Repitiendo en el Ideal. El olor a semen fermentado genera en mí una mezcla de asco y deleite. En la gran sala de la planta baja había un chino gordito que decía ser norteamericano, no hablaba el castellano y solamente quería que le tirasen la goma, un hombre mayor se ocupaba en esos menesteres cuando decidí arrodillarme a su lado sacándole la lengua a modo de súplica, la «oración» fue atendida y el pene pasó de labios del señor adulto a los míos. Me ocupé con esmero en trabajar el miembro nipón cuando otro caballero se acercó y agradecido ante tanta atención no pude dejar de acariciar su entrepierna mientras continuaba ejercitando la mandíbula entre las patas del oriental. El caballero comprendió que buscaba su «amistad», desenfundó y en un abrir y cerrar de ojos un grande miembro viril venía a brindar placer a la tarde. Tomé ambos miembros e hice que tocasen sus cabezas a las que besé y lamí, mientras empapadas de saliva resbalaban la una en la otra. La tarde se ponía caliente y en el primer piso un petiso bonito con alianza matrimonial en el dedo indicado mostraba su hermoso y blanco miembro a una travesti del lugar, la cosa no funcionó, la piba estaba laburando y un gordito feo y amanerado me ganó de mano, pero no me desanimé colocándome en la butaca de atrás procediendo a acariciar y besar con suavidad en el cuello y detrás de las orejas al bello semental. El muchacho despidió al gordito pasando yo a ocupar su oficio y su lugar. Le acaricié, le besé su pecho y abdomen, su pene permanecía oculto debajo del shogging negro, no quería pelar, comencé a besarle por sobre el pantalón hasta que me apuré a sacarle el pito a la intemperie abrigándole con mi boca, de a ratitos se podían sentir los tímidos chorritos de líquido pre-seminal que el hermoso muchacho expulsaba abstraído en una película de contenido heterosexual. Comencé a pajearle con la mano y mi lengua y labios fijos a la cabeza de su linda chota, pero no quería acabar, ya estaba muy mojado, optando por marcharse a otra sala. Me dejó caliente como una pava, y esa pava buscaba el pico que le faltaba. No tardó mucho en dar con la parte vertedora, que en este caso no derramó agua en el mate. Un machote cincuentón de bigotes y ropa de ombú demoró nada en descargar su semen caliente y tentador en aquella boca golosa y suplicante de lujuria. No me animé a tragarle, aunque me quedé con las ganas. La temperatura era asfixiante y a estas alturas aún no había acabado, cuando un gordo bigotudo, de fea pija, al que había visto abajo, treintañero, de huevos tentadores, los que comí por su olor masculino, se estaba garchando a una bella travesti. Cuatro o cinco tipos nos juntamos a mirar y a pajearnos, una vez concluída la función la travesti me llamó, pero un flaco alto y reo, de exquisito olor a hombre, se apresuró en arrebatarme de manos del transformista, tanto ella como él laburaban allí adentro. Yo quería marchar en paz, «demos gracias a dios», no me importaba consumir la una o el otro. Ante la posible pérdida de un cliente el machito me dijo «te la chupo y me cogés» y le hice caso. Aunque le pedí olerle el chivo mientras acababa en el suelo con público incluso. Me dio lástima romperle el culo, lo tenía limpio y olía hermosamente a culo sudado, se lo chupé, saqué el frasquito de crema Hinds que llevaba en el bolsillo del piloto y apiadándome de él le encremé con profusión, se llamaba David o eso decía, me contó que tenía cinco pibes y laburaba haciendo malabares en las esquinas, que no tenía laburo y por docientos pesos entregaba el orto en el cine. «cómo se te puso mirando a la travesti», no sé si lo decía para comprarme, «finalmente uno se acostumbra y le termina gustando que le rompan el culo», fueron las palabras de despedida, afuera el día comenzaba a morir…
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