capítulo 4: Confesiones, café y suiza

capítulo 4: Confesiones, café y suiza

CAPÍTULO 4

Al día siguiente, las cajas se amontonaban en el pequeño recibidor y se extendían por todo el pasillo. Sofoqué una risa pensando que la mitad de las cajas estaban llenas de zapatos.

Una gota de sudor se escurría por mi espalda, y encendí el ventilador antes de continuar con la ardua tarea de vaciar todas las cajas. Estaba tan concentrada en la tarea que cuando miré el reloj era casi la una y media, así que me metí en la ducha. Tenía que ponerme en marcha si no quería llegar tarde. Habíamos quedado a las dos y media, en una pizzería muy coqueta de la calle Caballeros, y como no quería dejarme una pasta en el aparcamiento, viendo lo imposible que es aparcar en el centro, pensaba ir a pie dando un paseo. Si quería llegar a tiempo, ya podía correr. Una ducha rápida, crema hidratante y unas gotitas de perfume después, me puse un vestidito camisero azul marino con lunares blancos y unas sandalias con cuña de color cuero que me costó unas cuantas cajas encontrar. Un toque ligero de maquillaje, delineador de ojos y brillo de labios, y sujeté mi melena ondulada en una coleta alta para soportar mejor las altas temperaturas de la ciudad a finales de agosto. Cogí un capazo de mimbre azul con puntillas y bordados en blanco y las asas de cuero que compramos Ramón y yo en las últimas vacaciones en Ibiza que le iba perfecto al conjunto, y salí de casa corriendo para llegar a tiempo.

El reencuentro con las chicas fue emocionante y, como siempre, lleno de risas, gritos, besos y abrazos. Unos cuántos qué guapa estás y me encantan tus zapatos más tarde, disfrutamos de la buena comida italiana hablando de todo un poco, dando rodeos y sin ir al meollo del asunto. Sabía que Sandra estaba dejando que me aclimatara, esperando paciente para asestar el golpe. Susana, que todavía ignoraba que aquella no era una visita más, me contaba con pelos y señales los últimos logros y travesuras de Diego y David, sus gemelos, babeando encantada mientras esperábamos el café. Y entonces Sandra la interrumpió mientras me miraba fijamente, supongo que cansada de conversaciones banales sin fundamento.

_ Susi, cariño, quiero mucho a Diego y David, pero ¿por qué no los dejamos con sus triciclos y sus coches y nos centramos en Alicia? Creo que tiene unas cuantas novedades que contarnos…

_ ¡Ay Sandra, que bruta eres! A mí me interesa la canica que Diego se metió en la nariz…_ dije yo intentando escurrir el bulto, con una sonrisa irónica en los labios.

_Ya sé que mi vida no es muy emocionante…_ protestó Sandra sonriendo _ reconozco que estoy un poco en plan madre cargante. Frenadme por favor, no quiero convertirme en una madre de esas pesadas que sólo habla de sus hijos a todas horas ¿eh?

_ No te preocupes que no es eso…_ la tranquilizó Sandra_ Es que ésta _ dijo apuntándome con el dedo _ lo que pretende es no largar, y cómo no lo cuente todo con pelos y señales a mí me da algo. Y tú Susi porque no sabes de la misa la mitad, sino ya la habrías sometido al tercer grado desde el pan de pizza, y no habrías tenido la delicadeza de esperar al café.

Susana se quedó mirándome frunciendo el ceño y empezó su interrogatorio:

_ ¿Qué pasa? ¿Te vas al extranjero o algo así?… ¡Ay madre! ¡¿Te casas?!

Me removí incómoda en la silla y me apresuré a sacarla de su error.

_ ¡No, no, no…! Rotundamente no. La verdad es que… todo lo contrario… Ramón y yo hemos roto.

_ ¿¡¡Qué!!? Pero… si estabais tan bien… El último día que hablamos… bueno, a decir verdad, nunca, ni una sola vez que hemos hablado, has mencionado ningún problema entre vosotros._ dijo Susana sorprendida _ ¡¿No te la habrá pegado con la estirada de su agente, Paola, Paulina o como se llame?!

_No, nada de eso._ Me quedé en silencio, sin saber que decir. Me sentía mal por haber sido yo la que había tomado la decisión, y porque si de cara a la galería yo tenía una relación perfecta, ¿cómo iban a entenderme? Si no me entendía ni yo…

_ ¿Entonces…?_ intervino Sandra animándome a continuar.

