El Asedio De la Oscuridad

El Asedio De la Oscuridad

David Sanchez

07/11/2018

Capítulo I

PRESAGIO


En la oscura noche, la luz tenue de la luna iluminaba una casa de donde provenían juguetones sonidos. Allí correteaban felices dos niños. Ambos usaban unos ropajes simples y andrajosos, aparte de la falta de zapatos. La diferencia de edad se marcaba por las estaturas. Jugaban a atraparse, a las escondidas, a alguna fantasía para escapar de la cruda realidad. Simplemente se divertían como podían en esa oscuridad. Se encontraban muy relajados, sin prestar mucha atención a su entorno, en el que, difícilmente se podía distinguir una silueta entre las sombras… Era la silueta de un adulto, alto, y estático, parecía que solo observara cómo se divertían.

La figura oscura, moviendo su mano izquierda de abajo hacia arriba con un suave ademán y en silencio, abrió una grieta delante de él, con una forma un poco ovalada, pero más alargada y con extremos que se hacían cada vez más delgados al punto de desaparecer. En su contorno tenía un aura que fluctuaba de arriba hacia abajo, y cambiaba un poco su color, pasando de un negro grafito a un morado muy oscuro, hasta un azul media noche. Pero en ningún momento llegaba a iluminar el lugar. En su interior había un espacio profundo que aparentaba llevar a un lugar donde solo existía oscuridad; entonces, de esta grieta salió lentamente una guadaña oscura con una empuñadura larga, totalmente negra y con una especie de punta triangular en sus dos extremos; su hoja era increíblemente grande y en su parte superior disponía unas cuchillas extra en forma de sierra que le daban al arma un aspecto imponente, y excesivamente amenazante. La hoz tenía un aura oscura que la rodeaba y dejaba salir ocasionalmente unos extraños rayos negros. La lóbrega figura tomó con firmeza el arma con su mano derecha y, al hacer contacto, disipó el aura y los rayos desaparecieron al igual que aquella grieta. Escondido detrás de una puerta, la sombra de lo que parecía ser un hombre, esperó a que uno de los chicos entrara a esa habitación…

El hombre aguardo el momento preciso, sin mover un musculo, camuflado perfectamente entre las sombras. Cuando uno de los inocentes niños, el más pequeño, concentrado en su juego y diversión, pasó corriendo por la habitación, el hombre levantó su hoz velozmente y el pequeño recibió un corte en diagonal, que para él vino de la nada; un corte muy largo y fino que iba desde su mejilla hasta el final de su frente, pasando por su nariz, pero sin afectar sus ojos. El niño asustado y herido cayó al suelo y lloró con fuerza mientras que aquel hombre, con su rostro medianamente cubierto, esbozó una pequeña sonrisa y desapareció dejando una nube de humo negra, no muy densa que se desvaneció rápidamente.

Pronto, el otro chiquillo acudió a su amigo a ver qué había pasado, pero aquel que había sido herido, extrañamente se sentó como si nada y ya no sentía dolor, aunque el corte estaba ahí. Había un poco de sangre, la cual, al paso de unos segundos, se tornaba más y más oscura.

De repente, el sonido de un gran golpe recorrió toda la casa. Cuatro hombres, cada uno con una versión mejorada, moderna y más poderosa de los fusiles de asalto C8A1; armas llenas de accesorios. El grupo llegó al cuarto donde estaban los dos chicos, tenían un uniforme táctico azul marino muy oscuro, siendo de color negro sus máscaras anti-radiación, y blancas las válvulas de inhalación, y con chalecos antibalas, aparte de algunos accesorios que llevaban encima, se asemejaba a un uniforme del S.W.A.T. Se veían grandes y soberbios, como de 1.80 metros.

En segundos, los cuatro soldados apuntaron a los infantes, rodeándolos, y cegándolos con la fuerte luz que emitía la linterna del arma. Tras ellos llegó otro hombre, con una bata negra y no poseía una máscara, pero si unos lentes reflectantes y un tapabocas que le cubría desde el entrecejo al cuello, dejando expuestas las mejillas. Era solo un poco más alto que los soldados, y su forma de andar era un tanto peculiar. El hombre se acercó lentamente al chico que había sido herido. Uno de los uniformados ayudó a mantener al pequeño quieto. De su bolsillo derecho, el científico sacó una jeringa con la cual punzó la herida del niño, justo en la frente, la jeringa no era muy larga, pero la empujo con fuerza intentando ir lo más profundo, y extrajo todo lo que pudo de su sangre.

–¡No te muevas! Niño insolente. –el pobre crío no podía hacer nada más que gritar de dolor y desesperación, forcejeaba para huir, pero con tantas heridas en su cuerpo, previas a la de su frente, y el hambre que sentía, le era imposible.

Como era de esperarse, el otro chico no se quedó quieto ante el abuso que recibía su amigo e intentó ayudar. Pero recibió una patada de otro de los milicianos justo en el abdomen. Fue un gran golpe y sin misericordia, a pesar de que era solo un niño, el cual lo dejó en el suelo muy adolorido.

–Es suficiente. –dijo elegantemente el caballero de la bata, mientras daba un par de golpes con el dedo corazón a la jeringa, la cual contenía algo diferente a la sangre, tenía un líquido completamente negro.

El volvió a llorar, esta vez con más intensidad, se agarraba la nueva herida con fuerza, la tapaba como si se le fuera a salir el alma por ella. Su compañero de juegos seguía en el piso, dolido, y sin aire debido a la dura patada que le habían dado.

–¿Y ahora qué hacemos con estos? –preguntó uno de los militares, mientras mantenía el ojo encima de los pequeños, sobre todo al que estaba herido.

–Ya deberían saber que hacer –contestó el erudito mientras se retiraba del lugar. Su dificultad para andar era notoria.

Lentamente y regocijándose en su hallazgo, el científico dejó la casa y se retiró el tapabocas. Una sonrisa maquiavélica impresionó a otro militar que esperaba afuera.

–Perfecto, los últimos supervivientes de este antiguo país llenos de plomo… ¿Y qué es lo que ganamos con esto? –preguntó el hombre cuando el ruido ensordecedor de varios disparos había desaparecido.

–Vagaban moribundos y medio muertos, después de tantos años, cualquier recurso está prácticamente acabado, además, recuerda que para el resto del mundo, este lugar no era más que un yermo desolado y contaminado… Este líquido tan curioso, puede llegar a ser la solución a todos nuestros problemas, es… algo más allá de la energía nuclear. Materia extraña… No, algo más… Materia Oscura. –en seguida, el científico observó el reloj analógico que reposaba en su muñeca, marcado las 10:30 P.M.–. 2025 y aún falta tanto por descubrir. Estoy impaciente. –

–Quizás debiera ponerse esa mascara otra vez, señor. Y espero con esa cosa pueda cumplir su promesa, le agradezco por esta fuerza increíble, pero este dolor es insoportable. –comentó el hombre mientras seguía al científico y apretaba su puño izquierdo.

–No te preocupes, cumpliré mi palabra… realmente esta mascara no hace falta. –respondió el científico velozmente con una sonrisa macabra–. Mi sangre evitara cualquier problema… –

–Señor, sigo sin entender por que era necesario todo un escuadrón. Quiero decir, ¿no se supone que esos mocosos eran los últimos con vida? Además, con este poder podría derrocar una ciudadela entera, no entiendo a que hay que temer. –preguntó incrédulo el militar. Se dirigían hacia un amplio helicóptero.

–No podemos asegurar con certeza qué nos aguarda en este desolado habitad de muerte, y tu fuerza aún es inestable. Recuerda que aún somos humanos, y por consiguiente debemos tener cuidado. –

Capítulo II

ASEDIO

En enero del 2020, una guerra que pronto finalizaría recibió una extensión catastrófica, la onda de polvo y muerte se extendió a lo largo de toda Bélgica y logró retumbar en los países cercanos. Ni siquiera los aviones DF-ZF, portadores de la bomba más masiva y destructiva jamás creada, lograron escapar del evento que cambiaría el rumbo de la guerra y de la historia para siempre. Muerte y más guerra, todo consecuencia de la absurda decisión tomada por la OCS, la Organización Cooperativa de Shanghái. Las personas son capaces de cualquier cosa cuando están acorraladas. Pero… ¿fue todo intencional o hubo alguna influencia externa?

