cada vez, más débiles, más abajo.
Los trenes de mi vida los he olvidado, pues me cansé de perderlos. Tú subiste a uno y jamás regresaste de él. Yo prefiero ser un alma muerta, a una que quiere compartir sus colores. El gris se apodera de mí. Vuelve, Lucy, que quiero sentir un poco más de utopía.
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