Vuelves en presente
con el pasado pesando.
Con el futuro y mi mechero
juntos en la misma mano.
Me los tiras a la cara,
como si sirviera de algo.
Ojalá fuera eso
lo único que me está matando.
Me he tatuado por el cuerpo
que nunca fuiste musa.
Que inspiras por no ahogarte
en un mundo que te volvió muda.
Que eres reina y arte cuando sientes,
pero nunca.
No cuentas que supiste sacarte as esquirlas
y yo no te digo que coinciden con los huecos
de la cristalera de mi tripa.
Me muerdo la lengua y me llego al sentío,
por no decirte que al alba en tu pecho
las balas no le dolían al mío.
Te negaría tres veces,
con los ojos en tierra de fuego,
que me costaste más de trece
meses en el suelo.
Admitiría si no escucharas
con el alma en tierra de nadie,
que en el vacío que ni siento
se está gestando una barbarie.
Si me dices que te he enamorado
dieciocho veces esta mañana,
o a seis personas diferentes
en lo que va de semana,
no comprendes lo que pienso;
es como recitarte en yámana.
Esta noche, si me escuchas,
te cuento que bailabas
a la luz de las farolas,
cuando yo cantaba
porque me apretaba la soga.
Y quizás en los rescoldos,
de una palabra sincera,
se sientan lejos los vestigios
de esta sensación de mierda.
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