Era pleno día en un aeropuerto de Novamérica, en donde alguna vez se situó Colombia, el sol calentaba el lugar y un par de enormes nubes reposaban en el cielo, el viento acariciaba suavemente la ciudad, con unas corrientes que iban y venían, refrescando todo lugar. El tiempo había pasado, era ya 2028 y el mundo vivía una recuperación rápida y constante luego de la trágica desgracia mundial que finalizó el 2021. Todo gracias a la casi omnisciente Erudition.

Neit, estaba con sus audífonos periféricos puestos, estos ocultaban el tono rojizo que habían adquirido sus orejas después de tenerlos tanto tiempo encima. El joven cabeceaba un poco en su silla. Su largo cabello negro yacía muy desordenado. Ese día Neit vestía liviano, pues tendría que estar en un avión aproximadamente 8 horas. Con una simple indumentaria semi oscura siendo su jean lo único que no era negro. Se encontraba sentado junto a su joven y bella madre Miranda. Quien leía un libro ubicado en sus piernas, con la expresión de una satisfactoria paz en su rostro, que se veía reflejada en lo calmado y deslumbrante de sus ojos verdes, aunque su larga cabellera marrón le incomodaba un poco, pues, de vez en cuando tenía que retirarla de su libro.

No se dirijan la palabra, cada uno estaba concentrado en sus temas, incluso parecía que no se conocieran. A simple vista no eran muy parecidos. Sin embargo, se notaba que eran madre e hijo. Neit pronto sería un adulto, ya había sobrepasado a su madre, quien no era muy pequeña. Su mamá siempre le decía que él se asemejó más a su padre.

El ambiente se sentía muy tranquilo, pues el aeropuerto permanecía limpio y con un suave olor a mandarina, aparte de relucir y estar bien organizado. La estructura que poseía era algo vanguardista, moderna y a su vez seria, formal. Neit disfrutaba de la arquitectura que el lugar poseía, ese tema siempre le había llamado la atención.

Ellos solamente descansaban juntos, mientras esperaban el poder abordar su avión. Ese día el aeropuerto estaba extremadamente lleno de gente. Las personas se movían de un lado a otro algo inquietas y encontrar una silla vacía era casi un milagro.

Neit miraba alrededor con sus ojos de color café claro, algo cansados. Con las cejas un poco levantadas mostrando una pizca de desagrado. Miraba sin algún objetivo en particular, hasta que algo llamó su atención; por el suelo, como con voluntad propia, rodaba una esfera completamente negra, sin embargo, se veía bastante limpia, brillante. Su tamaño era como el de un balón de fútbol. Neit siguió con su mirada la esfera que inteligentemente evitaba chocar con alguna persona y parecía que nadie más la haya visto, como si fuera invisible para el resto de gente en el aeropuerto, a pesar de su tamaño.

Por alguna razón no puedo dejar de ver ese…. ¿Orbe? ¿esfera? me crea una sensación extraña… –pensó Neit–. Se detuvo… bueno, qué más da… –perdió algo de interés pues no había dormido bien la noche anterior, gracias a la misma pesadilla de siempre, una pesadilla que consistía en una simple cosa, muerte alrededor… Neit cerró sus ojos y se concentró en su música subiéndole un poco más el volumen y cambiando su pensamiento brevemente hacía que estaría haciendo su padre, no le veía hacía mucho–. Tal vez pueda verlo esta navidad… –imaginó mientras ponía un gesto un poco deprimido, pero no muy expresivo.

Intentando entrar más profundamente en su mundo, Neit sintió un llamado histérico de su madre que lo sacudía bruscamente de lado a lado por su hombro. Neit abrió los ojos, retiró sus audífonos rápidamente y escuchó desgarradores y atemorizados gritos por todo lugar, miró alrededor y vio a un hombre atravesado por lo que parecía ser una lanza, una lanza como la que se usaban en las justas medievales, con un contorno cilíndrico grueso y una punta finísima, la cual se veía bastante resistente; con el mismo aspecto oscuro de la esfera que Neit había visto hacía un rato. Esta lanza estaba completamente recta y se unía a otra sección cilíndrica similar, secciones las cuales se mantenía unidas por una bolita que hacía de articulación. Se podía ver que la parte delantera, que era donde estaba la punta, se movía más libremente que la segunda sección, la cual, estaba adherida a la misma esfera que antes rodaba libre por ahí, por medio de unos cilindros que le daban movimiento a esa sección.

–¡Neit vámonos rápido de aquí! –dijo la madre de Neit, más asustada que nunca, mientras miraba con desesperación la salida. Jalaba a su hijo con toda la fuerza que tenía.

Sin entender que sucedía, y sin tiempo de pensarlo, Neit se levantó rápidamente, recogió la maleta azul marino que estaba a sus pies y junto con su madre, corrieron a la salida más cercana intentando escapar. pero había tanta que gente que era algo complicado moverse. Casi que para salir tendrían que pasar por encima de todas las personas que se cruzasen en su camino. Nadie respetaba a los demás, solo el deseo de la seguridad personal estaba presente.

De repente, Neit tomó a su madre y la retuvo–. ¡Espera, mamá! ¡nos aplastaran si nos metemos por ahí! –dijo el joven, observando a toda la gente que corría despavorida buscando la salida más cercana. Algunos tropezaban y caían, otros cambian el rumbo sin previo aviso, era una escena del más terrorífico caos.

Se oían gritos mezclados, los cuales se opacaron y casi desaparecieron cuando sintieron el sonido húmedo y tétrico de una lanza atravesando un cuerpo… Como si todos al tiempo callaran al ser testigos de un nuevo asesinato. Neit intentaba encontrar una salida, una ventana entre la multitud para poder salir, pero el miedo de que algo pasara y el jaloneo nervioso e irritante de su madre para que se movieran, hacía que le costara un poco concentrarse, analizar la situación, y tomar una decisión.

Entonces sucedió, la mayoría de las personas ya habían evacuado por la salida sur y ahora era más fácil escapar por ahí. Sin dudarlo, Neit tomó a su mamá y empezaron a correr hacia esa puerta, una que podría alejarlos del desconocido peligro.

Corrían intentando no chocar con alguna otra asustada persona. Los sonidos de un objeto filoso atravesando un cuerpo sin piedad, de huesos rompiéndose y de sangre fluyendo creaban una tensión casi tangible, como si el aire fuera cristal y con simplemente tocarlo se quebrará en cientos de pedazos de muerte. De entre tanto caos, detrás de ello, otro tipo de sonido acudió a su oído; uno de cristales que fueron rotos y caían el piso provocando un gran estruendo. Una de aquellas esferas cuyo origen desconocía, había entrado por el techo del aeropuerto, el cual estaba hecho de vidrio. La esfera cayó lejos de ellos con una gracia y suavidad muy extrañas, como frenando su propia caída, de alguna forma disminuyendo el efecto de la gravedad que rige sobre el mundo. Afortunadamente la esfera cayó detrás de ellos, y se empeñó en perseguir a una pobre mujer que corría en tacones.

El peligro se encontraba lejos. Sin embargo, cuando Neit volteó a ver de nuevo al frente, delante de ellos aterrizó otra de esas esferas; esta al igual que las otras, se sostenía en tres patas que parecían iguales cada una, lanzas de justas, formando un ángulo recto y creando con las mismas un triángulo equilátero. Se apoyaba de cada una, y sin mucho aparente esfuerzo, se mantenía en pie. Poseía la misma apariencia de las otras que ya había visto; pero ésta hacia la ilusión de tener las patas un poco más largas. Su presencia generaba una gran presión.

Velozmente esa esfera levantó su extremidad izquierda apuntando hacia ellos, siendo que su tercer punto apoyo estaba detrás, y la lanzó frenéticamente hacia Miranda. Neit estaba al costado izquierdo de su madre, y apenas alcanzó a reaccionar jalándola hacia él, intentando esquivar el ataque de esa cosa. Pero no fue lo suficientemente rápido y la lanza rozó en la parte baja derecha del abdomen de Miranda, causándole una herida.

Neit golpeó con la planta de su pie la esfera que se encontraba aún, extrañamente sostenida en sus patas trasera y derecha. Fue un golpe fuerte y con decisión. Neit resintió el impacto por toda su pierna, pues sintió que la esfera era muy sólida y pesada, como aquellas bolas de boliche que utilizó algún día con su padre, incluso más. La esfera extrañamente no intentó mantenerse en pie, solo cayó al suelo absorbiendo inmediatamente sus extremidades para poder rodar nuevamente con libertad, alejándose, como si ya hubiera cumplido su trabajo.

