En la mayoría de las encuestas efectuadas por los múltiples organismos y organizaciones internacionales dedicadas a la medición de proyectos, se encuentra que, tener un cronograma desafiante de proyecto, dificulta, en gran parte de los casos, la entrega en tiempo y forma. Esto sucede tanto para el objetivo, como para la calidad de lo producido en el proyecto.
El problema es que, más de una vez, el cronograma de proyecto no es desafiante sino irrealizable.
Sin duda, intentar satisfacer una línea de tiempo irrazonable, va a agregar presiones que se manifiestan como problemas en la motivación del equipo, en las relaciones interpersonales y seguramente en la relación con el cliente sea este externo o interno.
A su vez, puede usualmente afectar la productividad del equipo por mayor nerviosismo, por saber de antemano que se toma el compromiso de algo que no creen poder cumplir, y por sentir que el cliente es el enemigo que les impuso una fecha por lo que se aprovecha cualquier situación para hacerlo quedar en falta.
Todo esto por supuesto afecta aún más el cumplimiento, ya que ni siquiera tenemos el mejor entorno de trabajo para poder llegar a los objetivos propuestos.
Por todas estas cosas, evitar que un cronograma desafiante se transforme en una meta inalcanzable, puede convertirse en una pesadilla para el gerente del proyecto.
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