Al despertar me encontré con la cama vacía. Mi aliento aún tenía ese sabor amargo que queda después de una buena borrachera. Mi ropa estaba húmeda y olía a cigarrillos y a perfume de mujer. Eran ya pasadas las dos de la tarde y mis ojos aún se negaban a abrirse completamente. Pero después de un buen ataque de tos logré saltar de la cama para enjuagar mi rostro. Al mirarme al espejo pude notar el paso del tiempo en mí, vi arrugas que no recordaba tener, los ojos amarillentos y los dientes oxidados. Sin duda alguna ya no era aquel joven que tanto recordaba con cariño, pase a convertirme en una imagen maltrecha de ello. Mi orina era tan oscura y olorosa que supe que algo no debía andar muy bien con mi organismo. Me metí a la ducha, al sentir el agua caliente cayendo sobre mi cuerpo y al sentir el ardor que provocaban las gotas sobre mi piel pude identificar unos grandes rasguños sobre mi espalda.
Recuerdo pocas cosas de la noche anterior. Recuerdo a una chica; de grandes senos y buen trasero, su rostro me era tan seductor que no pude resistirme un solo instante y me lancé a por todo. Compartimos unas copas, charlamos durante un largo tiempo, bailamos. Pero solo pude recordar hasta allí, hay una gran nube en mi cabeza que me bloquea cualquier memoria.
Al bajar a la cocina esperaba encontrarme con la mirada de rechazo de Lisa. Pero no fue así, la casa estaba en completa tranquilidad. No había rastro alguno de ella. Me sentí un poco aliviado al no tener que lidiar con sus celos, los cuales últimamente se habían tornado insoportables. En el piso del comedor había una botella de vino rota. Debió caerse de mis manos al entrar a casa en semejante estado. Tuve que preparar mi propio desayuno, aunque mi estómago se rehusaba a probar bocado. Al final no pude terminar con mis huevos fritos. Coloque la cafetera, pero después de algunos minutos de funcionar normalmente comenzó a escupir ruido y a dejar caer el agua hirviendo. La desenchufé rápidamente, removí el agua y al examinarla pude notar que el ruido provenía de algo que parecía ser una pieza suelta dentro de la máquina. El maldito trasto llevaba semanas dándome problemas, la última vez que intenté repararla había conseguido que funcionara sin inconvenientes, pero debí haber dejado alguna pieza floja que ahora estaba dando problemas, pensé.
La caja de herramientas seguía en la sala de estar, donde la había dejado el día anterior al intentar reparar la televisión, al parecer estos últimos días todos los electrodomésticos habían decidido jugársela en mi contra. Al rebuscar dentro de la caja pude notar que había vino derramado sobre la alfombra.
Mi mente comenzó a despejarse un poco, recuerdo que después de la quinta copa me acerque a su rostro, nos miramos a los ojos, los ojos de una chica que buscaba a alguien que la reconfortara en una mala época de su vida, indefensa, dispuesta a caer en los brazos de un hombre que la protegiera. Y se entregó a mí.
No encontraba mi destornillador por ningún lado. Y dentro no había otras herramientas que pudiesen ayudarme con aquel trasto defectuoso. Me hundí en el sillón y solté un gran suspiro.
Su nombre era Katy. Y su departamento gritaba a los mil vientos que era una mujer que acababa de sufrir una separación. Los cuadros de fotografías que colgaban de las paredes estaban recortados, donde antes se debió haber mostrado la imagen de un hombre felizmente a su lado, ahora había sido eliminado. El orden en el lugar era impresionante, cada cosa estaba perfectamente acomodada, no había polvo, ni rastro de suciedad. Podía sentirse la soledad, y la frialdad en el aire. El comedor contaba únicamente con una silla, el refrigerador contenía lo necesario para un día, las vajillas eran las suficientes para una sola persona. Debo decir que el lugar me parecía deprimente de cierta manera. Pero era su hogar, su habitad, eran las paredes que la acogían, y eso me hizo verlo con diferentes ojos después de unos minutos. Este era su mundo, y ahora yo era bienvenido en él.
¿Pero dónde había dejado ese maldito destornillador? Busque por todas partes, pero no lograba encontrarlo.
Su piel era tan delicada, pálida, tibia. Sus labios eran suaves y su lengua tímida. Pude sentir esa excitación que había dejado de sentir al mantener relaciones sexuales con mi esposa. El aliento que soltaba al envestirla me hacía sentir de nuevo vivo y conectado con alguien. Su calor era mi calor, su corazón latía con el mío, y sus ojos solo me miraban a mí. En ese momento me olvide completamente de Lisa.
Por más que me esforzaba mi memoria solo podía llegar hasta el momento en que regresaba a casa bebiendo hasta nublar completamente todos mis sentidos. Sentía culpa, pero no me sentía para nada arrepentido.
No puedo creer que entre toda la herramienta que almaceno en mi hogar, no pueda haber un solo maldito destornillador, pensé.
Pero fue cuando salí al garaje y abrí la cajuela del auto que todo llego a mi cabeza y no pude aguantar las ganas de soltar todo lo que mi estómago contenía. El pánico me inundo y las piernas me temblaron. ¡Allí estaba Lisa! ¡Y recordé los gritos! ¡Los llantos! ¡La pelea! ¡La sangre! ¡El crimen! ¡El horroroso crimen! Allí estaba Lisa mirándome con uno de sus ojos inexpresivos, sin vida, y en el otro, incrustado profundamente… el destornillado
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