Al absorber sus patas, que fácilmente también podrían ser una especie de brazos, la esfera aumentó un poco su tamaño mientras rodaba alejándose en diagonal hacia la derecha de ellos. Neit no perdió el tiempo, y con su pie completamente adolorido, reinició la carrera junto con su madre que aún podía moverse, aunque con dificultad. La salida estaba cerca, había guardias ayudando a la evacuación, pero no se veía a alguien que supiera que hacer, o que pudiese ayudar, cada quien veía por sí mismo, como siempre se ha hecho.

En medio de su carrera, Neit volteó a ver si aquella esfera los estaba siguiendo, y vio cómo una pequeña niña era acorralada por una de esas cosas. Estos extraños seres parecían centrar su atención en la siguiente persona más cercana y aparentemente no perseguían a nadie con insistencia, aunque iban hacia donde “vieran” grupos grandes. La niña corría e intentaba esquivarla escondiéndose entre las sillas del aeropuerto, pero ya asustada y agotada no podría hacerlo por mucho más, y parecía que nadie más iría en su ayuda.

–Mamá, sigue a la salida, voy en un segundo –le dijo Neit a su madre mientras la empujaba a la salida.

–¿Qué? ¿Qué estás diciendo, Neit? –repuso Miranda un poco angustiada.

–¡Mamá! …Confía en mí, vete. –le ordenó Neit mientras la empujaba un poco más fuerte, y le regalaba una sonrisa forzada y angustiada como una inútil garantía. Su mamá sin saber qué hacer y entre el dolor de la herida que sangraba y el miedo que la poseía, sin entender por qué, confió en su hijo y siguió avanzando.

Neit dio la vuelta y corrió lo más rápido que pudo, para darle una enérgica envestida con su costado derecho a la esfera, la cual estaba a punto de atacar a la indefensa niña. Antes de recibir el golpe esta hizo un pequeño gesto de haberlo reconocido, o de haberlo sentido, pero no hizo nada. La esfera fue golpeada cerca de una valla de vidrio, la cual dejaba ver el primer piso del aeropuerto. La fuerza del empellón impulsó la esfera con tal fuerza que rompió el cristal y cayó al primer piso, pero ésta no recogió sus patas como la otra, y a pesar del peso que Neit pensó que tenía, pues quedó mareado y un poco atontado, el golpe que esperaba que sufriera la esfera contra el suelo en realidad se sintió muy suave… De nuevo fue como si frenara su propia caída en el aire. Enseguida, la esfera se levantó y fijó su obsesiva búsqueda en más gente a la cual cazar olvidándose del agresor y su anterior presa. La niña que fue bruscamente perseguida se levantó rápidamente y sin pensarlo dos veces, salió corriendo, tan solo agradeciendo a Neit con una asustada mirada llena de lágrimas.

Al ver como la niña huía, el chico solamente soltó un gran suspiro–. ¿Dónde estará mi madre? –una pregunta complicada salió sin querer de su boca, como esperando alguna ayuda divina. Neit volteó hacia la salida en la que despidió a su mamá y corrió hacia allí. La gente seguía evacuando y no parecía haber más de esas violentas esferas cerca. El joven bajó las escaleras que daban al primer piso en el exterior, Neit miró a su alrededor, buscando a Miranda, sin embargo, al no encontrarla, decidió seguir a la multitud, asumiendo que ella iría en esa dirección. El caos continuaba y cada vez se esparcía más, a pesar del espacio que había afuera del aeropuerto y aunque no hubiese un peligro evidente, las personas seguían angustiadas y gritando de miedo.

“¡POR AQUÍ!” gritaba un hombre alto a la derecha de Neit, al borde del aeropuerto, pero casi nadie le prestaba atención. Todos intentaban alejarse lo más rápido posible del aeropuerto, aunque se veía que algunas personas dudaban el que hacer, y cambiaban bruscamente su camino.

–¡Ahí está! –Neit respiró más tranquilo al ver a su mamá, la angustia que cargaba salió de un solo suspiro, el cual fue interrumpido por el reinicio de su carrera. Trotaba, se encontraba cansando y un poco adolorido después de los “enfrentamientos” que había vivido. Iba en busca de su madre quien avanzaba rápidamente a pesar de su herida. De repente, sonó un ruido infernal que parecía venir de todas direcciones, sofocando a todas las personas. El sonido era como de una trompeta gigante con un tono muy bajo, y con algo de interferencia. De la nada, tres corrientes de humo negro como la noche se alzaron unos cinco metros desde el suelo, dejando salir otras tres esferas, que aparentemente salieron de la nada.

Después de unos segundos en las que las esferas salieron demostrado un poder abrumador, las corrientes de humo, que emitían un sonido que parecía provenir del mismo infierno, se disiparon, como si fueran absorbidas o disueltas en el aire. Y las esferas empezaron a interceptar a la gente que intentaba escapar.

Por suerte para el joven, estaban bastante lejos de él, de la entrada, o salida, sur del aeropuerto. En una especie de formación de ataque, las esferas avanzaron al unísono buscando arrebatarles la vida a las agobiadas personas. En el costado izquierdo se vio como un hombre bastante alto de mediana edad, sacó de un bolsillo interno de su abrigo una pistola de bolsillo Glock 26 de 9mm, le quitó el seguro y gritando “¡MALDICIÓN!”, disparó repetidas veces hacia la esfera la cual empezó a avanzar hacia él; pero al las balas “impactar” la esfera, estas desaparecían, como si no la tocaran o como si fueran absorbidas, sin embargo, esta acción sí redujo en gran medida su velocidad de movimiento. El hombre estaba demasiado cerca de ésta como para pensar que estaba fallando, y la esfera parecía tener una distorsión extraña con cada impacto. Como si algo la rodeara y protegiera.

–¿Pero qué demonios?… Que carajos son esas cosas… Debo alcanzar a mamá… –pensó mientras observaba ese fugaz tiroteo.

Neit empezó a correr hacia donde había visto a su mamá hace un momento, para alzar su mirada y contemplar horrorizado que ella había sido atravesada desde el centro de su abdomen y levantada, por el brazo derecha de una esfera que aparentaba ser más grande, larga y flexible que las otras. Parecía como si ese extraño ser observara y estudiara el dolor que provocaba, y encima lo disfrutara…

La madre de Neit intentaba zafarse con la poca fuerza que le quedaba. Pero en una acción brusca de la esfera que sacudía su pata llena de sangre de atrás hacia adelante, Miranda fue arrojada a un lado. La esfera, como si ya hubiese saciado su curiosidad y sin darle mayor importancia, partió en busca de otra persona a la cual asesinar, dirigiéndose a donde había más multitud.

El tiempo pareció detenerse por unos segundos, Neit no podía creer lo que veía…

–¡MAMÁ! –gritó con desesperación, Neit a toda velocidad corrió a ver a su madre, quien cayó sangrando a unos metros de él. Cuando la alcanzó, ella a duras penas se mantenía consciente y se notaba que estaba sufriendo mucho, debía de ser un dolor inimaginable, y la gran cantidad de lágrimas que caían de sus ojos lo demostraba. El angustiado chico la recogió delicadamente en sus brazos, esta pobre mujer estaba realmente débil y de su boca empezó a salir mucha sangre.

–No… No te preocupes por mí… hijo –dijo la madre Neit con una voz suave y cálida, como si el dolor dejara de atormentarla por un momento, y con la paz con la que muchos sueñan tener le dijo;

–Si-sigue adelante… Puedes hacerlo… –

Neit simplemente dejó correr algunas lágrimas por sus mejillas, pues la persona que más amaba en el mundo estaba muriendo. Estaba confundido, agotado. No podía darle crédito a lo que estaba viviendo. La moribunda madre del joven, con las pocas fuerzas que le quedaban, levantó su mano derecha y limpió la mejilla de su hijo, borrando levemente con su pulgar las lágrimas de su bebé. Entonces pestañeó muy profundamente y susurrando le dijo: “Co-confía, mi pequeño…”

Exhalando lentamente su último aliento, la joven mujer murió sostenida en los brazos de su hijo.

