Entre lúgubres lapidas cabizbajo caminaba el sabio, la llovizna empapaba su rostro, sostenía un manuscrito de infinitas hojas.
Una brisa helada susurraba en sus oídos melodías de invierno,
volteó por última vez, como dando un adiós para siempre.
El saber enterrado, compañero de su secular vida, quedaba protegido por la oscuridad de aquel cementerio, bajo un cielo de sospechas… TBR
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