Los artistas somos personas sensibles, un poco ególatras pues tenemos sueños que nadie entiende y lo que para un artista es una maravilla para los demás es solo una mancha sin sentido en un lienzo…somos bondadosos cuando se trata de enseñar a otros, pero somos arrogantes cuando presumimos de lo que somos capaces de hacer con una simple pluma.
Amamos la música, somos dependientes de las más hermosas melodías a la hora de crear… Tenemos fe, tanta fe que podríamos subir la montaña más alta del mundo, con tal de ver de cerca esa flor que nos hemos empeñado en dibujar… Muchos se reirían de esa hazaña y la catalogarían de locura, pero qué feliz es ese artista que pudo con su lápiz de carbón recrear en un papel aquello que solo pudo poner en el mundo la perfecta madre naturaleza.
Un artista llora en soledad, al mirar de frente que pudo terminar su obra. Sus ojos admiran incrédulos que ha logrado lo que solo podía en su mente imaginar… Que poco sabe el mundo lo que siente un artista…ser incomprendido, subestimado e ignorado por vivir en su propio mundo de fantasías y confusiones.
Un ser enamorado, emocionado, apasionado. Amante de los detalles que otros por la prisa de la rutina no se detienen a apreciar.
Nadie puede amar más que un artista, pero es un amor distinto: sin etiquetas ni reglas. Sin miedos ni ataduras…porque una artista conoce la libertad a través de sus trazos. Y sabe bien que si le impusiera reglas a sus ideas se tornarían monótonas, aburridas y tristes.
Qué feliz se ve el artista cuando está sentado en su trono, frente a su lienzo que es su escudo a la realidad y con esa filosa espada que llama pincel… Tiene una armadura ante las criticas que nunca van a detener su lucha contra sus propios miedos…
Y aunque el mundo siga destruyéndose, la ambición y corrupción estafándonos, la contaminación arropándonos, el odio y la violencia matándonos, el dolor y la depresión consumiéndonos…. Nosotros seguiremos creando, porque nacimos para poner hermosos colores donde sea que nos ataque el gris.
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