Neit estaba perplejo, desconcertado, perdido. Lágrimas ya abundantes brotaban de sus ojos y sonidos irrepetibles y cargados de un dolor incomprensible salían por su boca sin control–. No, por favor… No… ¡No! –Neit lloraba descontroladamente, sentía una gran presión es su corazón, como si sangrara. La mirada de Miranda estaba perdida. La luz de sus ojos se había apagado. Neit observada el cuerpo sin vida de su madre, esperando alguna especie de milagro, uno que nunca llego.

El chico temblaba, le era imposible pensar con claridad, pero sabía que no podía hacer nada por su madre. Con cuidado, Neit dejó a su madre en el piso. Ella quedó echada en él suelo, encima de un gran charco de sangre. Neit se incorporó con dificultad y miró a su alrededor viendo correr a la gente, estaba como en un extraño estado de suspensión. Limpiando con su manga las lágrimas de sus ojos, vio a la indiferente esfera que asesinó a su madre. Descargó su maleta con mucha rabia, aunque esta no tuviera la culpa, y con decisión avanzó hacia la esfera asesina, aumentando su velocidad con cada paso. Corriendo, levantó su puño derecho y con un fuerte grito lleno de dolor, furia e impotencia, golpeó con toda su fuerza la esfera, que parecía estar eligiendo a su siguiente víctima.

La esfera se detuvo y se mantuvo quieta por unos instantes por asombro, o por pura indignación quizá, mientras Neit mantenía su puño encima de ella impulsándolo un poco más. El impacto fue tan fuerte que Neit lo sintió tanto en su muñeca como en su codo y hasta en su hombro. Sólo la adrenalina evitaba que sintiera más dolor en ese momento. Levantando su otra mano, se preparó para volver a atacar, y entonces la esfera reaccionó lanzando una estocada. Por su forma esférica le resulta sencillo atacar hacia atrás o hacia adelante. Neit lo vio venir, pues a pesar de la velocidad que había demostrado, sus movimientos eran predecible. El joven lo esquivó con pocas dificultades, pues estaba acostumbrado a evitar ataques, y le propinó un segundo golpe con una fuerza tremenda, con lo que logró tumbar la esfera. Neit, tirándose al piso, dispuesto a dejar sus manos en ello, quiso continuar golpeando la esfera.

De repente, en una acción brusca de la esfera que rotó hacia un lado, le propinó un poderoso golpe con la base de su pata, que no era filosa. Neit logro cubrirse el costado derecho con su brazo, pero el impacto fue tal que lo tiró a un lado e impulsando su brazo hacía él; su puño logró sin querer golpear su cabeza. Neit intentó levantarse, pero su fuerza no estaba a la altura. Entonces la esfera se levantó instantáneamente de un salto, y viendo que su rival estaba en el suelo, se preparó para dar el golpe de gracia… Sin embargo, un hombre que presenció todo, le arrojó con toda su fuerza la maleta que cargaba hacia la esfera que iba a matar a Neit. Soltó una pequeña sonrisa mientras miraba a Neit, y sin pensarlo dos veces, ese valiente hombre echó a correr, y la esfera fue tras él. Neit seguía en el suelo, y lentamente perdía el conocimiento. No esperaba un golpe tan fuerte, cuando la esfera ya se había alejado un poco, otro de los espectadores de tal suceso aprovechó para recoger a Neit, lo alzó poniéndolo sobre su hombro sin mucho cuidado, y corrió intentando alejarse lo más posible.

Neit, sin saber que pasaba, intentaba abrir sus ojos, pero su cabeza dolía y había mucho movimiento, como si rebotara de arriba hacia abajo. Sentía que se iba a desmayar en cualquier momento. Con la muerte de su madre en la mente, y el dolor que atormentaba sus huesos, se dejó caer por el cansancio y perdió el conocimiento.

Capítulo III

PENA

–…….. –Solo se veía oscuridad, algunas siluetas de lo que parecían ser paredes.

Neit no tenía control de su cuerpo, y apenas si daba pequeños movimientos que contaban con un poco de dolor.

–¿Dónde… estoy? –Neit lentamente abrió los ojos sintiéndose muy cansado. Estaba en una cama, y con dificultad se sentó.

–¿Qué demonios? ¿…Fue todo un sueño? No… no reconozco este lugar. –el desconcertado chico se sobaba los ojos. Luego miró sus manos, la palma y luego el revés, estas temblaban y sus nudillos estaban rojos y dolían inmensamente, pero podía soportarlo.

–Ahh… maldita sea. Mamá… –Neit se volvió a recostar en la cama y tapándose los ojos con su brazo, soltó unas cuantas lágrimas de sus irritados ojos.

–No… ¡NO, NO! ¡MAMÁ! ¡MIERDA! ¡ESTO TIENE QUE SER UNA MALDITA BROMA! ¡MALDICÍON!… –Neit, entre cada sentimiento por haber perdido a su mamá se agitó golpeado la cama repetidas veces, aún no podía creer que su única familia, la última que quedaba a su lado, se había ido.

Volvió a sentarse en la cama sollozando mientras se agarraba con fuerza la cabeza, gritaba en silencio, intentando no hacer ruido. Sin embargo, los chillidos de agonía salían sin control. La frustración y el gran dolor que sentía eran visibles para cualquiera, se veía como un animal herido al cual la muerte le aguardaba, un sentimiento frio y doloroso. Era una ruptura del corazón, otra más que Neit debía archivar. El joven lanzaba golpes con mucha velocidad hacia la nada, consumido en su cólera. Rápidamente su rostro empezó a reflejar, más bien, una tristeza profunda. Su cuerpo empezó a temblar por el miedo y frustración.

–¿POR QUE? ¿POR QUE? ¿…por qué? –el pobre chico con un corazón sangrante y un alma rasgada se recogió hacia sus piernas. Se jalaba el pelo, casi arrancándolo, y el sonido de las lágrimas chocando con el piso resonaban por todo el lugar, eran como golpes profundos y doloroso, muy seguidos, cada uno reflejando soledad y muerte.

–Mamá… –el gran dolor continuaba, y las últimas palabras que pronunció su madre recorrían su cabeza sin parar. También memorias de conversaciones con ella y momentos felices, como cuando en su cumpleaños Miranda le llevó el desayuno a la cama, cuando él se encontraba orgulloso de algo, e iba y se lo mostraba a su madre, quien se alegraba de verlo triunfar y le alababa… Cuando lo consolaba porque él estuviese triste, decaído, dolido, unos sentimientos muy misteriosamente comunes en su familia. Eran momentos que no podría volver a tener, aunque por alguna razón, ninguno era concreto. Una gran soledad se avecinaba…

–…De-debo seguir… –Neit después de estar unos minutos llorando, empezó a calmarse, intentando respirar lo más profundo posible, pero le era muy difícil. Su respiración e intentos de calmarse se veían constantemente interrumpidos por lagrimas que volvían a caer–. Primero… Averiguar que es este lugar. –agarrando la manga de su chaqueta y con la respiración aun agitada, se secó las lágrimas. Poniéndose de pie, Neit, queriendo mantener las palabras de su madre, se decidió a vivir por lo que ella no pudo, a seguir adelante. Sin embargo, no tenía animo alguno, y encima estaba cansado y adolorido hasta lo huesos–. ¿Qué clase de habitación es esta?, paredes blancas, piso de mármol, no hay ventanas y la cama es muy simple, además hay un bombillo pequeño en el techo. ¿Dónde carajos estoy? no está sucia, y parece que está hecho para que alguien viva aquí o por lo menos que descanse… No veo mucho más aquí… –pensó el chico mientras miraba de lado a lado el pequeño cuarto sin concentrarse demasiado.

–¿Cuánto tiempo estuve dormido? Un momento, ¿dónde están mis audífonos? Debo haberlos perdido… Agh, bien hecho. –metiéndose la mano en el bolsillo, Neit sacó un reloj que le había heredado su difunto abuelo materno. En el interior de la tapa había una pequeña foto donde se veían; su mamá, quien sonreía alegremente y sus ojos brillaban intensamente. Su cabello relucía y volaba un poco por la acción del viento, daba la ligera sensación de que estuviera embarazada. El abuelo de Neit, quien vestía orgullosamente su uniforme blanco de capitán de la marina, donde en el costado derecho de su pecho resplandecían unas cuantas medallas. No llevaba su gorra puesta por lo que mostraba su cabellera blanca como la nieve. Y debajo de su bien cuidada barba, mostraba todos sus dientes con una reluciente sonrisa. Sobre su brazo izquierdo reposaba un pequeño Neit, se podría decir que tenía unos cuatro o cinco años, no se veía para nada elegante, pero sí muy feliz. Neit sonreía alegremente mientras hacia el símbolo de la paz con su mano izquierda.

