¿QUIERES QUE TE LO CUENTE OTRA VEZ?

¿QUIERES QUE TE LO CUENTE OTRA VEZ?

El borde sobresaliente de la ventana que daba al comedor. estaba lleno de macetas repletas de flores de colores que alegraban la limpia fachada revestida de cal, de la casa de María.

Decían en el pueblo, que todo lo que la buena mujer sembraba no se marchitaba nunca, cosa que era verdad. Parecía dotada de una bondad tal, que despertaba el cariño de cuantos la conocían.

Tenía dos hijas, la mayor se llamaba María, como ella, y desde pequeña fue una soñadora, o así la consideraba su madre, por esa tendencia a distraerse con excesiva facilidad. No había nada que perturbara su supuesta tranquilidad.

La menor, Carmen, demostró desde pequeña su inclinación musical. Adoraba tocar el piano que lastimosamente había comenzando a apolillarse; pero del que aún lograba desprender dulces notas, que conmovían hasta los ladrillos de las paredes del reducido espacio.

La madre en la cocina, molía en el mortero el trigo para rebozar la carne, y en el doblez de su mandil reposaban las ñoras, mientras repetía burlona y en voz alta:

_”Madre holgazana, cría hijas cortesanas”…pero ninguna se inmutaba.

Vendría a comer el boticario, que sentía una secreta atracción romántica no correspondida hacia María, cuando en realidad era Carmen la que caería rendida a sus brazos sin dudarlo, pues estaba enamorada de él.

Era un “buen partido”, como se solía decir, y la madre no perdía las esperanzas de que al menos alguna de sus hijas, lograra un matrimonio ventajoso y duradero como lo fue el suyo con su marido, cosa que la haría sumamente feliz.

Cuando ya todo estaba preparado y a la hora en punto, llegó el rubio y regordete caballero en cuestión. Las hijas se miraron al espejo antes de salir a recibirlo, comprobando que su aspecto era intachable, después de acomodarse las enaguas. La madre hizo lo mismo en su habitación; conforme con su guapa imagen, que todavía conservaba algo de la lozanía de su juventud.

Luego de los amables saludos, pasaron al comedor, donde una coqueta mesa preparada para la especial ocasión, acogería al candidato del que se podía decir cualquier cosa, menos que era tonto, salvo cuando tenía en frente a María.

El hombre no podía dejar de mirar y admirar totalmente embobado, al motivo de su amor, y su delicada y femenina forma de hablar, reír y moverse. La pobre Carmen invisible a sus ojos, sufría silenciosamente su indiferencia.

_¿Observaron anoche el cielo tan hermosamente estrellado?_ Dijo el buen hombre para romper el hielo. _Perdonen mi atrevimiento señoras, pero me recordó vuestra resplandeciente belleza_

_Que adulador es usted don Francisco! _ Respondió la madre con una risilla tonta.

_Paco para ustedes, por favor_ No se cortó aprovechando el ambiente distendido.

La cena se desarrollaba sin decaer, ya que tanto la madre, como Paco, eran elocuentes parlanchines.

_¿Qué me recomendaría para el insomnio don Paco?, últimamente estoy despierta toda la noche, pues me cuesta mucho conciliar el sueño_ Preguntó María mientras mordisqueaba el borde tostado de pan.

_Oh! Lo siento doña María, le haré llegar hoy mismo unas…_ Y no pudo continuar. Se quedó de pronto impactado, al sentir un pie desnudo rozando su pierna bajo la mesa. Tenía que ser su damisela sin duda, que tímida, le expresaba de esa forma, su apasionado interés por él.

Disimuladamente la miró, por si encontraba algún gesto cómplice, pero María sólo tenía ojos para su porción de comida sobre el plato.

Disimulas muy bien pillina! * (pensó Francisco).

El pie se movía por su pierna como un pez en el agua, subiendo y bajando con soltura. El hombre ni corto ni perezoso, escurrió una mano bajo la mesa, y comenzó a acariciar el motivo de su turbación, que lejos de retirarse, disfrutó aquel contacto pues le dió en la rodilla, sutiles toquecitos de aprobación con su dedo gordo.

Retomó otra vez la charla, pero ni su mano, ni el pie se retiraron, y al pobre hombre le costaba cada vez más no atragantarse con la comida y el vino. Estaba en la gloria y cuando hubo un cruce casual de miradas con María, le guiñó un ojo, a lo que María respondió frunciendo el ceño.

*Entiendo María…entiendo* (se dijo para sus adentros, interpretando su gesto una vez más, como una forma de despistar).

Le bastó el tiempo de comer todo lo que le pusieron en el plato, para decidir que se declararía a María ahí mismo, pidiendo el consentimiento de la madre para visitarla como novio formal; pero antes le dio varia palmaditas cariñosas a la travieza extremidad motivo de su perturbación, y un apretón a su inquieto dedo gordo.

_Doña María, permítame el atrevimiento de solicitarle la…

No pudo continuar, un fuerte ruido proveniente de la empinada calle hizo que dieran un salto en sus sillas, y salieran disparados hacia la ventana a averiguar el motivo de tal estallido, que no pasó de ser más que la rueda pinchada de un coche que circulaba muy cerca.

Todos rieron relajados y se dirigieron a la mesa dispuestos a tomar el postre, y a escuchar lo que Paco iba a decir e interrumpió de golpe unos minutos antes. Carmen con su hermana haciendo bromas divertidas por delante.

Atrás de sus hijas doña María que iba cojeando de forma ridícula y exagerada, lo que hizo que el boticario bajara la mirada extrañado de su andar. Empalideció de pronto, sus ojos no daban crédito a lo que estaban descubriendo, y como una visión espeluznante recordó todo lo ocurrido hacía unos momentos bajo la mesa.

Doña María andaba así…porque sólo llevaba un zapato!


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