Me vacié entera en aquella conversación. Les conté cómo me sentía. Que la vida me llevaba cómo te lleva la corriente, sin poder hacer nada por conducirla en una u otra dirección. Les conté que aún lo quería, aunque no quería vivir su vida, quería vivir la mía. Que aún sentía una opresión en el pecho, la angustia de mi decisión, pero también la liberación por haberla tomado. Les conté que durante cinco años, mi vida había girado en torno a Ramón, y que aunque él me había recompensado con creces mi dedicación, me había dado cuenta de que no era lo que quería hacer el resto de mi vida. Que me inundaban las dudas respecto al trabajo desde hacía tiempo, pero Ramón nunca se lo tomó en serio. Y yo nunca insistí mucho, porque ni yo misma entendía cómo podía querer renunciar a ser la ayudante de un reconocido escritor, para acabar llevando los cafés en una editorial de guías de viaje. Les conté todo lo que me pasó por la cabeza. Vomité palabras a raudales, y ellas me escucharon, como sólo saben hacerlo las buenas amigas.

_ Y bueno, _ concluí _ la verdad es que… ya no sabía qué hacer. Llevo muchos meses dándole vueltas, haciendo listas de pros y contras… y de repente me di cuenta de que si amas de verdad a una persona no necesitas hacer listas. Ha sido exclusivamente decisión mía romper nuestra relación, y también dejar el trabajo y volver a casa.

Sandra me miró arqueando las cejas, y me preguntó:

_ ¿Qué quieres decir con que ha sido decisión tuya dejar el trabajo? ¡¿Te refieres a que Ramón te dio la opción de seguir trabajando con él?!

Asentí mordiéndome el labio y desviando la mirada, sabiendo que una oferta como aquella no se me iba a presentar nunca más. Trabajar codo con codo con un escritor de su relevancia, era algo que no volvería a tener a mi alcance.

_ Joder Ali. Perdona que te lo diga… pero ese hombre es una mina._ dijo Susana.

_ ¡Susana! ¡Qué poco tacto, hija…! _ le increpó Sandra.

_ A ver, yo solo lo digo porque pocos hombres reaccionarían así. Debes ser muy necesaria para él, una editora de primera, porque si la ruptura ha sido por iniciativa tuya, lo normal habría sido enviarte a paseo para perderte cuanto antes de vista.

_ No, si está pensando en que puede llegar a convencerme para cambiar de idea_ dije yo.

_ ¿Piensas que es por eso Alicia?_ preguntó Sandra._ No valores tan poco tu trabajo, que también tendrá algo que ver. Yo creo que eres tú la que has tenido miedo de que te convenciera, y por eso has rechazado la oferta.

Agaché la mirada, dándole la razón, y al ver una vacilación por mi parte, Sandra me dijo a bocajarro:

_ Hay algo más. ¿Algo más que hayas rechazado?

Como me jodía que me conociera tan bien.

Susana se tapó la boca con las manos para sofocar un grito ahogado, y me miró con los ojos como platos. Levanté rápidamente las manos, y le paré inmediatamente los pies a sus maquinaciones.

_ Me hizo otra oferta,… ¡pero no de matrimonio!… que te veo venir. Que perra te ha entrado hoy con que me case…

_ ¡Ay hija!, lo siento. Es que era lo más factible…

_ De hecho, la oferta aún sigue en pie. No la he rechazado aún… pero voy a hacerlo… Bueno, eso creo… _dije enterrando la cara entre mis manos_ Es que no sé qué hacer, cambio de opinión cada cinco minutos…

_Sí, ya, ya… estás indecisa de cojones._ me interrumpió Sandra_ Pero ¿quieres hacer el favor de compartir tus cavilaciones y decirnos cuál es la proposición en cuestión?_ Ahora, que ya te digo que si es indecente… rotundamente sí al sexo sin compromiso, y más si te regala un par de zapatos de los suyos cuando venga de visita._ añade con un guiño.

_ ¡Sandraaaaa! ¡Pero qué cochina eres, mujer!

_ Y tú que soooorrrrr, que pareces la hermana María Susana… Pero ¡¿no ves que estoy de broma?! Eso que hacen las amigas para quitar hierro al asunto, para propiciar la risa… ¿lo pillas? ¡Ay, que eres más inocente que tocarle el conejito a Bambi!

_ ¡Uy qué ordinariaaaaa!

Me puse a reír a carcajadas. Es que son de lo que no hay.

_ ¿Queréis saberlo o preferís seguir lanzándoos puyas?_ les dije.

_ ¡Queremos saberlo!_ contestaron las dos a coro.

_ Es una proposición laboral. Me ha facilitado el teléfono de un par de editores de Valencia y otro de Castellón. Y se ha ofrecido a hablar con ellos personalmente si me decido. Pero no lo tengo claro.

Susana tan sensata como siempre me animó a aceptar la ayuda de Ramón.

_ No está la cosa para tirar cohetes en lo que a ofertas de empleo se refiere, y el trabajo seguro que te gustaría.