–Lo siento abuelo… todo es mi culpa, no pude salvar a mamá… –Neit habló en voz alta, y después de decir esto, sus ojos se aguaron un poco y el sentimiento de dolor volvió a atormentar su mente. Sin embargo, él intentó poner una actitud seria e hizo fuerza para no llorar. Cuando logró retomar el control de sus emociones se concentró nuevamente en lo que debía hacer–. Son las tres de la tarde. Llegamos temprano y esperamos mucho pero… ¿Cuánto tiempo dormí? Ojalá no hubiese despertado… –Neit empezó a caminar un poco por la habitación, observando cada cosa, hasta que tropezó con algo–. ¿Qué es esto? …una caja de herramientas. Tornillos, nada especial… Un martillo, creo que esto me puede servir de alguna forma, espero. –después de asegurarse de haber visto todo, intentando hacer el menor ruido posible salió de la habitación, abriendo la puerta hacia adentro, la habitación en la que estaba llevaba a un pasillo bien iluminado.

Neit, aún dentro de esa habitación miró a la derecha del pasillo. Y escuchó una voz gruesa justo al otro lado de hacia dónde miraba, detrás de él, que le dijo:

–Veo que despertaste, bueno. Lo noté hace un rato ya, pues escuché tu dolor, pero decidí dejarte solo… Descansaste un buen rato, uno largo, después de todo se te notaba el cansancio y recibiste un buen golpe… Eso que hiciste allá fuera, fue muy arriesgado ¿lo sabías? No necesitamos más bajas. Ya fue suficiente. –ese tono grave se transformó lentamente en uno de pesar.

Neit volteó sin dudar hacia donde provenía la voz. La causante de esta era un hombre grande de aspecto fuerte pero amable, no tenía cabello, su tez era un poco oscura, y las arrugas en su rostro no delataban juventud. El hombre se encontraba sentado en una silla al lado de la habitación donde había reposado Neit.

–Comprendo, actué por impulso y ahora me duelen las manos. Y mi brazo derecho también. –repuso Neit con una mirada muy seria en su rostro y un poco sínico.

–Ja, ja. Bien dicho niño. Te preguntaras que haces aquí, y donde es aquí… Bien, ¿por dónde comenzar? Fuiste secuestrado. –El hombre puso un rostro muy serio mientras miraba fijamente a Neit.

–¿Perdona? –Neit perdió la compostura por un momento, no esperaba una respuesta como esa–. ¿Mas problemas? –pensó

Se oyó una gran carcajada, proveniente del “secuestrador”–. Calma, chico, te estoy tomando el pelo… Como sea. Esas míseras esferas salieron de la nada en el aeropuerto y se armó una buena. Caos por todos lados, a parte no había militares cerca, como para evacuar o algo, y las cosas esas parecían ser indestructibles. En fin, intenté llamar a la gente a que vinieran aquí, un refugio que hay debajo del aeropuerto. –el hombre le contó sin mucho detalle a Neit esos sucesos, mientras se tusaba la barba de candado, la cual tenía un par de canas, resaltando en el color negro de los cabellos. Su mirada se encontraba un poco perdida.

–Con que eras tú –agregó Neit, interrumpiendo bruscamente el hablar de ese desconocido.

–Si. Entonces vi a un niño que decidió golpear una de esas esferas de frente, la verdad no sabía qué hacer, y te di por muerto. Pero entonces otro tipo distrajo la esfera y logró salvarte, o algo así. Tuve la oportunidad y te recogí y luego corrí al refugio-hotel… bueno, este lugar. –al decir eso, él hombre hizo contacto visual con a Neit, con una expresión de cansancio.

–Ya veo. ¿Quién eres y por qué me salvaste? –preguntó Neit escondiendo el martillo detrás de sí, bastante inseguro.

–Veras… –el hombre soltó un profundo suspiro, luego se levantó y le extendió la mano a Neit y le dijo–: Mucho gusto, mi nombre es Hammer Gibson, Exmilitar… exagente. No, un simple posadero… era. –Neit, aún un poco desconfiado, también le extendió la mano y se dieron un apretón.

Eso explica por qué se ve tan fuerte, es tan alto como mi padre, un poco más quizá. Medirá 1, 85 ¿no? Pero no se ve tan viejo. Creo que es mejor no buscar problemas con él. –dijo Neit en su mente mientras se relajaba, pero aun sin soltar ese sobrante martillo–. Contesta mi segunda pregunta –insistió el joven con tono un poco mandón.

–Calma, chico, aquí estamos seguros. Como sea, te salvé porque tuve la oportunidad, básicamente. Aunque al verte enfrentarte a esa esfera con tanta aparente decisión y aparte esquivar sus ataques, llegue a la conclusión de que podrías ser de ayuda, tuve una corazonada. Y yo sé que esquivar no es lo más difícil del mundo, sin embargo, allá arriba hubo una masacre… claro que algunos escaparon, pero no es como si esas cosas hayan dejado de salir. Realmente no sé cómo está arriba, pero lo que sí sé es que aquí no nos podemos quedar. –contestó Hammer mientras lentamente daba la vuelta.

–¿Qué paso con el tipo que me ayudo? –preguntó Neit entre dientes.

–No lo sé niño, no lo sé… –Hammer respondió un poco preocupado.

La charla de esos dos, que parecía llegar a su fin, se vio interrumpida por un gran estruendo. Sonó un gran golpe seco, y del techo cayó un poco de polvo, Neit reaccionó como cualquiera lo haría, exaltándose y mirando a todo lugar con angustia. Hammer puso una mirada un poco de rabia, combinada con una pisca de ansiedad.

–¿Qu-que fue eso? –preguntó Neit mientras veía el techo bastante inseguro.

–Si te digo la verdad, no lo sabemos. En el tiempo que hemos estado aquí han ocurrido varios golpes de esos, y se ha vuelto bastante irritante. Aunque este es el primero que escuchas ¿no? El resto están bastante preocupados de que algo pase aquí, pues como veras. – el hombre extendió sus brazos como mostrando el lugar–, No es que tengamos mucho espacio. Y mira que estamos más o menos dos pisos bajo tierra. –respondió un poco asustado Hammer, aunque lograba mantener la calma sin dificultad.

–¿Quién más está aquí? –Neit preguntó con un volumen bastante bajo y sin despegar sus ojos del techo.

–¿Quieres conocerlos? –repuso Hammer con una mirada muy cansada y con un toque de aburrimiento.

Entonces Hammer empezó a caminar hacia el fondo del pasillo, mientras Neit lo seguía. Había unas dos habitaciones por lado, las paredes eran igual que la habitación donde estaba Neit, blancas. El piso era de un color beige, y este relucía. Las puertas estaban hechas de madera de entonación oscura, y encima de ellas se alojaban unas placas de metal con números de color negro que indicaban el número de la habitación; 01, 02, 03 y 04. Neit había salido de la habitación 01, al fondo del pasillo. teniendo enfrente la habitación 02, a su izquierda la habitación 03 y al frente a la izquierda, en paralelo, la número 04.

Al otro lado del lugar al que se dirigía Hammer, se encontraba una simple pared de color negro, aunque del mismo material de las otras. Con una mesita rustica decorativa de madera, la cual poseía un solo cajón y se sostenía en cuatro patas contra la pared.

Al salir del pasillo y llegar a un nuevo salón, se encontraban esperando más o menos unas 10 personas, que estaban bien distribuidas en una habitación medianamente grande, más o menos el tamaño de una sala de espera, ese horrible lugar al que Neit no le gustaba ir cuando era niño. La habitación contaba con las mismas características que el pasillo por el cual accedieron. Había unas cuantas mesas hechas de madera, sin mucho diseño y sin una estética resaltable, como las que se utilizan para los picnics. Reposaban más sillas que mesas, estas eran de plástico blanco, las simples que se usan para algunos eventos. Pero, aparte, también había un par de armarios grandes, los cuales parecían antiguos como de hace cincuenta años, de los 80’s. Contaban con dos puertas que permanecían cerradas, pero aparentaban no tener seguro. Alguien los había puesto arrimados en las paredes.

