capítulo 2: Huida hacia adelante

capítulo 2: Huida hacia adelante

Beita Literauta

16/08/2018

CAPÍTULO 2

Seis días después, mi maleta estaba abierta encima de la cama y parecía que había pasado un tornado por la habitación. Las prendas y las cajas de zapatos se amontonaban por todas partes. Cuatro años dan para mucho en el armario de una treintañera como yo. Mi tren salía a las seis menos veinte, y sólo me llevaba conmigo lo más necesario. El resto de mis cosas, las recogería más tarde una agencia de transporte y debía dejarlo todo preparado. Estaba sola en casa. Ramón se había marchado a la biblioteca a primera hora siguiendo con las labores de investigación para su nuevo proyecto, y después tenía un compromiso para comer, así que nos dijimos adiós por la mañana. La despedida fue corta. Corta e incómoda, fuera de lugar… En realidad no fue. Nos comportamos los dos como una mañana cualquiera al despedirnos, pero un dolor sordo me atenazaba el estómago cuando me rozó la mejilla con la mano. Esa caricia tan habitual en él… y los dos sabíamos que era la última. Ese beso fugaz… y los dos sabíamos que tenía sabor a despedida. Fue pensar que quizá no volveríamos a vernos, y no pude evitar una mezcla de vacío, tristeza y añoranza, pero también de alivio. Alivio por recuperar mi vida, mis decisiones, mi sentir y mi pensar. Y es que los dos sabíamos quién tomaba las decisiones en la relación…, y no era yo. Necesitaba recuperar mi espacio personal y redescubrirme, y decidir qué hacer con mi vida y luchar por ello. Y no fue una huida, o quizá un poco sí, no lo sé…; Yo, por si acaso me veía en la necesidad de echar a correr, me calcé mis zapatillas de lona azul marino de lunares, unos pantalones blancos de lino y una camiseta de tirantes bien fresquita para soportar las asfixiantes temperaturas de la ciudad en agosto, y me encaminé a paso ligero con la maleta a cuestas para buscar un taxi que me llevara a la estación. Necesitaba volver a mi casa, a mi gente, a las charlas interminables con mis amigas,… para volver a sentirme yo. Ahora me doy cuenta de que en Madrid siempre me sentí un poco sola, un poco más que sola.

Sentada en el tren mientras veía pasar el desdibujado paisaje a más de trescientos kilómetros por hora, pensé que ya iba siendo hora de asumir mis decisiones y hacerlas un poco más reales de lo que ya eran. Si no lo decía en voz alta no era del todo verdad. Así que cogí el toro por los cuernos, y el teléfono del fondo del bolso, y dudando un momento, marqué el número de Sandra. De mis dos amigas, sabía que ella sería la que menos me juzgaría ni me presionaría pidiéndome detalles. En ese momento, no necesitaba preguntas, porque ni yo misma sabía aún las respuestas.

_ Alicia guapaaaaaaaa ¡¿qué taaaal?! _ Sandra contestó con su alegría habitual y su voz de soprano, en cuanto leyó mi nombre en la pantalla de su móvil._ ¡Cabrooonaaaa!… aún estoy esperando que me contestes el mail de la semana pasada,… este Ramoncín te tiene exprimida hija…Y ¿qué? ¿Ya te has achicharrado en la capital? Vente pa la playita, mujer… que tus vecinos madrileños ya están todos aquí… ¿Para cuándo una visitita relámpago de las tuyas?

_ Perdona por lo del mail, Sandra, es que… verás… esta semana ha sido un poco…_¿cómo decirlo?_… intensa. Pero tranquila que hablaremos por los codos, y además en persona. Voy a Castellón.

_ ¡¿Cuándo?! Genial tía, tenemos que ponernos al día que estoy hasta los cojones de tanto feisbuc y tanto guasap. ¿Cuándo vienes y cuántos días te quedas?…Te quedarás en mi casa a dormir… porque vienes sola, ¿no? Que ganas tengo de darle a la sin hueso sin descanso con un par de cervecitas…

_ ¡Sandra!_ la interrumpí porque si no igual llegaba antes que ella hubiera acabado de hablar _ es que…estoy de camino…

_ ¡No me jodas!

_…y vuelvo yo sola, y para quedarme… en mi casa._ añadí bajando la voz.

_…ahora sí que me has jodido… en el buen sentido claro… Coño Ali, ahora sí que no solventamos la conversación con dos cervezas. Necesitamos cena y unos cuantos gin-tonics, porque me da en la nariz que tendrás mucho que contar.

_ Ya te digo…_ contesté casi susurrando.

