La madre volteó a mirar a su hijo y al comprobar que se había dormido, apagó la radio del coche para no perturbar su sueño. Estaba muy retraído desde que perdió a su padre de forma trágica hacía un año, y le era difícil abordarlo pues no le daba cabida alguna.

Impotente y preocupada, se le ocurrió llevarlo a la playa el fin de semana para intentar acercarse a él, y que aceptara de una buena vez lo sucedido aquel fatídico día y pudiera pasar página. Le costó convencerlo y terminó accediendo sin ningún entusiasmo.

De pronto Joaquín despertó sintiendo un intenso frío y una fuerte sacudida. Estaba totalmente mojado y al incorporarse se quedó pasmado…¿qué hacían de noche en un bote en medio del mar y en plena tormenta?.

Restregándose los ojos miró a su madre, concentrada en achicar el agua que se acumulaba rápidamente, cuando escucharon un ensordecedor bramido y vieron como una enorme ola estaba a punto de engullirlos.

Sujétate bien Joaquín!_ oyó a su madre gritarle angustiada, poco antes de recibir la tremenda embestida que les recordó su precaria condición.

La tormenta empeoraba y las olas no dejaban de sucederse una tras otra, remeciendo y haciendo crujir la endeble embarcación que surfeaba aquellas paredes húmedas, subiéndolos hasta la cresta y bajándolos luego en picada, intentando no salir volando en el vertiginoso descenso como si de una montaña rusa se tratase, sólo que aquí no tenían cinturón de seguridad y dependían únicamente de su brío y de la providencia.

Cuando parecía que la pesadilla no podía ser peor, en medio de aquel torbellino emergió del mar una enorme criatura oscura. Madre e hijo se miraron aterrados esperando que no los viera, o que alguna ola hambrienta se lo llevara con ella.

Pero lejos de suceder esto fue directamente hacia ellos. Sus ojos inyectados brillaban malévolos y se distinguían sus intenciones. Joaquín entonces reaccionó pues no iba a permitir que le hiciera daño a su madre y cuando la tuvo lo suficientemente cerca, saltó hasta su cuello y se asió bien a él.

La bestia se retorció varias veces con violencia intentado que el muchacho se soltara, pero Joaquín descubrió que su fuerza estaba a la par de esa furia. Se llevó una mano al bolsillo del pantalón donde guardaba la navaja que fue de su padre y se la clavó al monstruo directamente en la yugular.

La sangre le emanaba a borbotones mientras caía agonizante como en cámara lenta, arrastrando a su verdugo con él. Morirían ambos y así terminaría con su miedo, su angustia y su dolor.

_Hijo…toma mi mano…no te abandones…confía en mí…no fue tu culpa que tu padre muriera, no lo fue….¡créeme!_ Gritó la madre desesperada.

Como en una película Joaquín revivió ese día, cuando su padre desde la arena, lo vió entrar al mar traspasando el límite permitido que garantizaba su seguridad, desoyendo su orden de que regresara. Fue así como de un momento a otro, una mañana que prometía ser feliz, se convirtió en ese recuerdo permanente que tanto lo laceraba.

El mar lo escupió en la orilla como si fuera un despojo y a cambio se quedó con la vida de su padre que había entrado a salvarlo. La autopsia determinó que había sufrido un paro cardiaco producido por una cardiopatía isquémica congénita. Los médicos le explicaron que era algo destinado a suceder en cualquier momento y en cualquier ciscunstancia, pero esa explicación no lo consolaba. Ocurrió luego de que lo rescatara por su insensatéz y desde entonces no dejaba de pensar en ello cada día.

_ Hijo…no te vayas por favor…no me dejes…

Joaquín miró a su madre que con su mano extendida hacia élse negaba a perderlo…dudó…sería tan fàcil quitarse de en medio…estaba cansado de luchar solo tanto tiempo contra sus propios demonios.

No pudo más y lanzando un grito hondo y desgarrador claudicó. Tomó la mano de su madre y volvió a la vida.

Por fin la noche terminó y junto con ella la feroz tormenta. El sol había salido y se encargaba de abrigarlos. Ahora el bote se mecía suavemente por entre la mar, mientras escuchaban algunas gaviota graznando a lo lejos y todo era paz. Fue entonces cuando Joaquín tomó conciencia de la situación y al despertar, supo que se había perdonado al fin y había dejado el dolor atrás.

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