En el cuarto se encontraban una pareja de ancianos que afortunadamente lograron conciliar el sueño, y estaban cubiertos por una manta de coloración café. Ellos eran los únicos durmiendo, algo que el resto desearía poder hacer en ese momento, descansaban más o menos en el centro de la habitación. Aunque, a esa pareja no se les veía muy a gusto.

Cuatro adultos, tres hombres y una mujer, en una esquina 3 muchachos no muy jóvenes, y una chica al fondo, de espaldas y con audífonos.

La mujer, quien no estaba en su mejor época, una cabellera rubia muy larga la distinguía, llevaba ropa con la muda actual, el estilo “Boho”, otra moda cíclica que nunca desaparecerá. Ella sollozaba en silencio mientras veía a todos lados con mucho miedo y angustia, aunque lo hacía pausadamente y se limpiaba la cara con un trapo. Dos de los tres hombres usaban ropas de la aerolínea FastetsFlight, camisa corta, blanca y a rayas verticales azules. Mantenían sus nombres en una pequeña tarjeta de presentación que reposaba sobre el costado derecho de su pecho, aparentaban unos 25 años, jóvenes. Uno era bastante más alto que el otro, tenía cabello pelirrojo y se veía aun joven, pero se encorvaba un poco y mantenía sus ojos cerrados, por el miedo quizá. Los abría repetidas veces mirando el reloj que reposaba en su muñeca. Su nombre, que no se alcanzaba a ver muy bien por la distancia, era Esteban.

Su compañero, tenía pelo un poco a lo afro, pero sin ser muy rulado, y usaba unas lentes cuadradas, él estaba un poco regordete. Parecía que fueran amigos, o conocidos al menos. Él compañero de Esteban no tenía la tarjeta que ponía su nombre, la habría botado quizás. Ambos intentaban mantener la calma estando juntos, pero no les iba muy bien, y el regordete tenía una expresión de asco. No se encontraban muy lejos de Neit. Ambos charlaban, y no de una forma personal que se diga, hasta parecía que lo hicieran a propósito, para que los demás los escucharan. pero realmente nadie les prestaba atención. Aunque, casi que solo el gordito hablaba­–. Viejo, vamos a morir aquí… esto es indignante. ¿Que hice para merecer morir de una forma tan asquerosa y en un lugar tan tonto?… –el joven regordete hablaba con un tono irritante que denotaba una actitud pretenciosa.

Su amigo lo interrumpió–; cállate… no vamos a morir aquí, lo presiento amigo… –Esteban fue bruscamente interrumpido en su hablar por su compañero de trabajo, haciendo que tuviera que tragar las palabras que iba a decir.

–¡Qué vas a saber tú! Si en primero lugar me pediste que aceptáramos este estúpido trabajo, y ahora estoy en un estúpido refugio, con gentuza que ni siquiera me importa… Nunca debí hacerte caso. Eso me pasa por creer que puedes ser inteligente a veces… Es un asco estar aquí… A diferencia de ti, yo soy realista, ¡y sé que nadie de todos estos inútiles va a sobrevivir! –Esteban cabizbajo se rascaba la cabeza e intentaba no llorar, no sabía que decir, y se notaba en su rostro, aparte de un gran cansancio. Parecía que su “amigo” fuese un niño rico mimado o algo así, aparte hablaba deprisa y sin escrúpulos.

Hubo un momento de silencio, junto a una cara roja del gordito que se veía entre enojado y triste, un silencio que se vio interrumpido por un comentario que parecía no tener finalidad que salió de la boca de Esteban–. Viejo… por favor, no hace falta que seas así, eso… no es cool. –el gordito simplemente ignoró el comentario y se dio la vuelta para luego centrar su atención hacia Neit. Lo miró de arriba abajo y no hizo nada en particular, solo se le quedó viendo por unos segundos con un gesto de angustia y furia. Se volteó nuevamente, esta vez mirando hacia la nada.

–No te rayes chico, esto no ha sido sencillo. No es difícil perder la cordura en una situación… como esta –Hammer le dirigió la palabra a Neit como intentando excusar un comportamiento tan cretino como el que habían escuchado, a lo que Neit encogió los hombros y se indignó un poco

–De todas maneras, no hace falta comportase de esa forma tan… Agh, tan estúpida, menos con un tema tan delicado. –masculló–. Bueno, también fue mi culpa por ponerles atención… aunque no es mi culpa que hablen tan duro, y tan despectivo… Ese gordo… Igual no los conozco así que no debería importarme. –pensó, y continuo con el análisis del lugar.

Al otro hombre, que se le veía bastante concentrado, que estaba un poco alejado, exactamente al otro lado de donde habían salido Neit y Hammer. Él estaba más “tranquilo” pero un poco agitado y parecía que tuviese un aura cálida, se asemejaba a un maestro. Aunque también se le veían los ojos reflectantes y sudor caía de su frente. Usaba un suéter simple y debajo una camisa. Él se encontraba escribiendo o dibujando en una libreta, lo hacía bastante rápido y a su lado derecho tenía unos papeles que se encontraban bastante desordenados.

Los tres jóvenes en la esquina, a quienes se les veía asustados, intentaban relajarse de alguna forma; codeándose y empujándose suavemente, también mostrándose mutuamente sonrisas forzadas. Y, por último, La chica del fondo movía un poco su cabeza, como yendo al ritmo de la música que estuviese escuchando.

–¿Solo estas personas sobrevivieron? –preguntó Neit mientras se fijaba en lo que usaba la chica del fondo. También se percató de movimiento entre las sillas, pero estas actuaban de obstáculos para ver quién era. Sin embargo, se podía ver clara su silueta– ¿Una niña? ¿En serio? Pobre…

–Ya te dije que no sé cuántos lograron escapar, pero sí sé que estos de acá están bien, o por lo menos eso quiero creer. Llevamos un buen rato aquí. –Hammer señaló una puerta al fondo del salón, al otro lado de donde se encontraban–. Por allá hay otras habitaciones, de la 05 a la 08. Y hay otros cuantos, aunque uno de ellos fue herido fuertemente en su brazo y está descansando. –Hammer señaló a la izquierda–. Tras esa puerta también hay un par de habitaciones más, de la 09 hasta la 12, aunque ahí si no hay nadie… Y por si lo necesitas, también está el baño. –después de la respuesta de Hammer, él se alejó de Neit y se sentó reflejando agotamiento en sus movimientos.

–Ya veo. –Neit se fijó un poco más en aquella chica, sobre todo en lo que utilizaba para distraerse–. Pero… ¿esos audífonos no son los míos? –se susurró a si mismo, mientras se acercaba lento hacia la señorita del fondo. Ella estaba de espaldas así que no le podía ver la cara. Además, estaba más lejos de lo que parecía.

Por otro lado, uno de los muchachos codeo a uno de sus amigos, el que estaba en el centro, y le dijo–: Eh, mira a ese chico. ¿no crees que deberíamos saludarlo, Desmond? –

–¿Por qué no? –Desmond le contestó con una risa ahogada.

Entonces los tres jóvenes se levantaron e interceptaron el camino de Neit.

–¿Y estos qué? –Neit detuvo su andar–. A juzgar por su apariencia y esas caras, deben tener más o menos unos 20 años, pero no se ven muy fuertes. Se nota que van a llorar en cualquier momento… Aunque yo no soy el más indicado para decir eso… El de la izquierda es un poco flaco, y con ese peinado “cool” de hoy en día, y esas ropas que alguien con dos dedos de frente no usaría. Que raro me mira, al menos soy más alto que él.

Este otro al menos se ve más pulcro. Esta gordito, y su pelo se ve sucio, igual y es solo muy negro, esta corto, muy corto. Me recuerda mucho a Kein –Neit los observó por unos segundos, sobre todo al gordito, recuerdos de muerte vinieron a su mente sin demora, sin embargo, Neit desvió la vista, se plantó firme y enterró el dolor.

–Linda chaqueta, el otro día vi uno igual. –primero hablo el que estaba a la derecha de Desmond, quien fue criticado por Neit sin razón alguna.

Neit, bastante estresado dio un suspiro y les reprochó–; Por favor apártense, No estoy de humor para que me vengan a molestar. –el decaído chico habló despacio, mientras se encontraba a la defensiva y su mirada reflejaba orgullo e ira.