Se produjo un momento de silencio, solo unos segundos de tregua y el tono de Sandra cambió por completo. Con un volumen más bajo y cauteloso, y abandonando su habitual deje de cachondeo, me lanzó la primera pregunta de las muchas que aún no sabía responder…

_ ¿Pero tú estás bien Ali…?

Tras un par de minutos más hablando con Sandra, colgué y me abstraje poniéndome los auriculares para escuchar música en mi Smartphone. Fui pasando álbumes hasta decidirme por el nuevo de Pablo Alborán… y escuchando su voz, me perdí en mis pensamientos…

“Y di… ¿qué viste en mí? Para aceptar aquella tarde

Y ahora dejarlo todo así

Y ahogándome en recuerdos Ahogándome en tu adiós Sonaron las sirenas

En nuestra triste habitación

El silencio te destrona

Y el vacío en mi interior

Se hace eterno y me devora

Hay un abismo entre los dos”

Por un momento me sentí mal escuchando la letra de la canción. Sabía que Ramón lo acabaría entendiendo, pero también sabía que le había dolido, y la culpable de su dolor era yo. Me sentí terriblemente culpable y me dio por pensar…

…Y ahora para que me torturo con una canción romántica tras otra… es que soy un poco masoquista en esto del amor, romántica empedernida… ¿Por qué me gustarán tanto las canciones románticas, las pelis ñoñas y, sobretodo las novelas de amor de todo tipo? Me gustan incluso las malas. Esas novelas que empiezan chica conoce chico, no se soportan, pero se sabe que acabarán juntos desde casi el primer capítulo; y aunque lo sé, siempre sigo leyendo. Aunque adivino todo lo que ocurre después, sigo leyendo, y cuantas más perdices haya en el final, más lo disfruto. Me gusta leer de todo, pero si en el trasfondo de una buena novela de espionaje, el malo se enamora de la chica y le perdona la vida pues mejor que mejor ¿no? La verdad es que no tengo remedio…, me pregunto si todos esos amores de cuento, las almas gemelas que se encuentran… no son los responsables de mi inconformismo, de ese sentimiento de búsqueda, de esas ansias de encontrar a alguien mejor que él…

_¡¡¡Alicia!!!! ¿Qué estás pensando? Nada de encontrar, y menos de buscar. ¿Pero qué estás diciendo? A nosotras no nos hace falta nadie…y ¡¡¡menos nadie con rabo!!!

Esa era Sandra interrumpiendo mis pensamientos dentro de mi cabeza. Ya lo que me faltaba. Me la imaginaba en la oficina, rodeada de papeles por todas partes, tan eficiente y tan desastre al mismo tiempo, con su aspecto pulcro y cuidado, pero resoplando entre balances y facturas varias, con un mechón rubio oscuro escapando rebelde de su moño, como reafirmando a la verdadera Sandra: la Sandra locuela y mal hablada. Somos amigas desde el instituto y la quiero muchísimo a pesar de carecer de pelos en la lengua y de su falta de empatía por la vergüenza ajena. Y con vergüenza ajena me refiero a la que nos hace pasar a Susana y a mí en múltiples ocasiones.

Sandrita, ¿qué haría yo sin ella? Mi agente doble. Así la llamo yo, porque parece que lleva una doble vida. Siempre perfectamente vestida de lunes a viernes, a juego con su puesto de economista seria. Pero un poco loca, deslenguada y desatada en sus ratos libres. Es como dos personas en una…y ¡qué persona! Es, como dirían en la serie Anatomía de Grey, de la que somos fans, mi persona. La necesito a mi lado, aunque me encanta no hacerle ni puto caso. La personalidad de Sandra te arrolla, te pasa por encima como un tren de mercancías, pero la adoras por su sinceridad, su desvergüenza y su naturalidad. Y sé que con ella siempre podré contar, a no ser que esté muy ocupada con uno de los maromos que se liga…y es que no conozco a nadie a la que le lluevan tantos hombres. Es como en esa canción…

“It’s Raining Men! Hallelujah! It’s Raining Men! Amen!”

Y a Sandrita, encima, los hombres que le entran son estupendos. Yo creo que los feos ni lo intentan, porque Sandra tiene ese aire de inalcanzable que ya se huele a distancia. Y a pesar de ser de lo más campechana_ tanto que a veces es hasta escatológica_, los tíos normales la deben ver fuera de su alcance, porque a su alrededor los moscones que la sobrevuelan son siempre del más alto nivel. De esos que ya querría yo que me dieran un vuelecito, aunque fuera un vuelo rasante sólo de pasada.

