Esas miradas impunes en su momento. Esas miradas que lo dicen todo entre silencios. Esas hojas en blanco, ese momento entre retazos esparcidos por la arena de memorias o perdidos en las islas de nuestras lagunas.
Somos mentales y solo a veces emocionales. No nos dejamos llevar por pensar en «¿que es lo correcto?», antes de actuar. Solo un ápice investido de libertad y con eso nos basta para decir «me siento vivo».
Es el peso, ese peso, el que nos margina de lo mágico que puede ser un momento. Es la mirada del otro, esa mirada que nos alivia o nos entierra.
Son las ganas que se escondieron, son los ánimos que se extinguieron, es la voluntad quebrada, es el conjunto desanimado llevado al extremo. Es el invento de una sonrisa expuesta como símbolo.
Es el suspiro de alivio luego de la tormenta, es el margen que nos alienta, es la fuerza que nos levanta. Es el coraje que no nos deja quedarnos. Es el deseo interno acumulado queriendo expresarlo todo, es la magia de volar sintiendo en la mejilla un cariño singular.
Quizás, es un mensaje para no dejar de imaginar, lo que un sueño no puede dejar de crear.
…Nico…
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