Le hube de conocer en uno de los tantos baños que han abierto, cerrado y vuelto a reformar en la estación Constitución. Ese baño estaba en un primer piso, luego de subir una interminable escalera, cruzar una especie de puente y girar hacia la derecha, era nuevo y relativamente limpio…, era verano y hacía calor…, era la hora de la siesta pero allí no se dormía…, todos se hacían la paja. Luego de echarme un meo un pibito de pronunciados rasgos indígenas, de rostro aplastado y poca estatura me cazó el ganso, yo estaba con la verga al tronco y no me sorprendió que el muchachito le acariciara, me fui, nos fuimos… A él le esperaba otro morochito escaleras abajo. Debían marchar a un evento de video-juegos o algo similar. Antes de dejarle de ver intercambié números telefónicos con el pequeño aborigen. Luego de unos días comenzamos una amena charla por messenger, finalmente resolvimos volvernos a encontrar en aquella grande estación donde nos conociésemos, nunca apareció, me dio bronca y ya no volví a tener ningún tipo de contacto con el joven. Luego de todo un invierno volvió a aparecer, no le busqué, tampoco sé cómo me encontró pues había perdido su teléfono, mejor dicho se lo habían robado, posiblemente haya guardado algún papelito donde anotó mi número telefónico o recuperó los contactos perdidos o memorizó mi nombre y luego me rastreó en la web, lo desconozco pero me halló…Volvimos a iniciar una amena conversación aunque me cuidé de mantener un encuentro, quedaba en mi recuerdo aquella tarde estival de inútil aguardar. Se lo recordé, dijo sentir vergüenza de cómo se había comportado, todo bien, pero soy de difícil perdonar…El pibe manifestó estar estudiando y me pidió consejo respecto de una novela que reseñar, le recomendé Los Pasajeros del Jardín, de la Bullrich, me pidió si se la podía prestar, sentí lástima, no era difícil darse cuenta de que atravesaba una mala situación económica. pero volvían a mi cabeza aquellas instancias, aquel haber ido a un encuentro que resultó no ser tal. un domingo le escribí que no quería viajar, que yo ya era un tipo grande y lo mejor era no encontrarnos, insistió y en mí se instaló la necesidad de acercarle aquella novela. Finalmente viajé, pero por las dudas, si no se presentaba a buscar el libro, inmediatamente habría de dirigirme a una inmobiliaria a poner en venta el departamentito de Congreso, por lo menos, así habría aprovechado el día. le aguardé en una confitería de Constitución, nueva, en el hall, debajo de las inmensas bóvedas de las termas de Caracalla, comiendo una inmunda y grasienta empanada frita, bebiendo pepsi…, Hit se llamaba el lugar y el petiso aborigen dio la cara, apareció y se sentó, le ofrecí lo que quedaba de la bebida cola y lo tomó con desesperación, le entregué el libro diciéndole que era un regalo, lo guardó, le invité a marchar si es que no estaba a gusto o a acompañarme al centro pues debía pasar por un lugar, así lo hicimos y juntos tomamos el subte en los subsuelos de la gran terminal. Sentí un poco de vergüenza de entrar con él a aquella inmobiliaria. Cuando manifesté venir a vender un departamento nos invitaron pasar a una oficina, pero él decidió permanecer aguardando, fue mejor así, ya me pareció sentir que olfateaban algo raro al verme acompañado de aquel pibito. Salimos del local y nos dirigimos al departamento de Congreso, le dije, «querés conocerlo antes de que lo venda», subimos e hicimos el amor…Se mostraba distante, parecía no querer nada conmigo, finalmente resultó ser el más puto de los putos sin ser amanerado, acabé cogiéndomelo tres, cuatro veces, me decía, «no seas cagón, cogeme a pelo», pero tuve miedo, aunque se la metí un poquito sin piloto…Su culo resultó ser hermoso y una vez adentro el pibe se resistía a dejar que se la quitasen. Comió todo mi cuerpo sabiendo lamerme los pies y lo que se le cruzó por su viscosa ruta, la que iba trazando con su lengua para terminar mamando de mi pija de una forma hambrienta y compulsiva. Me decía cosas lindas y aguardaba la leche, llegó en abundancia y la tragó sin dejar nada, le pedí que no lo hiciera, me dijo «por qué», no supe qué responderle…Su cola era pequeña y redonda, muy proporcionada, todo lo lindo que faltaba en su rostro parecía haberse establecido allí abajo. Contaba que su mamá le decía «nunca te empedes porque te violan si te ven con esa bermuda tan ajustada», y la señora no se equivocaba… En sus ropas se percibía olor a humo, decía que su madre tomaba y le llevaba diez años al marido, no creo que estuviesen casados…, un hermano que no era hermano resultó caer preso y las sobrinas que tampoco resultaban serlo venían a ser hijas de quién sabe quién en aquel barrio de casuchas pobres. En su mirar se notaba un muy claro resentimiento social, le extrañó saber que era abstemio, estaba acostumbrado a ver drogas y alcohol con asiduidad, parecía querer verse ausente de sus avatares, ponía empeño en el estudio…Tal vez la vida le brindó una oportunidad, tal vez…
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