…Y así llegó a la casa de la parturienta,
Dolores, la médica del pueblo,
a lomo de mula,
llovizna y noche oscura.
Sentada en una estera en el suelo,
con llanto… bajito,
Rosa espera ese domingo…
ladridos de perros cercanos le acompañan.
A la distancia,
los acordes de un vals peruano,
la voz de Jesús Vásquez,
acompañada por lamentos de borrachos destemplados.
Un pequeño altar vigila la labor,
una estampa de la Virgen
otra de Jesús del Gran Poder,
un cirio rechoncho y de bordes dorados permanece encendido,
ya bastante gastado.
Hojas de coca,
piedras de río,
grandes semillas de la amazonia…
rojas, amarillas y negras,
regalo de un sabio shaman del pueblo Zápara.
Desde un tiesto de barro,
los torcidos hilos blancos y el olor penetrante del palo santo
se elevan e inundan la choza
… reconfortan.
En su frente una venda carmesí.
El abdomen de Rosa
es untado por María Ricardina,
la partera,
con una mezcla de manteca de cuy, de gallina y de guanta,
para darle calor en el frío aparamado,
en su parte superior lleva fajada un chal de lana…
así es más seguro.
Con una cuchara grande
le apuran puntas con azúcar,
quemadas a fuego lento,
darán energía para lo que falta del parto.
Espera paciente,
un suculento caldo de gallina no cae mal
a este panel de expertas,
café de chuspa con panela,
aaah… ¡que aroma!
El quejido de Rosa ha cambiado…
eleva rítmicas notas graves y agudas,
quedas…
se ajusta a la ceremonia.
Cuando la luz del sol hace su aparición en Oriente,
como otra fémina de manto blanco,
una hermosa niña de Puchuez,
llega a este mundo,
con llanto de estruendo que rasga el rocío,
con halo de magia.
Sale primero su mano izquierda
advirtiendo su futuro,
Dolores,
con una habilidad y aplomo no suyos,
recordando al viejo maestro,
regresa el bracito…
Luego… lentamente salen…
la cabeza, los hombros
y el precioso cuerpo entero de Narcisa de Jesús,
en manos de María Ricardina.
Como el día en que nació Rosa,
hace 17 años,
vino a este mundo con su madre en cuclillas,
tal como han nacido
cientos de generaciones de la raza humana,
arrimada al hombro de su madre,
de la mano de su joven y sorprendido compañero Florencio.
El cordón lo corta él.
La placenta es enterrada…
en rito familiar,
debajo del portal de la joven pareja…
¡esperan más hijos!
De regreso a casa,
Bernarda y Branca
-las tiernas hijas de Dolores-
están despiertas,
ambas aprietan a su madre…
no hacen falta preguntas…
¡esa complicidad que tienen las mujeres, desde niñas!
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