Está el viento acunando una ilusión,
en la que desnudar la tibieza de sus manos,
expectantes, libres de tabúes.
Está sonriente y enfebrecido frente a las voces,
los espacios y los perfiles de los misterios.
Se desliza entre las estrellas, los inviernos,
golpea las calles, retuerce, entre huecos se desliza,
empujando universos,
lunas intensas y melódicas abrazando.
Vigilante transita. Ahora afilado, ante la sombra acude,
y emula, desintegrándose, el sonido de las aves,
de los recuerdos, de las imaginarias sonrisas.
Está el viento acunando una herida,
en la que besar el alcance de sus labios,
incipientes, saturados de vorágines.
Está pensativo y acuoso frente a los silencios,
las grietas y la gama de las ausencias.
Se oculta entre los imposibles, las rendijas,
apaga las lluvias, encuentra, entre sollozos se ahueca,
defendiendo soledades,
tinieblas amargas y grisáceas olvidando.
Vigilante deambula. Después límpido, ante la angustia brilla,
y riega, tendiéndose, las lágrimas de lo desdeñado
de lo reducido, de la levedad abatida.
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