_ No quiero deberle nada más…

_ ¿Nada más? ¿Y por qué piensas que ya le debes algo?_ me pregunta Sandra, tan directa como siempre._ ¿Todo se reduce al dinero? Oye bonita, que has vivido en su casa porque eras su pareja y vivía a 400 kilómetros de ti. Lo dejaste todo por él y le has dedicado casi 24 horas del día. Has trabajado para él y por supuesto te ha pagado, ya lo sé, pero te excedías en tus funciones, querida… Para él ha sido muy cómodo tenerte a su lado todo este tiempo, siempre a su disposición, y si te ha llenado el armario o te ha comprado regalos caros… pues han sido eso: RE-GA-LOS.

_ Ya, pero…

_ ¡Pero nada! Alicia, deja de sentirte culpable por tomar la decisión de dejarle.

_ ¡Ay! si ya lo digo yo que los amores de película no existen en la realidad._ se lamentó la romanticona de Susana_ Es que vuestra historia era tan bonita…, como Pretty Woman… pero tú eras dependienta en vez de mujer de vida alegre, claro.

_ PUTA, Susanita, puedes decirlo que no hace daño.

_ ¡Ay qué mal hablada…!

_ PUTA, PUTA, PUTA…

_ Me parto el culo, es que estáis las dos majaretas.

_ Es que Ali… a ver si ahora no puedo decir lo que me salga del coño. Y ahora digo CO-ÑO.

Me descojoné viva, mientras, desde la mesa de al lado, dos setentonas pijas, cotillas y con pinta de conservadoras, nos miraban arrugando la nariz, mientras escurrían las bolsitas de su te, con mucha parsimonia.

_ ¡Qué bochorno, por Dios! Que tienes a las señoras escandalizadas… ¿es necesario decir palabrotas?

_ ¿A esas viejas cacatúas? Y a ti parece que también te escandalizo, que no paras. Y sí, es necesario hablar con contundencia. Puta es una palabra que me encanta, y más si la usas de adjetivo. Da la fuerza que se necesita cuando alguien está hasta el…coño… de algo o por algo: puta crisis en la que nos han metido los de siempre, puto jefe que son las siete y no se va a casa con su mujer, puto gol que nos ha metido el Madrid… Eso sí: viva las putas y las madres que las parió, porque sin ellas más de uno estaría encerrado o dejándose la pasta en el loquero dos días a la semana. ¡Sale más barato un polvete! Más nos vale que no haya muchos Richards Geres por ahí…

Me reí tanto que casi me hago pis encima. Lo que me divierto con estas dos. Hablar con ellas fue casi como una terapia. Verbalizar lo que pasaba por mi cabeza, mis dudas, mis miedos y mi sentimiento de culpa, fue difícil porque es doloroso abrirse en canal, pero cuando salimos del restaurante me sentía más ligera y más libre, como si me hubiera quitado una losa de encima.

Nos tomamos otro café en una cafetería muy literaria que habían abierto hacía poco en la misma calle. Me quedé maravillada con el sitio. Una decoración vintage con muebles decapados y un mosaico de diferentes papeles pintados en las paredes. Apliques antiguos y una lámpara de araña colgando del techo del salón principal. Librerías repletas y libros por todas partes, hasta el punto que ocupaban las mesas. Parecían olvidados por sus dueños, pero habían sido depositados con mimo, quizá para darles la oportunidad de ser leídos y ojeados por esos clientes, que olvidando por un instante las prisas, se deleitaban con un café y unas cuantas palabras.

En el momento en que traspasamos el umbral, inundó mis fosas nasales un aroma a café y a papel, y me sentí cómoda de inmediato. Y cuando se acercó a tomarnos nota la camarera, que luego supimos que era también la propietaria, ya supe que podía llegar a ser mi lugar favorito en el mundo. Lola era una mujer que rondaría la cincuentena, con el cabello rojo fuego, una indumentaria muy colorida y las muñecas llenas de pulseras de cuentas de colores. Se la veía muy alegre y charlatana, y de inmediato nos dio conversación. Era lo que me faltaba para adorar aquel lugar. Una propietaria encantadora, litros de café y montañas de libros para ojear o comprar… aquello era el paraíso. Y más en aquel momento, que estaba tremendamente sensible y más introspectiva que nunca. Disfrutar de mi misma y mis circunstancias, era en esos momentos mi objetivo principal. Por esome hice el propósito mental de acudir dando un paseo todas las mañanas para tomar un café y leer un rato en aquel entorno tan idílico y al mismo tiempo territorio neutral, sin recuerdos, reproches ni dudas. El Café Alejandría se acababa de convertir en mi Suiza particular.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS