La maestra de Ciencias Sociales no quiso aprobarlo, a pesar de que su mamá fue a hablar con ella, contándole lo que había sucedido. A Facundo se le había muerto su perro. Estaba destrozado; ahora nunca volvería a jugar con él, ya nunca jugaría con nadie más. No le importaba nada, solamente quería venganza. La maestra había llamado “perro de porquería” a su mejor amigo, y no estaba dispuesto a perdonárselo. Él había escuchado muy bien cuando la maestra le decía a su mamá que no era una excusa válida la muerte de un animal tonto que sólo sabe mover la cola.
Stella, la maestra de Ciencias Sociales, había quedado embarazada de Camila hacía seis años. Su marido la abandonó antes de que la nena cumpliera su primer añito. Camila iba a primer grado, mientras Facundo cursaba quinto grado. Stella la inscribió en la escuela dónde ella trabajaba para ahorrarse hacer dos viajes a dos escuelas distintas.
Hacía cinco años, Facundo se había fracturado el brazo izquierdo. En la sala de urgencias el médico había hecho desaparecer el dolor, no obstante su mamá no paraba de llorar. Facundo la quiso calmar diciéndole que ya no le dolía el brazo, y entonces su mamá le dijo algo que él nunca olvidó. Ella le explicó que un hijo es sagrado para una madre, y que no hay nada peor para una mamá que ver a su hijo sufrir. Era por algo llamado instante maternal; él no entendió del todo qué significaba, pero para no provocar otro diluvio de lágrimas no quiso preguntar.
El Colegio San Miguel es un edificio de dos pisos. Las aulas de primer, segundo y tercer grado se encuentran en planta baja, junto con la cocina y la oficina de la directora. Ese mes, en el que se murió el perro de Facundo, los baños de planta baja estaban en reparación debido a un caño roto; por lo cual, todos los chicos debían usar los baños del piso de arriba.
El sábado, tres días después del episodio con la maestra, Facundo estaba con su papá viendo una película alquilada. En el videoclub, su papá pidió cualquier película para chicos que no tuviera perros, entonces le recomendaron Mi pobre angelito. En la película el niño ponía trampas a unos ladrones, para que no le robaran la casa. Los ladrones, al final de la película, quedaron todos golpeados. Ahí Facundo se acordó del día en que se había roto el brazo, y de lo mucho que su mamá lloró por eso. También recordó lo que le había contado su madre ese día, y se le ocurrió que lo peor que se le puede hacer a una madre es lastimar a uno de sus hijos. Entonces, lo peor que podría pasarle a la señorita Stella es que alguien lastimase a su hija, Camila.
Durante el recreo, Facundo y sus amigos jugaban al fútbol. Ese día nadie pareció notar que Facundo estaba atento a quién subía y quién bajaba por las escaleras. Camila subió al primer piso para utilizar los baños de arriba, ya que los del piso inferior estaban clausurados. Sus amigas no la acompañaron, porque estaban haciendo fila en el quiosco de la escuela, que siempre estaba lleno. Camila salió del baño y se dirigió hacia las escaleras. Bajó las escaleras, pero no de la forma en que ella esperaba.
Facundo estaba atento a todos sus movimientos. Cuando ella estaba por bajar el primer escalón, él fingió que se le escapó la pelota para el mismo lado que estaba ella. Corriendo, durante la emoción del juego, Facundo no vio a la niña que estaba por descender las escaleras, y sin querer la empujó con todo su peso. Se escuchó el grito de Camila y el ruido de huesos romperse cuando ésta aterrizó en las baldosas de la planta baja.
Llevaron a Camila al Hospital más cercano, pero la pérdida de sangre fue abundante y falleció. Facundo pensó que era preferible que haya muerto a quedar como una niña-vegetal.
La noticia apareció en todos lados: “Terrible accidente en escuela primaria” rezaba el titular del diario que compraba el papá de Facundo. Él leyó la noticia unos días después, escondido en el baño, para que sus padres no lo viesen. No figuraba su nombre en la noticia. Todo había sido un terrible accidente. Nadie sospechaba.
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