–¿Perdona? ¿Quién te dijo que te venimos a molestar? Apuesto a que te metes en muchos problemas ¿no es así, niño? –repuso ante tal apatía el que estaba en el centro. Desmond, quien tenía un aspecto bastante agresivo en su rostro, y pelo largo más largo que el de Neit, capaz de cubrir sus ojos, y también muy desordenado. El estilo que llevaba se parecía mucho al de Neit, solo que con más de esos taches de metal. Era unos centímetros más alto que Neit–. No creo que esa sea la actitud apropiada para un hombre. Nombre y edad, ¿va? –el tipo le ordenó a Neit mientras avanzaba un paso adelante para quedar frente a frente con él.

–Neit Ironsun, tengo 17 años. ¿Ya se quitan? –respondió el joven mientras tontamente asomaba el martillo que aún sostenía.

–¡Ja!, que nombre más raro. Es mejor que respetes a tus mayores, yo soy Desmond y este par de idiotas a mis lados son. –señalando primero a su izquierda y luego a la derecha–: John y Rick.

¿Ya comiste algo? –dicho esto Desmond volteó a ver a John y le dijo–: Trae uno de esos paquetes de galletas. –Desmond miró fijamente a Neit. él se encontraba muy tranquilo, pero se notaba que a Neit le costaba mantener la calma.

–Aquí tienes. –después de unos segundos, John volvió con unas galletas sin marca aparente, con forma alargada, las cuales sacó de uno de los armarios. Extendió su brazo hacia el pecho de Neit dándole un suave golpe. Neit se molestó un poco más, pero, aun así, y de mala gana, aceptó las galletas.

–Chico, ese orgullo estúpido no te va a llevar a nada… Tampoco necesitamos otro que se crea de mejor familia, es irritante. –le comentó de frente Desmond a Neit. Entonces Desmond rozando su hombro con el de Neit, avanzó un par de pasos lejos de él, Desmond volteó su cabeza, miró a Neit, quien también lo seguía con su mirada. Levantó su mano y poniéndola encima del hombro de Neit le comentó–: Oye, en serio, cálmate. Ya de por si todos la estamos pasando mal. No hagas las cosas más difíciles. –ahora sí, Desmond se alejó con las manos en sus bolsillos, tomó una silla y se sentó con unos movimientos cansados. John le recalcó a Neit que debería madurar mientras soltaba unas risitas tontas, y un poco de sudor frio, para luego decirle que no se tome todo tan en serio, mas Neit estaba concentrado en el otro chico, en Rick, con quien mantenía un tenso cruce de miradas.

–¿Tengo algo en la cara? –preguntó el gordito un poco nervioso.

–No, solo que me recuerdas a un amigo. –repuso al instante Neit. Sin más que decir, ambos jóvenes siguieron a Desmond. Se sentaron junto a él, e intentaron ponerse serios, pero al mirarse las caras, unas risas intentaban salir. Se reían suave y nerviosamente.

Neit, guardó las galletas que le regalaron sin una sola muestra de agradecimiento. Solo suspiró y siguió su camino. En su mente quería decir algo, sin embargo, no lo hizo.

¡Genial! Otra vez quedaste como estúpido antisocial y “orgulloso” ¿Quién se cree que es ese Desmond? Ni que fuera mi hermano o algo… –dijo Neit en su mente.

Dejando el martillo sobre una mesa que había cerca, miró más atentamente los audífonos que utilizaba la chica y se percató de que efectivamente eran los suyos. Pues eran esos de la marca W.O.S. (waves of sounds) totalmente negros y de gran calidad y tecnología. Estos tenían ese mismo rastro en la parte superior del auricular izquierdo con forma de x hecho gracias a un rallón.

–Oye… –una voz suave y dulce llamó a Neit.

–¿Hum? –antes de que Neit pudiera tocarle el hombro con su mano derecha a la chica para hablarle, él sintió que alguien lo jalaba de su manga izquierda. Bajando su mano derecha se volteó a ver la razón de que lo hayan llamado.

Entonces, se encontró con que la niña que había salvado hace un rato, estaba ahí, en el refugio, se veía agitada y con la ropa un poco sucia, pero aparentemente no había sido herida.

–Entonces, te encuentras bien. –Neit dijo lo primero que se le ocurrió–. Por lo menos pude hacer algo bien. Eso es un logro, ¿no? –se dijo a sí mismo.

–Si. Esto… gra-gracias por lo de antes, señor. –repuso un poco nerviosa y sonrojada en sus redondas pero discretas mejillas. Era chiquita, aparentaba medir uno treinta y poco.

La pequeña mostraba en sus claros ojos que mantener la calma no era su punto fuerte, pues estaban muy húmedos por el llanto. Usaba ropa bonita, estaba arreglada pero no se notaba gracias a la persecución que vivió, se veía agitada, a pesar de que ya había pasado unas cuantas horas desde entonces.

Entonces Neit posando su mano sobra la cabeza de la chica empezó a acariciarla, frotando de lado a lado y despeinando su ya agitado cabello oscuro,

Ah… me recuerda a ella. –pensó Neit, mientras vagos recuerdos de su infancia pasaban por su mente, recuerdos de alguien parecida a ella, recuerdos felices y llenos de paz, que lentamente se tornaban oscuros y… sin vida. Pero el joven impidió que esas imagines siguieran fluyendo por su cabeza.

Neit dejó de acariciar a la pequeña, y ella fue a donde la chica que era el objetivo de Neit principalmente, y cuando volteó, vio que la chica hacia la que se dirigía lo había observado interactuar con la chiquilla. Era una chica muy linda, se podría decir que muy hermosa en realidad; Con grandes ojos azules, un cabello suelto y lizo que apenas llegaba un poco mas debajo de su barbilla. Su rostro tenía unas bien formadas y finas facciones, que le daban un aspecto muy amigable, a parte de una pequeña y un poco respingada nariz que adornaba su delicado rostro. Sus labios eran de un tono rojizo, eran chicos y delicados. A parte de tener un cuerpo bien formado con unas elegantes curvas, se le veía bastante segura, aunque por alguna razón, Neit pensó; “que simple apariencia”. La bella chica estaba arreglada, sin embargo, disimuladamente vestía de forma “hípster” pero con ropa liviana un poco más casual. Moda que dejó de ser moda.

Neit y ella cruzaron miradas y la chica con una expresión un poco burlona le dijo–. ¿Qué crees que hacías, eh, pillín? –

–¿Qué? –Neit se quedó un poco atónito por un momento con el comentario de esa señorita y las palabras se fueron de su boca al ver la belleza que ella poseía. Él desvió la mirada de nuevo a la pequeña quien tímidamente se escondió tras de la joven. Y repitió–; ¿Qué? –

–Ja,ja, calma, calma, solo bromeo. –dijo la chica entre risitas un poco burlonas, mientras estirándose un poco tomó la cabeza de la chiquilla y la ubicó a un lado de si, y luego puso su mano sobre la cabeza de la pequeña.

–Esta chiquis es mi hermana. Valery, y tiene 9 años. De verdad, de verdad verdad, gracias, pero en serio, gracias por haber salvado a mi hermanita. En ese momento, gracias a la linda multitud, me separé de ella y la busque desesperadamente, hasta que vi que sería demasiado tarde… Ya la tenían acorralada. Entonces, quizá gracias a mis plegarias, vi alguien que, como un héroe vino por detrás y tiró esa cosa, efectivamente, tu. Sin pensarlo fui a donde estaba Valery, la tomé fuertemente del brazo y quise seguirte. Pero tú ya habías salido y no pude ver por dónde te fuiste. Y simplemente decidí seguir a todos, esta vez apretando la mano de Valery con toda mi fuercita. De repente salieron más esferas, vi como mataban a alguien en frente de mí… –la chica tomó una pequeña pausa para toser, e intentar borrar ese recuerdo de su memoria–.Corrí hacia atrás, esperando no encontrarme con ninguna de esas cosas, y sin saber que hacer miré a todos lados, pero no había ninguna otra forma de escapar. Tenía muchísimo miedo y con Val llorando a mi lado, pues peor. Y… ¡vi como una persona tumbó una esfera con solo su puño! Y me percaté de que eras tú. Luego de esa batalla que tuviste, vi como el Sr. Hammer te recogió, y los perseguí lo más rápido que pude. -durante su explicación la chica daba golpecitos suaves con la técnica de “mano de cuchillo” o mejor conocida como “shuto” del judo, un arte que siempre le llamó la atención a Neit pero que en realidad jamás estudió–. ¿Ella tendrá conocimientos de judo? ¿O será jiu jitsu?… Creo que estoy buscando cosas donde no las hay. –Neit estaba demasiado cansado como para concentrarse en algo, siempre fue muy distraído, pero intentaba poner atención, como mínima forma de respeto.

