El tren del destino.

El tren del destino.

Tito Holgado

11/09/2018

Como cada mañana me dirijo a la estación para tomar el tren que me llevara desde mi ciudad hasta donde tengo mi trabajo. En el recorrido nos encontrábamos todos los días con las mismas caras puesto que coincidíamos en el horario de entrada a los trabajos.

Ya de tanto viajar juntos nos conocíamos por lo que los saludos y las conversaciones eran ya la nota de cada mañana. Pero cierta mañana en una de las estaciones intermedias subió al tren una muchacha con aspecto de joven educada y muy hermosa. Como siempre ocurre cuando alguna mujer joven y bonita sube al tren las miradas de los varones que allí estábamos giramos la mirada hacia ella. Fueron pasando los días y sus ojos se me clavaban tan dentro de mí que el madrugar para ir al trabajo era un verdadero placer. Tenía unos ojos verdes preciosos y una sonrisa tan jovial y dulce que era un encanto verla cada mañana. Sé que me enamore desde el primer día que la vi subir los pasos de aquel vagón y hasta me molestaba que otro se sentara a su lado, pues prácticamente los asientos eran fijos, puesto que fijos éramos los que viajábamos cada día.

Quería acercarme a ella o cambiar de asiento con la ilusión de que ella también lo hiciera y fuera mi compañera de viaje, pero la timidez que siempre me ha acompañado me lo impedía.

Así un día y como el niño que roba el primer beso a su compañera de clase, al pasar junto a ella le deje en su mano un papel en el que le decía lo enamorado que de ella estaba.

Estuve dos días tomando otro tren en otro horario porque la timidez me impedía encontrarme con ella por no saber cual sería su reacción al leer la nota que en su mano le deje.

También me preguntaba si la habría leído o simplemente al ser de un desconocido la hubiese tirado sin saber lo que por ella sentía.

Así pues me infle de valor y tome el tren como cada día venía haciendo durante varios años y al llegar a su estación allí estaba como siempre radiante y mi corazón se estremeció porque al subir me miro y se sonrió. Sin dudarlo me levante de mi asiento y la invite a que se sentara en el asiento de al lado a lo que me dio las gracias y se sentó a mi lado. Le pedí disculpas por mi atrevimiento y le repetí lo que en el papel le había escrito. Ella se limito a escuchar y acepto una invitación para tomar un café al llegar a la ciudad de destino.

Durante varios días viajamos en asientos juntos y tomamos caféy hablamos de muchas cosas. Yo me sentía en las nubes cuando me miraba y sonreía y ella hablaba con tanta naturalidad que era irresistiblemente encantadora. Pero ya un día que le dije que era el amor de mi vida que no podía vivir sin ella y me gustaría que empezáramos a salir juntos me miro seriamente y me dijo: Mira eres un excelente muchacho y no te miento que me caes muy bien y me atraes bastante pero lo que me pides no puede ser puesto que estoy casada.

Un puñal atravesó mi corazón y en ese mismo momento le dije que lo sentía yo mas pero que no sería yo quien tratara de estropear un matrimonio así desde ese día fui cambiando poco apoco mi horario de tren para no coincidir con ella. Uno de los días que coincidimos me dijo que porque no iba todos los días, se lo explique y me dijo que podíamos continuar siendo amigos, ya que no había sucedido nada entre nosotros, a lo que le respondí que en mi si había sucedido y es que me había enamorado como jamás lo había hecho.

Así poco a poco fue como mi horario cambio para tomar el tren y muchas veces me he preguntado qué hubiera sucediso si hubiera seguido su consejo y continuar como amigos

Tal vez mi amor le hubiera llegado tan dentro que hubiera podido conseguir el suyo? Han pasado muchos años y aun cada vez que monto en un tren espero que ella entre al vagón de ese tren que un día perdí tal vez por cobarde.

Tito h.

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