Y la conocí.

Una chica fuera de lo común. Interesante, alegre, Carismática, inteligente y demasiado bonita.
Una chica fuera de lo común.
Una chica sin igual.

Tan bella como la luna llena.
Tan alegre como un cuarto menguante.
Interesante como el influjo al mar de la misma.

¿Cómo no admirarla? ¿como no quererla?
Si ella es impresionante.
Inalcanzable.

La pienso de noche y de día.
La extraño todas las horas de la madrugada.
Horas que fácilmente pudiera pasar hablando con ella.

En donde nuestro universo radica en una cocina.

Donde un par de besos derriban paredes.
En el que Hasta una mordida se siente bien.
Donde un «cariñito» cobija más el alma que la felicidad misma.

Donde un par de brazos sirve como escudo y abrigo.

Donde una platica puede hacer que todo el mundo desaparezca.

Y sólo existen un par de individuos hablando de cualquier cosa en cuatro paredes.


Buscando tus ojos,
La luna se esconde,
Juega con el viento,
Y aturde a los duendes.

Se adorna, te sigue…
Te envuelve de cálidos besos,
Y te enciende.

¡ Esa luna… luna ¡
Su corazón extiende,
Se vuelve humana,
Y… a tu lado se duerme.

Y en la madrugada,
Tu alma se llena de calor…

Cuando ve, tu frente serena,
Anidando, recuerdos vivos,
de tu ilusión de amor….

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Hoy me mira la luna
blanca y desmesurada.

Es la misma de anoche,
la misma de mañana.

Pero es otra, que nunca
fue tan grande y tan pálida.

Tiemblo como las luces
tiemblan sobre las aguas.

Tiemblo como en los ojos
suelen temblar las lágrimas.

Tiemblo como en las carnes
sabe temblar el alma.

¡Oh! la luna ha movido
sus dos labios de plata.

¡Oh! la luna me ha dicho
las tres viejas palabras:

«Muerte, amor y misterio…»
¡Oh, mis carnes se acaban!

Sobre las carnes muertas
alma mía se enarca.

Alma —gato nocturno—
sobre la luna salta.

Va por los cielos largos
triste y acurrucada.

Va por los cielos largos
sobre la luna clara.

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