–Por cierto, esto es tuyo –la señorita se retiró los audífonos y los extendió hacia Neit quien no la interrumpió, pero tampoco le presto excesiva atención, como si estuviera, pero a la vez no en ese momento–. Se te cayeron antes de entrar al refugio. Mi nombre es Angelica, un gusto conocerte. –Angelica agachó la cabeza y con ambas manos, tomó la mano derecha de Neit para luego decir–. Si no fuera por ti… yo, yo no sabría qué hubiera pasado –la voz de Angelica se escuchaba temblorosa y débil. Apretaba la mano de Neit con fuerza, con intenciones de no soltarlo.

–No hay de que, no pienses en esas cosas. Lo que importa es que las dos están bien en este momento. –Neit delicadamente levanto su mano la cual era sostenía por la chica. Ella levanto la cabeza y lo miró a los ojos.

–En este momento tienes que ser fuerte. Por ella. –le dijo Neit mientras le ofrecía una sonrisa con mucho esfuerzo, pero muy cálida a Angélica. Aparte señalaba con los ojos a Valery.

Angelica soltó la mano de Neit, secándose esas precursoras lágrimas de un llanto inminente, le devolvió la sonrisa a Neit y le dijo–: Sí, tienes razón. –

Las sonrisas se transformaron en un silencio único, para nada incomodo, uno de paz, mientras sus miradas seguían cruzadas. Entonces Neit rompió ese silencio simplemente diciendo–. Un placer conocerte –él se preparó para alejarse de ahí con sus audífonos en mano, pues era lo único que le importaba, y que le quedaba. Valery se fue sin titubear, no sin pedir antes el consentimiento de su hermana mayor quien se lo dio un poco dudando, pues no quería que se volviera a ir, pero en ese lugar estaban aparentemente seguras, además ella ya había tomado una siesta antes, así que estaba llena de energía, es una chiquilla muy inquieta ella quería simplemente explorar, como todo infante curioso. Neit estaba a punto de coger camino hacia la nada, pero Angelica intentando evitar que él se alejara de nuevo le hizo un par de preguntas.

–¡Espera! ¿qué hacías en el aeropuerto? ¿Por qué estabas ahí? –dicho esto, la reacción de Neit fue una que ella jamás espero, pues fue como si se pusiera a la defensiva dando un pequeño estremecimiento. Neit al escuchar la pregunta y recordando el viaje que iba a tomar con su madre, Miranda, apretó sus puños. Y la mirada en su rostro cambió drásticamente. La paz que creía haber logrado conseguir, desapareció casi como por arte de magia. El recuerdo de la mujer que lo crío, y estuvo con él desde siempre. Las memorias de la persona en quien más confiaba, en vez de traerle felicidad empezó a atormentar su mente. Aun con más fuerza, volvió a apretar sus puños, hacía todo lo posible para contener las lágrimas y evitar que su rostro reflejara la tristeza y el dolor que claramente no había superado.

–¿Está todo bien? –al ver la reacción de Neit, Angelica se preocupó por él, pues dedujo que algo no andaba bien, pero no sabía cómo manejar la situación. Entonces él, al escuchar la nueva pregunta, que gracias a todo lo que había tenido que vivir, se sintió como un golpe bajo con mucha potencia. Un dolor que va más allá de lo físico, algo inexplicable, un vacío en el corazón, una pesadez en los ojos que con muchísima fuerza empujaba las lágrimas a salir, un tembleque en la boca que levemente intentaba curvarse hacia abajo, sentimientos agobiantes y la palabra muerte por doquier, se apoderaron de la debilitada mente de Neit. Todo tipo de pensamientos dolorosos y de “que hubiera pasado si” se apoderaron de su mente. Pero en el momento en el que ya sentía que no podría aguantar más, otro tipo de recuerdo vino a él. Entre todo ese tormento que escuchaba y creía verdad, también logro oír una tenue y delicada voz que le decía–: ¿Vas a llorar otra vez?

–Oye… –Angelica volvió a intentar llamar la atención de Neit, está de vez bastante insegura con intenciones de callarse. Entonces, Neit volteando su rostro hacia la derecha, por el cual ya un par de lágrimas habían empezado a resbalar, levanto su mano izquierda y apuntándola hacia el rostro de Angélica le trasmitió un mensaje que decía: “un momento” pasando su antebrazo derecho por su rostro, secó sus lágrimas con la sucia chaqueta un poco desgastada que aún llevaba puesto. Intentando olvidar el indescriptible dolor de la perdida, y poniendo una pequeña sonrisa, casi susurrando dijo al aire–: Eso no ayuda, tonta. –entonces inhaló lo más profundo que pudo y exhaló muy lentamente aire por su boca, que salía un poco entre cortado. Logró sacar un poco del dolor que sentía, sin embargo, él sabía que este podría regresar en cualquier momento.

Neit Volteó a ver Angélica, y con aun un pequeño nudo en la garganta, contestó a las preguntas que le había hecho–; Iba a ir al norte, a el distrito canadiense. Íbamos a ver si podíamos mudarnos allá. ¿Tú y tu hermana porque estaban en el aeropuerto? –los ojos bastante brillosos y reflectantes, de Neit que estaban así gracias a las lágrimas que querían ser libres, dejaban ver un profundo dolor en su corazón. Angelica, capaz de ver el dolor y tristeza que experimentaba el chico delante de ella, decidió levantarse. Y con una sonrisa y una mirada que reflejaba un gran calor, abrazó a Neit.

–No te preocupes, todo va a estar bien de ahora en adelante… Recuerda, tienes que ser fuerte. Por mí. Por Valery. Por cualquiera que te necesite… tengo esa impresión de ti. –susurrándole al oído estas fueron las palabras que Angelica le dedicó a Neit. A lo que él nuevamente volvió a dar un profundo suspiro. La soledad con lo que pensó que tendría que cargar, ya que siempre, todos se iban de su lado, incluso su madre, se redujo levemente, mostrando que aún hay esperanza. Ese miedo que sentía, cada vez se alejaba más, dejándolo respirar por un momento.

Entonces Angelica, que se encontraba en la punta de sus pies para poder alcanzar el rostro de Neit le quiso hacer otra pregunta, primero poniendo sus manos sobre los hombros cansados de Neit. Le dijo con su dulce y tranquila voz.

–¿Hay algo que quieras contarme? –Neit ya con una respiración más tranquila retiró a Angélica con una suavidad digna de un caballero. miró al techo unos segundos y suavemente contestó–. No me siento preparado para hablar de eso ahora… ¿sí? –a lo que Angélica dando un parpadeo lento y profundo y una muy pequeña sonrisa le demostró que entendía. Ella volvió a su asiento e intentó continuar la conversación con Neit.

–Esperábamos a nuestro padre. Se encontraba en un viaje de trabajo y regresaba hoy, nosotras nos habíamos quedado en la casa de la tía Marta. Ella no pudo acompañarnos porque el trabajo no la dejó, después de todo hoy es viernes… Las dos llegamos un poco antes de que pasara lo que pasó nos atrapó casi en la mitad de todo. Y el avión de mi papi estaba programado para llegar hace dos horas. Espero que este bien… No, sé que está bien. –Neit, sin una respuesta en mente, solo dejó fluir un silencio y se preparaba para intentar marcharse otra vez, se sentía torpe, débil, quería estar solo y reflexionar sobre cada cosa. Necesitaba fuerza, no amigos, no más… Se dio la vuelta mirando hacia Hammer, iba a ir hacia él, sin ninguna razón en particular, ¿tal vez porque le había agradado? Quizá porque sentía que le debía una por lo de antes… Entonces, se oyó un crujido irritante, como cuando se abre una puerta que está mal aceitada. Y de la entrada que llevaba a las habitaciones 05-08, salió una mujer con mala cara, que usaba una bata blanca y un pantalón azul. Tenía su cabello recogido detrás de su cabeza, este poseía un color negro azulado y era bastante liso, aunque se veía un poco sucio, grasoso, como si no se hubiera lavado en un par de días. Debajo de sus ojos marrón oscuro, reposaban unas grandes ojeras y la mujer aparentaba estar entre los 40, 50 por las arrugas que poseía.

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