Sandra tiene tanta seguridad en sí misma que te deslumbra. Y es guapa. Tiene el pelo ondulado rubio oscuro, la nariz pequeña, los pómulos marcados, y unos ojos medio azules, medio grises, preciosos. Es alta y siempre ha estado delgada sin hacer más esfuerzo que los tres días a la semana que sale a correr. Que conste que habla mi envidia… porque la tía se pone cerda a beber y a comer y nunca engorda ni un gramo. Sí, Sandra es una chica bonita y atractiva; pero aunque no lo fuera tanto, creo que seguiría deslumbrando y le seguirían lloviendo hombres a cubos, porque es ese convencimiento suyo de que es feliz, de que hace lo que quiere y cuando quiere, sin importarle un pepino lo que piense ni diga nadie, lo que la hace tan atractiva a la mirada de los demás. Y digo a la mirada y no a la vista, porque a Sandra cuando se la ve, se la mira, y con atención. Si va con su traje chaqueta, el tío que está sentado en la mesa de enfrente en la cafetería, está deseando quitárselo; y si sale a romper la noche con pitillos ajustados que yo no tengo aspiración de poder ponerme nunca ni en mis sueños, subida en unos tacones imposibles y con un escote de infarto… pues… eso, que ya no te queda otra que ir recogiendo babas por ahí a su alrededor. Y ella como si nada, oye. Parece que puedo oír a Susana, que es un pelín mojigata cuando quiere…

_ Sandra, hija, podrías ir más discretita… que vas enseñando toda la pechuga.

_ ¡Ay! Susi, hija mía, que sor que eres a veces. Para enseñar toda la pechuga tendría que sacarme una teta, aquí en medio del pub, y yo de momento aún no enseño pezón…

¡Qué bruta es!… pero que buenos ratos de risas nos hace pasar.

Sandra es un pilar en mi vida, y su contrapunto es Susana. Sandra y Susana, las SS. No atentan contra los derechos humanos, pero sí muchas veces contra mi derecho a la intimidad. Se cuelan en mi vida y no se les puede ocultar nada. Cada una tiene sus tácticas de interrogatorio, y juntas son implacables. Aunque reconozco que me divierte hacerme la loca, y que me tengan que sacar las frases con sacacorchos.

_ Venga Alicia, desembucha que queremos detalles._ me decía Susana un día por teléfono.

_ Pues eso… que estaba el Silvestre en la fiesta de la revista, y se puso a hablar con Ramón, por eso de ser paisanos… y nada más.

_ ¡Ay hija, mira que eres siesa! ¿No puedes dar más detalles? De qué hablasteis, la camisa que llevaba, si le marcaban culo los pantalones… no sé mujer… algo más explícito. Que tú por la capital estarás harta de ver de esos, pero yo con mi Paco y su mono de trabajo y con los gemelos y sus pañales, ya te digo lo que veo…

Susana y sus ganas de saber… Es amiga mía desde el colegio y siempre ha sido la misma chica alegre, romántica, soñadora… y cotilla. Luego en el instituto se nos unió Sandra, y siempre hemos estado juntas las tres. Susi era la única casada del trío, y llevaba con Paco la friolera de casi veinte años juntos. Fue su primer novio y no necesitó buscar más. La pareja perfecta. Sufrieron lo suyo para conseguir ser padres, pero después de pasar por quirófano, atiborrarse de hormonas y abrirse de piernas ante propios y extraños, al final Susana logró su sueño de ser madre, y por partida doble. Sus dos gemelos le dieron la vida… y la muerte, como ella decía. Y es que ser mamá de dos diablillos de año y medio, trabajando a jornada completa en una inmobiliaria tenía su punto desquiciante, aunque una fuera de supermadre por la vida. Sandra y Susana no tienen mucho en común, pero se complementan a la perfección, sobre todo para aliarse contra mí. Hasta físicamente son diferentes. Susana es muy morena, y con el pelo lacio y liso. Todas envidiamos su pelo, porque no necesita hacer nada para llevarlo perfecto. Siempre lo había llevado largo, pero cuando nacieron los gemelos, decidió cortar por lo sano, y se dejó una media melena con flequillo, que junto con sus profundos ojos negros y su tez clara y perfecta, le daba un aire a Cleopatra. Los ojos de Susana siempre han causado estragos. Es una chica normal, ni delgada ni gordita, ni alta ni baja… y el resto de rasgos de su cara no tienen nada especial… hasta que la miras a los ojos. Tiene unos ojos preciosos. Son enormes, pero no tanto para desentonar en su rostro. Y en su mirada siempre asoma una sonrisa. Siempre feliz y alegre, y tremendamente optimista. Si las cosas no van bien…siempre pueden ir peor, así que mejor con una sonrisa.

Pensando en mis dos amigas, pasaron los minutos y los kilómetros y sin darme cuenta nos aproximamos a la estación. Pensando en mis dos amigas, casi me entró el pánico por tener que pasar por el implacable interrogatorio de las SS.

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