Resulta un poco difícil iniciar este relato de amor, pero no se de que tipo de amor, puede que sea del que causa dolor en el corazón o del que te pinta la sonrisa más brillante que podrías tener.

Todo inicia como toda historia de amor, dos personas que no imaginan que un día se conocerán, ella a quien llamaremos Daniela y él Hamilton, ambos fueron a la universidad por un objetivo común, y sus caminos se cruzaron un día que ninguno de los dos recuerda, simplemente era su destino juntar sus vidas por un corto tiempo para que él conociera el amor cara a cara y ella creyera que es posible amar.

Antes de continuar les presentaré a los protagonistas de esta historia primero Daniela, una mujer que sabe lo que quiere, no cree en historias de amor aunque le gusta leer Nicholas Sparks pues espera un día poder vivir lo que dicen sus novelas, es graciosa, leal, incondicional y seguramente la mejor amiga que alguien podría tener, simplemente es necesario conversar con ella y verla sonreír para creer que el mundo es un lugar maravilloso, no la describiré físicamente pues espero que sean ustedes quienes imaginen y armen su rostro y su figura en su mente. Ahora Hamilton quien es evidentemente todo lo contrario a aquella mujer, es un tipo embustero, solitario, frío que a pesar de creer en el amor no sabe como cuidarlo cuando lo tiene en sus manos, él suele decir que es un hombre que está dañado, es todo lo contrario al amor de su vida y lo único cierto es que ella lo hace una mejor persona.

2 Segundos

Ese día Hamilton salió de su casa vestido con un pantalón blanco, una camisa oscura de color azul y por algún motivo decidió llevar un sombrero blanco con una cinta negra, él se encontraba jugando a ser turista en su ciudad, acompañado de algunos amigos y había caminado toda la mañana visitando museos, iglesias y contemplando las construcciones de tipo colonial, al ser un sábado las calles y la plaza se encontraban abarrotadas de gente, niños corrían por todos lados gritando y riendo, grupos de turistas tomaban fotos con sus móviles admirando la belleza de esos lugares, se podían ver mimos, payasos con globos entreteniendo a la gente, muchos vendedores, ese lugar tenía mucho ruido, pero Hamilton no podía pensar en nadie más que ella, y frente al palacio de la presidencia un edificio del siglo XVII de fachada blanca y con tres cuerpos bien definidos el primero de piedra que albergaba algunos negocios de venta de souvenirs, el segundo cuerpo lleno de columnas de estilo dórico y guardias en las puertas y el tercero, la terraza con un campanario y el reloj contemplando el lugar y más que la admirable construcción, contemplaba el recuerdo, recordaba esos instantes pasados en aquella plaza, recordó el helado de limón que compartieron ese día, recordó la banca donde se sentó para que uno de esos niños que tiene toda plaza limpie sus zapatos, así mismo él recordó unos chocolates que otro muchacho trabajador llegó a ofrecerles, se pudo ver a si mismo con ella de la mano caminando hasta la esquina donde la besó por última vez, o mejor dicho donde se besaron por última vez.

Tómanos una foto! – dijo un amigo. Y Hamilton regresó a la realidad.

Pasaron algunos minutos y las sesiones fotográficas habían terminado, ahora se les había abierto el apetito así que fueron a comer a un restaurante de comida típica un lugar común para cualquier turista, pero no para él pues no solía frecuentar esos lugares, cruzaron el pasillo de otra construcción colonial de su centro histórico, llegaron a un patio muy grande con un fuente en el centro y varias mesas dispuestas alrededor, sonriente y jovial entró primero pues Hamilton era el guía del recorrido.

Y ahí estaba Daniela sentada con su hermana en una banqueta en uno de los pasillos del patio central, Hamilton sintió como su corazón empezó a latir muy fuerte y su respiración se mostraba cada vez más agitada, estaba nervioso pero quería correr a abrazarla y darle un beso, sintió ese amor vivo como lo había dejado hace meses, quiso llorar porque la había extrañado tanto porque imaginó que nunca la volvería a ver, él vió como ella se ponía de pie y salía de aquel lugar, Hamilton pensó que ella se había percatado de su presencia y quería salir del lugar para no volver a compartir espacio con él.

Hamilton la vió partir y sin decir nada se sintió feliz por haberla visto 2 segundos.

Sin que nadie se diera cuenta del evento dijo a sus amigos- Vamos arriba! se percató y en efecto ninguno de ellos se había dado cuenta de ese instante de perfección, Hamilton continuó y subió al restaurante, un lugar rústico con ciertos elementos antiguos como una radio antigua con un elegante chasis de madera que tocaba música actual, adecuado en un balcón en el tercer piso de aquel edificio las mesas todas dispuestas una tras otra con manteles blancos.

Un amable mesero los ayudó encontrar una mesa y procedieron a ordenar, la mesa se encontraba llena con empanadas, jugos de fruta y una que otra cerveza, de pronto Daniela aparece una vez más y toma una mesa no tan cerca de él, y la misma sensación recorrió su cuerpo una vez más, pero en está ocasión Hamilton decide que se acercará y la saludará, se encuentra ordenando sus sentimientos para no desbordarlos al momento de acercarse.

El está muy nervioso e inquieto, así que se levanta, camina hacia su mesa y como un niño que está apunto de confesar una travesura a sus padres, respira profundamente, toca su hombro y dice: Hola gordita.

Ella con la misma sorpresa no dijo nada y lo saludó haciendo un ademan.

Hamilton no emitió ninguna otra palabra y siguió su camino, y continuó con el recorrido que había planeado para sus amigos aunque su corazón quería regresar y abrazarla fuerte, su cabeza le decía que continuara caminando, y una vez más él decidió mal y salió del lugar sin mirar atrás, salió con una sonrisa brillante pintada en su corazón y con el dolor de no volver a encontrar a aquella mujer. Y así 2 segundos se convirtieron en los segundos más felices después de muchos meses.

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