En un sorbo, la muerte

En un sorbo, la muerte

Machete Veneno

30/09/2018

De tanto roer su sensualidad con el alcohol más barato no se dio cuenta de que había acabado con aquel movimiento que tanto me gustaba ver mientras bailábamos en el antro más asqueroso de esa pobre ciudad. De repente me veía envuelta observando cómo seguía ese ritmo tan pegajoso que jamás había escuchado pero que para él ya era un himno de adolescencia perdida. Había ya pasado un par de días y unos minutos contados para que en el segundo de un parpadeo incrédulo lo viera sin pulso alguno, un instante de silencio y mi grito alarmado rompió el hielo del momento, pero a él no le volvía el calor característico de un mamífero, la coquetería de una mirada cómplice se perdió de mi vista y no la volví a encontrar nunca más, esos ojos jamás volverían a cautivar.

Me di vuelta y me vino la realidad encima, no lo conocía y el tercero que unía los hilos reaccionó de golpe inhabilitando a los tragos para que no le cruzaran los cables neuronales porque lo que había pasado era grave, pero ahí estaba yo con su cabeza como peso muerto en mis piernas y en su rostro la cara de un amigo que nunca supo que tan lejos llegarían sus límites. Le bordeaban lágrimas ajenas de dolor, de perdida y de decadencia. A lo lejos se escuchaba una voz formal dando indicaciones de cómo llegar al lugar, se cortaba la llamada y se teñía el lugar de un color muy oscuro, los focos parpadeaban hasta apagarse y como final trágico de obra dramática un foco nos iluminaba, una luz roja hacia destacar una mano delicada y obsoleta que salía entre la unión de varios cuerpos en torno a uno que yacía sin deseo alguno.

Debía de llegar ya el fin de un grupo selecto muy repudiado, ellos lo mataron, lo manipularon, le hicieron perder la voluntad, le mintieron, lo discriminaron, le hicieron agonizar y acabar, así que el muerto, muerto esta. Ya fue expiado por toda su ignorancia y todas sus culpas, ya no queda nada, solo una historia que narrar, lagrimas que faltan por llorar y flores que tirar en lugares que ya no importan. Yo por otro lado justo al conocerlo había resucitado para volver a vivir una falsa juventud en éxtasis y al tercer día con todo esto volví a morir, pero a diferencia de él, mi corazón latía con tiempo prestado.

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