Monólogo al humano.

No lo negaré, es nuestra culpa. En algún momento de la humanidad cortamos la cadena que nos separó del planeta Tierra, guardando sólo como vínculos inalienables la vida, la reproducción y la muerte. ¿Y que más íbamos a necesitar?

Cuando nos dimos cuenta que bastaba un hogar, una familia y un buen laburo, nos despojamos de todo tipo de responsabilidades ante el planeta. O la culpa es del Estado, o es de una industria, ¿y nuestra negligencia? ¿Tan poderosa es la razón que nos gobierna sin darnos cuenta?

Es falta de amor, falta de sentido, una falta de vivir la vida con cada respiro lo que lleva a la horca de la extinción a cientos de animalitos (diminutivo literal por la falta de cuidado que les damos o les dimos, o por el destierro que les imponemos dentro de su misma tierra).

Mientras escribo veo como una mariposa se mese de flor en flor bajo una sutil llovizna. Allí revolotea mientras teje el azar, mientras crea un huracán en algún lugar del mundo. Se detiene, siento que me observa, que me grita y me escupe. Podría culpar al colegio, a mi familia, a mis tutores por no enseñarme a amar y cuidar esta Tierra, pero no amigo, la culpa sigue siendo nuestra.

Si mañana nuestros nietos no ven la lucha de una mariposa, de flor en flor, bajo una llovizna, es porque les fallamos al creer que lo que realmente importaba era el humano cuando en realidad tuvimos que abrazar y amar a la naturaleza.

Cuanta belleza devastada, cuanta vida aniquilada, por el hombre, para la humanidad…

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