E l G a t o


Casi todos queremos evitar la muerte, desde viejos a niños, la tentación de morir se nos ha hecho ver como la curiosidad que mató al… bueno, de aquel ser peludo y escuálido que parece el mero ayudante del dios chacal, cuando a veces ese vacío de vida no es más que la propia solución.

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La voz del diablo


En las calles de la vieja ciudad, pilas de gotas cristalinas caen entre tejados, el viento abraza la acera y el frío ataca cautelosamente mientras Tobías tiembla de pie a cabeza.

El chiquillo se sienta al más próximo escalón de alguna vieja hacienda, sus dedos están rígidos, siente una tortuosa fiebre, todo es confuso y disperso, ¿Qué hizo aquella mañana? ¿Cómo llegó ahí? ¿Es acaso Tobias su nombre? Una fuerte ventisca le azota el alborotado pelo y todo recuerdo desvanece.

La gente se va a sus casas, las calles quedan desoladas y la luna llena resplandece en la media noche. El crio se debate su posición mientras una nube sale de sus fosas, toca sus harapos y encuentra un pan rancio, sin pensarlo dos veces, le da un gran mordisco.

El frío se hace más hostil, Tobías guarda la mitad del duro pan y se refugia, tiembla por un momento, mientras de sus ojos tristes salen gotas finas y calientes como la cera.

-:-

El viento ha parado, Tobías siente unas patitas cosquilleandole la entrepierna, se levanta sin problema y mira un gato raquítico, negro, de grandes ojos verdes, astutos bigotes y una boca grande sosteniendo el sobrante de pan. El chicuelo se levanta con fiereza, gruñe a la alimaña y corre por su sustento sagrado. El ser escuálido le esquiva sin problemas, para luego salir corriendo, Tobías no se rinde y lo persigue.

Ambos corren por calles de piedra, entre haciendas taciturnas, con el único ruido de las pisadas.

Corren y corren, van por callejones, mientras luz y luna comienzan a desaparecer. La noche se vuelve profunda, Tobías corre entre un cielo negro y una senda negra, mientras un pan parece levitar.

A lo lejos un farol alumbra, más su alrededor es un oscuro puro. El gato camina y se sienta junto a la gran columna, Tobías se siente cansado, raro, se acerca despacio al felino y se lanza.

Tobías toma impulso, pero cuando parece haberlo agarrado, gato y pan desaparecen en la nada. Desconcertado, el chico mira a su alrededor, pero todo es negro eterno, mira y mira :esta perdido.

Al principio busca algún indicio en el cielo, pero parece estar encerrado en una gran caja, siente presión y entonces llora.

Llora, llora por que esta solo, extraña las flores, el campo, los pájaros, extraña el día, los días felices y llora en la noche eterna…

A lo lejos un zumbido se acerca levemente, las lágrimas de Tobías caen en un suelo negro, del suelo negro surge el musgo, el brillo del farol aumenta, el zumbido es cada vez más y más fino.

La luz del farol se vuelve más blanca, la caja se desintegra, del musgo surgen flores, hojas verdes y más musgo, Tobías deja de llorar, se limpia los ojos y mira las flores rodear su alrededor.

El farol comienza a temblar, el eterno negro se desintegra y un cielo atardecer se revela afuera.

El viento tira a Tobías al suelo, toca tierra fértil y huele el olor a rosas y petunias, las flores se alzan a lo alto, los pájaros salen de todos los lugares a cantar, el sol brilla a lo alto, montes, cerros, todos los colores se presentan ante los ojos del chico, el farol brilla tanto y tanto… y entonces a lo lejos una silueta va rumbo hacia él, Tobías quiere gritar, llorar, pero lo que hace es correr, corre como nunca antes.

Ella está ahí, y también le acompaña una silueta más pequeña, Tobías corre, llora y la abraza.

La luz se vuelve intensa, Tobías llora y la abraza más fuerte.

-Has llegado – le dice ella dándole un beso en la frente.

El brillo es intenso…

-¡Te he extrañado mucho, muchísimo! – le da un beso en la mejilla.

Tan intenso…

-Vamos… – ella le sonríe y le agarra la mano, él también sonríe y ambos tres caminan…

Y entonces todo se vuelve blanco.


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